domingo, 20 de julio de 2014

Desafíos y Consensos

en baja MBTPlanta MBT de la Ciudad de Bs.As. en CEAMSE (Norte III)

Nota publicada en el Diario Z (6 de junio de 2014)

Juan Carlos Villalonga, Pte.Agencia de Protección Ambiental (Gob.Ciudad de Buenos Aires) y Consejo Consultivo Los Verdes

 

En 2005, la Ley Basura Cero planteó un cambio de paradigma en relación al destino que debían tener los residuos en la Ciudad de Buenos Aires. En aquel momento se podía prever que el fin de la vida útil de los rellenos sanitarios era inminente y el plazo muy corto.

A pesar de este diagnóstico, hasta no hace mucho tiempo, hubo enormes demoras en la aplicación de políticas acorde a los objetivos de la ley y que ahora obligan a la Ciudad a acelerar un proceso de cambio radical en el manejo de la basura.

La Ley de Basura Cero tiene hoy un alto consenso. La mayoría de los sectores políticos la consideran como la ley rectora en materia de reducción de residuos. Sin embargo, todavía falta que sea una verdadera política de estado. Para lograrlo es necesario que la responsabilidad no sólo sea tomada por el gobierno de turno, sobre quien recae la mayor responsabilidad, sin duda, pero que también debe ser compartida por la Legislatura y todo el arco político que la integra, el sector privado, la ciudadanía y los más diversos actores sociales dentro de la ciudad. image

Logrando ese consenso político se podrán tomar las alternativas y mejores opciones para el cumplimiento de los objetivos de Basura Cero. Ese paso aún está pendiente. Es parte del desafío que estamos desarrollando este año. Un ejemplo de ello ha sido el viaje que, en conjunto con legisladores de diferentes bloques, realizamos a San Francisco, ciudad pionera en la aplicación de Basura Cero, para compartir el diagnóstico, comprender las tareas pendientes e ir construyendo un dialogo que transforme esta ley en una política de estado.

Otro elemento que complica la situación actual es la falta de una relación armónica entre la Nación, la provincia de Buenos Aires y la Ciudad. Si esto fuera posible, la Ciudad podría acceder al uso de terrenos de la CEAMSE para radicar plantas de procesamiento de residuos orgánicos o de compostaje a gran escala. En la actualidad, la ciudad está obligada a buscar soluciones dentro del área urbana lo que es complejo porque espacio no sobra. Por eso las recientes leyes para modificar la zonificación de algunos terrenos para radicar plantas de tratamiento.

Esto es lo complejo. La buena noticia es que la Ciudad, desde 2012, ha tomado decisiones en la dirección correcta y, entre 2012 y 2013, la Ciudad quedó en línea con los compromisos asumidos con la provincia de Buenos Aires en 2012. Esto representa una trayectoria muy exigente en cuanto a reducción. Si este año se logra un cambio cultural en cuanto a separación en origen, mejor desempeño de los centros verdes con los recuperadores urbanos y en 2015 una nueva planta MBT, la Ciudad habrá logrado los objetivos y cambiado de paradigma a una velocidad que no se ha visto en ningún lugar del mundo.

Los objetivos de la Ley en 2005 planteaban este cambio de un modo mucho más suave. Eso es menos costoso y más fácil. Sin embargo, la Ciudad lo está haciendo a una velocidad y con una decisión que permiten ser optimistas y pensar que en 2015 se estarán cumpliendo los objetivos de reducción acordados con la provincia en 2012.

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La reducción del año 2013 respecto del año anterior es del 29%, aún superior a la que se produjo en el 2002, debido a la profunda crisis económica, que fue del 21%. A finales del 2013 el total de RSU enviado a relleno se ubicó en un valor similar al de 2006. Según una estimación conservadora, durante 2014 se enviarán a relleno alrededor de 1.277.150 toneladas, esto significaría una disminución del 16% respecto de 2013. Eso representaría que estaríamos en niveles similares a los de 1991. Sería la primera vez que habrá una reducción por debajo del nivel de 2004, año de referencia de la Ley Basura Cero.

miércoles, 9 de julio de 2014

Mi cicatriz mundial


Escribo esto a pocas horas de que Argentina tenga su semifinal con Holanda. Entonces quiero contarles que tengo un profundo placer cuando miro futbol, me encanta el juego, lo he practicado y creo entenderlo a mi manera.
Pero nunca me verán gritando goles, asumiendo alguna actitud demasiado expresiva, particularmente en los mundiales. Sucede que estas contiendas activan mecanismos, actitudes y se movilizan símbolos y palabras que me renuevan el dolor de ciertas heridas que acarreo.
Viví el Mundial 78 con 18 años. Sabía lo que ocurría con la poca información de la que disponíamos entonces, me recuerdo a mí mismo diciendo “¿serán 15.000!?” en un altillo de zona sur en Rosario, mientras mirábamos revisas europeas a las que mejor no preguntar cómo habíamos accedido a ellas. Mis convicciones profundamente anti-milicas me convertía, y a una banda de amigos, rockeros todos, en fantasmas dentro de la Ciudad.
La efervescencia de ese invierno, las banderas, el patriotismo idiota que se desplegaba al mismo tiempo que una operación de encubrimiento descomunal se desplegaba por los medios apelando a la pasión futbolera y los valores de la familia argentina. Odio ese invierno maldito. Lo odio como pocas cosas.
Odio cada partido de ese mundial. Odio esa fiesta inaugural y a Videla hablando ante un país-cuartel del que era perfectamente y orgullosamente EXTRANJERO. Tal como Charly García nos cantaba en “botas locas” desde unos cassetes clandestinos.

Definitivamente no me sentía parte de “La Fiesta de Todos”, fiesta cuartelera, asesina y de la que fue parte una hipócrita argentina.
 
En la final, los jugadores holandeses se negaron a recibir la medalla del segundo puesto de manos de Videla. Ya habían dado la nota mostrándose con las Madres de Plaza de Mayo y haciendo críticas declaraciones a la prensa, que obviamente se conocieron mucho después. Para mí los holandeses fueron entonces un pequeño ejemplo de dignidad en medio de la miseria. La gran figura holandesa de aquellos años, Johan Cruyff, repentinamente decidió no participar del mundial. Se sospechaba no querer ser parte del mundial de una dictadura.
Durante 1979 la fiesta siguió, el mundial juvenil en Japón (ya con Maradona) y el aniversario del mundial con un partido amistoso entre Argentina y Holanda, esta vez en Holanda, pero allí las cosas ya no serían lo mismo. Durante ese partido aparecían una misteriosa banda que tapaba uno de los arcos. He aquí lo que sucedió y que disfruté mucho.

El cartel “Videla Asesino” y luego “militares son miseria y represión” fueron vistos por todo el mundo, aquí sólo en los primeros minutos hasta que se avivaron.
A todo esto, transcurría el conflicto con Chile por el Beagle, del cual nos salvó el Cardenal Zamoré enviado por el Papa. Estábamos ya a los tiros con Chile a finales de 1978. Así eran esos años de fiesta futbolera.
Soldados_Argentinos_Marchan
Para continuar con tragedias y futbol, en plena guerra del Malvinas, en 1982, durante ese junio invernal, ver a los argentinos agolpados en los bares frente al televisor mirando el Mundial de España ya colmaba todo lo que se podía tolerar. Una sociedad alienada, estúpidamente triunfalista y que había decidido hacerse la distraída de todo, porque ya cualquiera podía saber lo que pasaba acá nomás y lo que estaba sucediendo en las islas con lo pibes cagados de hambre y frío y la matanza que se venía.

Así las cosas, los mundiales me dejaron una cicatriz. No volví a ver partidos de mundiales hasta 1990. El del 1986 no vi absolutamente nada, ningún partido. En 1990 vi algo y poco a poco, pude volver a mirar los partidos y disfrutar de una manera discreta. Por eso no me pidan que hoy grite o me lamente demasiado. No me verán jamás en ningún festejo futbolero en mundiales. Esa ya no tiene vuelta atrás. Dichosos los que pueden hacerlo porque son parte de otra historia. La mía sólo me permite ver el partido como si fuera un eterno extranjero, que disfruta del espectáculo y la alegría de los demás. Hasta allí llego.
Cali