Al día siguiente de publicar “El desafío de la blancura”, Reynaldo Sietecase publica este artículo en el diario Crítica. Sietecase hace foco en uno de los tópicos señalados en aquella entrada: la ausencia de procesos democráticos en los partidos políticos. La desaparición de las “internas” es una de las tantas señales elocuentes del vaciamiento que sufre hoy la democracia argentina. Junto con “Soy Gorila”, son entradas para leer juntas y luego… bueno, calma.
Ser estadísticamente “indeciso” no me gusta. Si alguien me pregunta, soy un votante bien definido: “en blanco”. El voto es muy valioso para rifarlo o no hacerse cargo de él.
Cali
Se busca esposa, amante, actriz o deportista
El más amigo, el más popular, el de más guita o el familiar desplazan al de mayor experiencia y hasta al más capacitado. Reynaldo Sietecase.
30.04.2009
Escena 1: Olivos. Néstor Kirchner se levanta, corre un rato en la cinta, se ducha y desayuna leyendo los diarios. Antes de terminar el café con leche se le ocurre una idea genial, casi una revelación que puede despejar sus complicaciones políticas: hay que llevar a Daniel Scioli como candidato en Buenos Aires. “Todos tienen que jugar para defender el modelo”, anuncia para sí mismo ante un público invisible que, supone, lo ovaciona.
Escena 2: A Daniel la idea le surge justo antes de irse a dormir, en medio de una charla con su esposa. Por eso aprovecha el momento de intimidad y lo consulta con ella: “Karina, ¿qué te parece si la ponemos a Nacha Guevara en la lista?”.
Escena 3: A Elisa Carrió el nombre de Prat Gay para encabezar la lista de la Coalición Cívica le interrumpe una oración a la Virgen. “¿Cómo no se me ocurrió antes?”, se pregunta y vuelve a las cuentas del Rosario.
Escena 4: Mauricio Macri sabe que no tiene muchas opciones. Mientras vuelve del gimnasio, se propone cuidar las formas pero ya está decidido a forzar a Gabriela Michetti a ser candidata en la Capital Federal. No importa si su compañera de fórmula tiene que pagar el costo de renunciar a la vicejefatura del gobierno porteño.
Éstas son apenas cuatro escenas de las tantas que se podrían enumerar en el vasto escenario de la política nacional. Con este mecanismo tanto dirigentes y militantes honestos como esposas, novias, amantes, hijas e hijos, amigos y benefactores, artistas y deportistas serán candidatos el 28 de junio. El jefe decide quién va. El jefe resuelve quién juega, cómo y cuánto. El jefe dice qué es lo mejor para todos. Salvo en unas pocas provincias y para cargos provinciales (Santa Fe, con sus internas abiertas y simultáneas del 5 de julio, es una de ellas), las elecciones internas para elegir candidatos están en vías de extinción en la Argentina. Lo curioso es que casi nadie lo lamenta.
La idea de competencia interna participativa y democrática tiene fundamento en la Constitución nacional, que en su artículo 38 dice: “Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático. Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro del respeto a esta Constitución, la que garantiza su organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información pública y la difusión de sus ideas. El Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades y de la capacitación de sus dirigentes. Los partidos políticos deberán dar publicidad del origen y destino de sus fondos y patrimonio”. Todo el enunciado parece ficción. En especial la referencia al origen y el destino de los fondos.
La dedocracia o la encuestocracia han reemplazado a la participación de los afiliados a la hora de elegir candidatos. El más amigo, el más popular, el de más guita o el familiar desplazan al militante, al de mayor experiencia y hasta al más capacitado. Y éste es el efecto más negativo de esta praxis generalizada.
La ley 25.611 determinaba la realización de internas semiabiertas, obligatorias y simultáneas. Fue un producto del “que se vayan todos” y de las demandas de participación de la sociedad civil post crisis económica y política de 2001. Un avance interesante a nivel institucional que nunca se pudo aplicar. El presidente Eduardo Duhalde, en 2002, se las ingenió para suspenderla. El justicialismo tenía tres candidatos a presidente (Carlos Menem, Adolfo Rodríguez Saá y Néstor Kirchner). El riojano, según las encuestas, tenía las mayores posibilidades de ganar las internas. La historia es conocida: el PJ fue con tres candidatos y Kirchner se convirtió en presidente.
En 2006 la ley que había sido ponderada por todo el arco político fue derogada. Para el kirchnerismo era un estorbo. Se venían las elecciones presidenciales de 2007 y Néstor Kirchner nominó a su esposa, la senadora Cristina Fernández, como candidata a sucederlo. Y a Julio Cobos, claro.
Se volvió entonces a ley 23.298 de Partidos Políticos que dice: los partidos tienen que determinar en sus cartas orgánicas cómo se harán las elecciones internas con un método democrático. La doctora Delia Ferreira Rubio, presidenta de Poder Ciudadano, opina que paradójicamente “hubo más democracia interna antes de la sanción de la ley que hacía obligatorias las elecciones en los partidos”. Y enumera ejemplos no sólo de elecciones cerradas (en el PJ, la UCR y el socialismo) sino de internas abiertas como la que determinó el orden de la fórmula del Frepaso. Todos los ciudadanos pudieron decidir si querían que compitiera Álvarez-Bordón o Bordón-Álvarez contra la reelección de Carlos Saúl.
La doctora Ferreira Rubio suele hacer una acertada advertencia: “Las elecciones internas no garantizan calidad en las candidaturas”. Los ejemplos sobran. Pero reconoce que votando en internas por lo menos nadie decide por vos. Y en todo caso, la esposa, la amante, el hijo o la actriz podrían afirmar ante cualquier crítica: “A mí me eligió la gente” .
Cali:
ResponderEliminarVOs votás en Provincia. VOs que podés, votá a Sabbatella.
En realidad tengo hecho un cambio de domicilio, así que no sé dónde apareceré en los padrones.
ResponderEliminarDe todos modos, la opción que planteas es importante. De Sabbatella no sé demasiado. Creo que es bastante poderosa su experiencia como intendente de Morón, un sitio donde no es sencillo hacer las cosas bien. Creo, que quizás ese pergamino pueda ser suficiente y respeto mucho a quienes decidan apoyarlo por lo hecho.
Entiendo que ya son 10 años de ser intendente y no me parece descabellado que procure otra posición. También he leído que su candidatura no será “testimonial” porque dejará la intendencia cualquiera sea el resultado el 28 de junio. Sabbatella le ha solicitado al Concejo Deliberante que le apruebe la renuncia antes de las elecciones para abandonar ese cargo el 10 de diciembre. ¿Se hará así? Pequeños grandes gestos para seguir a ver si se cumplen.
De todos modos, sin caer en una posición tan dura como la de Martín Caparrós cuando habla del “honestismo”, quiero expresarte que a mi a esta altura de la historia no me alcanza con “hacer las cosas bien”. No detecto en Sabbatella signos fuertes de algo diferente realmente. Pero comprendo que es un caso a analizar.
Cali