sábado, 27 de marzo de 2010

¿La “fe religiosa” es asesina?

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Escribo esto sabiendo que muchos van a disentir y a decir que llevo mis razonamientos a un extremo.

Todo arranca con la noticia de la semana pasada que dice:

Nuevos choques entre musulmanes y cristianos

Baño de sangre en Nigeria: 500 muertos

Bandas de la etnia fulani atacaron con machetes tres aldeas; muchas de las víctimas eran niños, Martes 9 de marzo de 2010

JOS, Nigeria.-A dos meses de la muerte de 300 nigerianos durante un estallido de violencia religiosa en el centro de Nigeria, ganaderos musulmanes armados atacaron en los últimos días tres aldeas cristianas, donde habrían masacrado a por los menos 500 personas en total, entre ellas mujeres y niños. Los funerales masivos de las víctimas se realizaron ayer en las tres aldeas cercanas a Jos, de mayoría musulmana, perteneciente a la etnia fulani. La prensa local destacó ayer que los residentes musulmanes de los poblados de Dogo Nahawa, Ratsat y Jeji, en el estado de Plateau, fueron advertidos del ataque dos días antes mediante mensajes de texto. Las bandas, armadas con machetes, hachas, guadañas, palos y armas de fuego, ingresaron en las aldeas al grito de "Allah akhbar" ?Dios es grande, en árabe? antes de irrumpir en los hogares y protagonizar un verdadero baño de sangre. Durante el raid mortal, de tres horas, varias iglesias también fueron blanco de la furia de los fulani, que incendiaron los templos cristianos. "Tenemos más de 500 personas asesinadas en tres aldeas, y los sobrevivientes se encuentran ocupados enterrando a sus muertos", dijo el comisionado de información de Plateau, Gregory Yenlong. "La gente fue atacada con hachas, picos, guadañas y sables. Muchos eran niños y mujeres embarazadas", agregó el funcionario. Los sobrevivientes relataron que los atacantes tuvieron la habilidad de distinguir a los fulanis de los integrantes de la etnia rival, los beroms, a través de la palabra clave "nagge", ganado, en dialecto fulani. Los que no contestaban lo correcto eran golpeados hasta morir…image

Activistas defensores de los derechos humanos dijeron ayer que la matanza parecería ser una venganza por los ataques de enero pasado, cuando la mayoría de los muertos fueron musulmanes… La explosión de violencia es la última entre dos etnias rivales que profesan religiones diferentes. En enero pasado, 326 personas fueron asesinadas durante los violentos choques en Jos, que fueron denunciados como actos de jihad (guerra santa) por los dirigentes cristianos. La imputación fue descartada por el arzobispo de Abuja, John Onaiyekan.

(Agencias DPA, AP, EFE y Reuters)

Algunos dirán que esto es producto de la pobreza, de las divisiones tribales y de influencias diversas. Seguramente muchos factores está presentes, pero la fe religiosa realimenta y justifica el exterminio del otro. Siempre ha ocurrido, la fe religiosa ha teñido de causa santa a infinitas atrocidades. Puede haber intereses económicos y políticos que engendran disputas violentas, pero esos intereses logran su cúspide letal cuando se disfrazan de, o se convierten en, una “fe” religiosa.

La fe religiosa es totalitaria. Porque toda “fe religiosa” es absoluta, no admite otras lecturas acerca de elementos esenciales y abismos en la mente del hombre: origen, destino, sentido de la existencia, comprensión del mundo que nos rodea y el universo en el que estamos. La fe religiosa tiene UNA respuesta para todo eso, no dos, ni tres, una sola.image

Quienes adopten otras visiones, interpretaciones o lecturas del universo, caen en el terreno de los “infieles”, “pecadores”, “salvajes”, “impíos”, “herejes”, etc. Depende del contexto y la época, todas esas calificaciones connotan un impulso de censura, eliminación o supresión por medio de la evangelización y/o la desaparición física.

¿Ese impulso, es siempre violento? No siempre puede ser violento, depende los contextos y cuán cercana al poder se encuentra esa “fe”. Depende cuán limitada esté la violencia por las leyes de la sociedad que se trate. En un contexto de fragilidad en la preservación de los derechos humanos, la “fe religiosa” se torna muy peligrosa. Por decirlo de otro modo, el que profesa una fe religiosa necesita de leyes que castiguen los actos violentos. Si eso no existe y se deja a la “de religiosa” actuar con libre albedrío, es muy difícil que no termine en situaciones, por decirlo suavemente, complicadas.

Los ejemplos sobran.

image Alguno puede decir que existen muchos religiosos que frente a circunstancias adversas y contra todo, han realizado obras bondadosas y de gran humanismo. Es cierto. Al igual que muchos otros, hasta me animaría a decir muchos más, que también han realizado obras magníficas sin tener en la fe religiosa su justificación. Me parece que esa argumentación no es suficiente.

También se dirá que estas derivaciones violentas se deben a las “autoridades” o “cúpulas” eclesiásticas. Tampoco me parece suficiente. No creo que la crueldad de matanzas sacrificios perpetrados por la fe religiosa dependa siempre del “oro del vaticano”. Seguramente hay detrás algún predicador, iluminado o santurrón o cosa por el estilo, pero no calificaría como cúpulas eclesiásticas”.

¿No existe la tolerancia religiosa"? yo creo que no. Lo que existe son leyes que les prohíben a unos matar a los otros. Eso genera la llamada “tolerancia religiosa”. Por otro lado, si esa tolerancia fuese genuina, es decir, “profeso una fe, pero admito como legítimo que otros puedan tener otra fe distinta a la mía”, se cayó la “fe” en pedazos. Existe entonces el “germen” de la duda y la duda “corrompe” la fe, no hay más “fe”. Las creencias que dan respuesta a todo no admiten que puedan existir legítimamente otras respuestas. Tal es el proceso que desde hace dos siglos viene ocurriendo con la fe religiosa, una progresiva popularización de la “duda”.

Entre tanto, si mi fe es sólida y universal, los demás deberán entender como es la cosa, por las buenas o por las malas. Dependerá de cuán fuerte es el contexto y cuán débil sea mi fe.

Abrí un línea 0810-deje-su-puteada.

Cali

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martes, 23 de marzo de 2010

Acuarela Final: Ha sido y es

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Esta es la última entrada sobre Acuarela. Aquí finalizo esta historia que fue un viaje compartido con gente que me ayudó muchísimo, con quienes tengo algunos de los mejores recuerdos y por sobre todo, porque todo lo hecho en esos años continúa aún de múltiples modos en cada uno de nosotros. No es historia. Son algunos de los primeros pasos que fuimos dando tanto los que aparecen en las crónicas que escribí, como aquellos que quedaron sin mencionar por razones de faltarme nombres o cosas así. Como decíamos entonces “…el rayo no cesa”.

15 Algunas de las fotos que pongo aquí corresponden a los conciertos de MIA que organizamos en marzo de 1982. Al momento de poner la anterior entrada no tenía a mano estas fotos. Bueno, para que el documento esté más completo, van aquí.

Una de las cosas que hicimos como revista en esos meses de 1982 fue colaborar en la organización de la visita a Rosario de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1981. En cierto modo fue “pagar” una deuda que me había quedado atravesada. Colaboramos en la organización junto a la APDH de Rosario y el SERPAJ. El evento significaba jugar al límite de lo que se podía y eso no estaba exento de06 riesgos. Esa operación nos introdujo en la dinámica de disciplinarse a los infinitos recaudos que debían tomarse para esas actividades. Recuerdo que todos quienes participamos de la organización y armado de la actividad debíamos reportarnos a cierta hora de la noche con quienes teníamos de referencia, de manera de finalizar el día seguros que todo el mundo estaba de regreso en sus casas a la noche. Una dinámica que para las organizaciones de derechos humanos era usual por esos años. No puedo recordar en qué mes exactamente fue esa visita. Pero esa actividad fue parte de la explosión de cosas que hicimos aceleradamente en 109982.

Quedaron en cintas de audio y fotografías (perdidas por Popo, no me cansaré de recordárselo!) reportajes a Charly García presentando “Yendo de la cama al living”, una nota sobre Serrat inconclusa, Pérez Esquivel y pila de cosas que nunca llegaron a salir.

La última actividad pública de Acuarela fue en Octubre de 1982. No es casual para mi, ya que era el inicio de mis nuevos proyectos que ya estaban de algún modo en marcha. Se trató de una conferencia de Jorge Cappato, de Santa Fe. En ese entonces Jorge pertenecía al Centro de Protección a la Naturaleza (Santa Fe) y tenía una columna en el diario El Litoral. Debo agradecerle la información que por esos días pude acceder gracias a él.

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No hay mucho que agregar. Las actividades se estiraron, un poco porque personalmente pensaba que Acuarela debía reformularse, haciéndose “verde” y más chica, pero tampoco estaba claro y ya no era el proyecto de todos. Así que Acuarela deja de existir hacia finAA001Aales de 1982. Ya en plena campaña política y apertura “democrática”. Viene un tiempo de descubrimientos extraordinarios, la política, en su esplendor de la “juventudes políticas” y con todas sus miserias.

Ese tiempo significó que todos nos involucramos de algún modo en ayudar a reconstruir espacios políticos. Hice algunos esfuerzos iniciales con varios de Acuarela para colaborar en la formalización y legalización del PI. Luego partí hacia lo que había decido sería mi norte, la militancia “verde”, en principio, a través de organizaciones “no gubernamentales”. Esa es una nueva etapa que se había iniciado aún dentro de Acuarela.

Me alegra haberme reencontrado con tanta gente de esos años a lo largo de estos relatos y verlos que siguen, cada uno a su manera, lo que empezamos juntos.

Cali

PS: todo repentinamente toma otro color, sale el sol y aparecen las maquinas de ritmo!

lunes, 22 de marzo de 2010

Cine-Teatro “La Mar Chiquita”

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Rescato este relato maravilloso de Osvaldo Bazán: No creo que sea sólo admirable para quienes hemos vivido en uno de esos pueblitos de Santa Fe. Pasé mi infancia y comienzos de la adolescencia en un pueblo de apenas 1000 habitantes. Imagínense, que si para Osvaldo Bazán, Totoras resultaba ser New York, debo decir que para el alcance de mi imaginación Wheelwright tenía las luces de Las Vegas y Alcorta, era Detroit (de allí venía el transporte automotor). Rosario no entraba en la escala.

Mis recuerdos al cine-teatro “La Mar Chiquita”. El cine, y sala de usos múltiples, de Juncal. Hoy sólo existe en el recuerdo y en tantas fotos de graduaciones y fiestas.

Cali

 

El secreto de mis ojos

por Osvaldo Bazán, diario Crítica, 19.03.2010

No vi películas para chicos cuando era chico. No es que no haya querido. Me pasé la infancia armando mis propios álbumes de figuritas, cortando las propagandas de las películas en blanco y negro del diario La Capital para pegarlas en una carpeta de hojas blancas a la que nadie más que yo tenía acceso. Horas y horas miraba esos dibujos a lápiz de la cara de Charles Bronson o Mia Farrow. Sabía el nombre de los directores, las que eran prohibidas, las nacionales. Sabía todo lo que pasaba en el mundo Disney pero no puedo decir que mis traumas tengan que ver con la madre de Bambi: en el pueblo no había cine y a Mickey Mouse sólo lo veía en blanco y negro por televisión.

Hasta que se corrió la noticia de que en el pueblo vecino al mío, Totoras, a once kilómetros de Salto Grande por la ruta 34 en Santa Fe, la Sociedad Española se había reabierto como cine. Totoras era para nosotros, secretamente, Nueva York. Claro que nunca lo íbamos a decir, aparentábamos estar de igual a igual, pero “ellos” tenían 6.000 habitantes y “nosotros” 1.500 (ahora ambas cifras crecieron, y si bien “ellos” son ciudad y “nosotros” somos pueblo, nuestros carnavales son mejores). Que te dejaran ir solo a Totoras en el Güemes (la línea de colectivos que sigue haciendo el recorrido) era casi como que te salieran bigotes. No sin mucho pataleo fue que conseguimos, varios chicos del pueblo, que nuestros padres nos dejasen ir, domingos a la tarde, a ver dos películas. Volvíamos en el último colectivo de la noche, el de las diez. Claro que para eso nos perdíamos el final de la última de las películas. Más o menos cuando la película estaba por definirse mi hermano urgía la retirada. Siempre fue más responsable que yo, que me quedaba mirando la pantalla y si él no me tironeaba no me despegaba. Corríamos de la Sociedad Española hasta la Terminal de Ómnibus y, ya con el Güemes en marcha, nos subíamos. Tenía su parte buena: las películas terminaban como yo quería. Y yo siempre quería que terminaran bien. Durante la semana imaginaba nuevos finales, a cual más feliz.

Pero las películas de la Sociedad Española no eran películas para chicos. O sí, pero no solamente. Nosotros íbamos todos los domingos. Indiscriminadamente. El señor del cine de la Sociedad Española era el responsable de nuestra educación cinematográfica, quedaba todo en sus manos. Y no había prohibición posible. Por supuesto que vi todo el cine que había, incluso, claro, el prohibido para menores. Y como eran los primeros años 70, el cine de Totoras, como todos los del interior del país, se llenaba de películas argentinas. Recuerdo el impacto emocional que produjo en un nene de doce años una película de Fernando Ayala con guión de María Luisa Bemberg, Triángulo de cuatro, con Thelma Biral, Graciela Borges, Federico Luppi y Juan José Camero. Recuerdo unos obreros sufridos sobre una chata en Quebracho, que me había gustado más que las otras porque actuaba un chico al que yo veía en Jacinta Pichimahuida, el alumno más prolijo, el bueno.

Por suerte, a La Patagonia rebelde la dieron primera en el programa doble y así pude ver el final, cuando a Héctor Alterio le cantan el feliz cumpleaños en inglés. Desde aquel momento, en la penumbra del Salón de la Sociedad Española de Totoras, tuve una imagen clara para la palabra “traición”. Me la regaló el cine.

A pesar de que las películas eran prohibidas, en mi casa no había problemas en que las viera. En todo caso, estaban más preocupados por el viaje en el Güemes que por el contenido de las películas. Papá y mamá sabían que al día siguiente, y por toda la semana, me deberían soportar contando cada uno de los detalles de las películas, así que podían dar ellos el punto de vista que deseaban sobre lo que con Carlitos habíamos visto.
Pero una vez no nos dejaron ir.

Ni a mí ni a mi hermano, que tenía dos años más.

No era para menos.

En la Sociedad Española de Totoras se anunciaba, sola, La Mary. Que por primera vez el programa doble fuera simple y que a los chicos de Salto Grande no nos dejasen tomar el colectivo para ir al cine, hablaba de la excepcionalidad del caso y no hacía más que incentivar nuestra imaginación. Era la primera vez que no tenía que inventar sólo el final de la película. Tenía libertad para imaginar todo el film entero. Susana Giménez y Carlos Monzón.

–Parece que se mueren todos en un tranvía.

–Parece que Monzón habla con la voz de otro.

-Parece que Susana Giménez aparece desnuda en toda la película.

–Parece que se acuestan juntos desnudos y las sábanas son transparentes.

–¿Cómo transparentes?

–Transparentes, son como un celofán.

–Pero entonces transpiran mucho.

–Cuando dos se acuestan juntos en una cama, siempre transpiran mucho.

–¿Cómo sabés?

–¡Eh! ¡Tenés pelitos en las manos!

Ni Sandokán en la isla de Mompracem ni Phileas Fog y Passpartout en su vuelta al mundo en 80 días había trabajado tanto por nuestra imaginación como las sábanas transparentes de La Mary.

Por suerte, cuando dieron Juan Moreira fue la segunda del programa doble. Conocíamos el final de la historia de memoria, porque aún a principios de los 70 en pueblos como el mío de la pampa gringa andaban los circos que terminaban su show con sainetes gauchescos. Ya habíamos visto en persona al Sargento Chirino trabuquear a Moreira. Es más, con los chicos ya lo habíamos escupido lo suficiente. Por lo que me enteré más tarde, el papel de Sargento Chirino en los sainetes de los pueblos era casi como un castigo para quien tuviera que interpretarlo. No había función en que los chicos no escupieran al pobre actor y en más de un pueblo cuentan la anécdota como verdadera de que el tipo, el Chirino del momento, tenía que salir corriendo y esconderse en la comisaría, corrido por la ira de unos cuantos pueblerinos a los que se les hacía difícil diferenciar realidad de ficción. Estoy hablando de hace menos de cuarenta años, a poco más de 300 kilómetros de la Capital Federal.

Después vino la dictadura y ya no hubo películas argentinas que nos dejaran inventar finales felices.

En mi pueblo, y supongo que viendo la cantidad de gente que todos los fines de semana tomaba el Güemes para ir a Totoras a ver películas, la Sociedad Italiana reacomodó su enorme pantalla, reacondicionaron las butacas y ¡abrieron un cine! No recuerdo muchos días de alegría tan completa como el día en que entré al cine de mi pueblo, a sólo dos cuadras de casa. Me sentía en Hollywood: salía de casa y ¡a dos cuadras tenía el cine! Es cierto, había algunos inconvenientes menores, pero… ¿qué importaban?

El Turco Aruachán abrió el cine en Salto Grande y se llenaba. Claro que, para abaratar costos, compartía las películas con un cine de otro pueblo, Serodino, a unos cuantos kilómetros del mío, por caminos de tierra. (Hoy me gusta imaginar que habré visto alguna película en la misma copia que Juan José Saer, que era de Serodino). El Salón de la Sociedad Italiana tenía –tiene– techos altísimos y un escenario imponente, que conocíamos de los actos escolares. Ahí fueron y serán las fiestas de casamiento y las de quince y las de conscripción (sí, todos los años, en la época de la colimba, todos los jóvenes sorteados para hacerla se presentaban de traje serio en el escenario y se hacía un baile. Tuve el mío, aunque me había salvado por número bajo. Hace sólo treinta años, a poco más de 300 kilómetros del Obelisco).

Un día, ya a comienzos de los 80, con doble programa de Los Incorregibles –esa de los franceses vagos que recuerdo con alegría supongo que porque no volví a ver jamás– faltando una media hora para terminar la última de la saga, se encendieron las luces del cine. Desde lo alto del balcón interior de la sala el Turco Aruachán salió y gritó para todos: “¡Muchachos, terminó! La moto de Serodino no va a llegar”.

Y pude volver a imaginar el final de la película.

Ya no hay cines en pueblitos como el mío.

Allá se siguen imaginando el final de las películas.

viernes, 19 de marzo de 2010

Un vaso de agua

Hoy se publica en el Crítica una crónica de aquel concierto de Elis Regina en Montreux. La anécdota la conté anteriormente, una noche en la que inexplicablemente Elis sufrió e hizo sufrir a todo su entorno. Por mucho tiempo disfruté del dueto con Hermeto Pacoal, luego supe que eso fue un duelo de titanes, ahora sufro cuando lo escucho.

Cali

Elis & Hermeto

Nelson Motta, 19.03.2010, Diario Crítica

En julio, fui a cubrir para O Globo y la TV Globo el Festival de Jazz de Montreux. La gran estrella de la “Noche Brasileña” era Elis Regina, que después de 15 años había salido de Polygram para firmar con su viejo amigo André Midani en la Warner. La grabación de un disco en vivo en Montreux era parte importante del nuevo contrato, para dar un impulso a su carrera internacional. Con César Camargo Mariano y un pequeño grupo de músicos de alto nivel, Elis montó con César y André un show con sus grandes éxitos, hasta incluso “Upa neguinho”, pocas canciones políticas y, medio contrariada, más de bossa nova de lo que le hubiera gustado: eran obligatorias en el circuito internacional. Los arreglos eran simples y eficientes, como escuché en el ensayo en la víspera del show, pero sin mayores brillos y sorpresas, al menos para los oídos brasileños. Elis estaba nerviosa, pero procuraba calmarse cantando técnicamente, a media voz, repitiendo divisiones rítmicas, ensayando finales. La capacidad del Casino de Montreux estaba agotada hacía días y Hermeto Pascoal, que venía de grabar con Miles Davis e idolatrado en los medios jazzísticos como un “brujo de los sonidos”, haría la primera parte de la “Nuit bresilienne”.

Después del ensayo, impresionado con la multitud que quería ver a Elis y no tenía entradas, el director del festival, Claude Nobs, presionó a su viejo amigo André, que convenció a Elis de hacer una matiné extra, a las tres de la tarde, en el día del show.
En la matiné superllena, Elis arrasó. Cantó con seguridad, técnica y discreta emoción un repertorio de alto nivel, ya muy conocido por los brasileños pero encantador para el público internacional. Hizo el show como si fuese un ensayo general, como una preparación para la gran noche.

A la noche, en el show de abertura, Hermeto Pascoal y sus músicos hicieron que la casa se viniera abajo, fueron aplaudidos de pie durante 15 minutos, con el público gritando y exigiendo más. Después de un intervalo de media hora, con una orquídea azul en los cabellos, como Billie Holiday, Elis entró en el escenario del Casino de Montreux. Con un vestido largo y un peinado que la hacían más vieja, Elis parecía nerviosa y tensa, cansada e intimidada, cuando comenzó a cantar. Con diez minutos de show, transpiraba mucho y parecía exhausta, haciendo mucho esfuerzo para cantar. No cantaba mal, cantaba con precisión y cautela, sin intentar ningún efecto. En las bambalinas André entró en pánico, pensó que Elis iba a desmayarse. Subió al escenario con un vaso de agua, que ella bebió inmediatamente. El show continuó. Para los periodistas brasileños, el repertorio era por demás conocido, los arreglos demasiado discretos y la performance de Elis con mucha técnica y poca emoción, casi burocrática. Sin embargo, los extranjeros estaban maravillados con su afinación, su timbre bellísimo, su técnica impecable, su tensión creativa. En el escenario, Elis sufría intensamente, como si no estuviese haciendo lo que más le gustaba en la vida, sino cumpliendo un doloroso deber. El show terminó con muchos aplausos, pero mucho menos intensos de los que había recibido Hermeto. Elis estaba exhausta y salió rápidamente del escenario. En medio del griterío, Claudio Nobs llamó de vuelta a escena a Hermeto Pascoal, que vio todo el show de Elis desde bambalinas. Recibido con una espectacular ovación, el brujo albino se encaminó victorioso para el piano, en tanto, de sorpresa, Claudio llamaba de vuelta a Elis Regina.

Siempre altamente competitiva, Elis sabía que había perdido la noche con Hermeto. Frustrada y furiosa, entró en el escenario pisando duro y sonriendo tensa al público. Silencio total, piano y voz. Hermeto empieza a tocar “Corcovado” cuando Elis comienza a cantar, sus armonías brotan del piano haciendo cada vez más difícil para Elis –o para cualquier otro cantante del mundo– mantenerse dentro de la misma tonalidad, tantas y tan sofisticadas son las transformaciones que Hermeto impone, convirtiendo el viejo clásico casi irreconocible, genialmente irreconocible. Y Elis, ahí, respondiendo a todos los saques del brujo con una precisión que lo espantaba y hacía cambiar aún más los rumbos de una canción no ensayada.

En la cuerda floja y sin red, Elis cantaba como una bailarina, como una guerrera, como un músico. Hermeto arreglaba sus ojos rojos detrás de los lentes. Elis crecía con cada nota, con cada frase de sus improvisaciones y scats, con cada compás de su duelo con Hermeto. Fueron delirantemente aplaudidos. Cuando Hermeto comenzó a tocar “Garota de Ipanema” (que Elis odiaba y había jurado que jamás cantaría en su vida), se enojó. Pero rápidamente se recuperó y cantó, con todo el vigor, como si fuese la última canción de su vida, improvisó como una negra americana, puso el tema patas para arriba, provocó a Hermeto, voló con él delante de la platea electrizada. Con el público de pie, “Asa branca”, Elis y Hermeto en el round final, el baión de Luiz Gonzaga en ambiente free jazz y atonal, armonías jamás soñadas cruzándose con frases audaces de Elis, cambios bruscos de ritmo y de construcción, propuestas y respuestas, tiros cruzados, arte musical de altísimo nivel protagonizado por dos virtuosos. A mi lado, mi viejo amigo Nesuhi Ertegun, ahora vicepresidente de la Warner americana, estaba pasmado, lívido. Experimentado crítico de jazz, que acompañó la carrera de Miles Davis y otros genios, Nesuhi, dijo que raras veces había sido testimonio de un dueto tan emocionado y tan técnico, tan audaz. Salió del Casino eufórico, invitándome para que celebrásemos una cena con André y Elis.
Festejada por Nesuhi, Elis fue sin ganas, casi no habló pero le dijo a André, amenazadora:
“Este disco no va a salir, ¿no?”.

André no respondió pero Elis sabía que el disco en vivo en Montreux podía impulsar su carrera internacional. No saldría. Porque ella no quería, porque sacando los números con Hermeto creía que el resto no valía la pena, que no había cantado bien. Creía que había errado un penal. De vuelta a Brasil, exigió de André un juramento de que nunca lanzaría aquella grabación, nunca, ni después de que ella murimageiese.*


*La promesa, por suerte, no fue cumplida y hoy se consigue el disco con la grabación del 20 de febrero de 1979
Live in Montreux.
Noites tropicais, solos, improvisos y memórias musicais. Objetiva. 2000.

El dueto

Reportaje a Elis.


lunes, 15 de marzo de 2010

Cuenta en el Sol

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Hoy en su programa de TV, Luis Majul dedico un tiempo para registrar una tragedia invisible pero en el contraste mas brutal, los desamparados de todo que duermen en la recova de la AFIP. Realidad que mereció un comentario en el blog (Alma de Piedra) la vez que lo vi con la crudeza de una madrugada fría, como son todas las madrugadas.

Me viene la imagen de tantos que por estos días se ríen irónicos y sabiondos acerca del “modelito” chileno, ya que el terremoto desnudó desigualdades y tensiones sociales latentes. Como si en Argentina, a la menor inundación, no tienen que estar los vecinos a los tiros para que no les saqueen todo. Recuerden episodios recientes y más lejanos, y sin mediar desastres incomparables como el sufrido por Chile. Con sensibles así, como no van a ser invisibles los que a esta hora están tirados al frío al desamparo de todo.

Cali

sábado, 13 de marzo de 2010

El sonido del elefante

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¿De dónde salía el elefante de "Elephant Talk"? Esa pregunta es representativa de algo que me viene pasando con los años, yo ya no sé de dónde salen los sonidos ni qué corchos son algunos instrumentos que veo arriba de un escenario. Por supuesto que no tuve sorpresas con el stick, pero sigo sin entenderlo. Hubo un tiempo en que sabía, o presumía saber lo que ocurría arriba de un escenario. Ahora la tecnología me superó y los loops, samplers y la mar en coche me dejan confundido. Nada malo, todo lo contrario, ahora miro al que toca el bombo pensando que en realidad es el que dispara loops con la voz del Chango NIeto, todo bien, más sorpresa.
Bueno, Tony Levin, una máquina. Mastelotto pegando palazos como para derrumbar la muralla china. Stick Men, como dice esta nota de D.Amiano, un “power trío”, pero muy excéntrico.   
Cali
concierto demoledor
Stick Men, el grupo liderado por Tony Levin, se presentó en el teatro ND/Ateneo
Viernes 12 de marzo de 2010 , La Nación
Un concierto demoledor
Recital de Stick Men, con Tony Levin y Michael Bernier en stick, y Pat Mastelotto en batería, loops y efectos. 
Demoledor. Stick Men en acción cumple con todos los requisitos de un power trío tradicional de rock (energía, virtuosismo, clímax), pero con la curiosa formación de dos sticks y batería.
Anteanoche, en el primer show de la banda de Tony Levin, quedó claro qué quería decir eso de que el grupo tiene "la sensibilidad de King Crimson". No se trata de una agotadora exhibición de virtuosismo, sino de una combinación de buen gusto y técnica en busca de la canción.
La música de Stick Men propone un complejo tramado de pulsaciones, melodías y percusiones en busca de estructuras no tradicionales, para lo cual Pat Mastelotto resulta un factor fundamental. No se trata de un baterista ortodoxo. Esto quiere decir que no se limita, casi en ningún momento del show, a llevar simplemente el ritmo.
Su trabajo es mucho más complejo. Por momentos parece un pianista desquiciado que sostiene sobre sus notas percusivas ese diálogo de intensidades que mantienen Michael Bernier (al que su compañero presentó como uno de los mejores del mundo) y Levin, que utilizan sticks similares, de 12 cuerdas, con infinitas posibilidades sonoras, de timbre y de intensidad.
Por supuesto, los fans de Crimson que colmaron la sala ya saben de la sensibilidad y maestría de Levin, y conocieron a Mastelotto como coequiper de Bill Bruford cuando el grupo renació en la Argentina, en 1994, pero aquí su rol es mucho más complejo y completo. Mastelotto es la pared sobre la cual los sticks -que cumplen a la vez el rol de bajo, guitarra y sintetizador- dan forma a sus murales.
Los temas del grupo se desarrollan sobre esa estructura, en constante movimiento, donde la repetición y el minucioso tejido de las cuerdas dan lugar a un juego demoledor. Tanto en los cuatro movimientos del ballet Pájaro de fuego , de Stravinsky, como en "Scarlet Wheel" o "Inside the Red Pyramid", se busca un clímax apacible, con pocas exaltaciones, donde la melodía se expande hasta agotar sus variaciones.
Otros temas se construyen sobre escalas obsesivas, melodías cruzadas y variaciones rítmicas y de timbre que consiguen un efecto devastador. "Soup", "Tsunami Surfing", "Sasquatch" y "Hands" dejan sin aliento. Por supuesto, el momento de mayor explosión llega con las versiones de clásicos de Crimson. El primero en aparecer es "Red", y para sorpresa de todos, Mastelotto es el que juega libremente y cambia las apoyaturas mientras la melodía sigue intocable.
Un recuerdo para atesorar es la demoledora versión de "Indiscipline". La obsesión frippeana en su máxima expresión, con Mastelotto que, a esta altura, es un demonio con palillos. Como broche de oro y cierre del show, "Elephant Talk", tema que abre el álbum Discipline y que consagra el stick en el rock, hace que todos volvamos a casa satisfechos y agotados por esa energía que nos atravesó por un par de horas, para siempre.
Daniel Amiano

martes, 9 de marzo de 2010

Anónimo dijo…

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Me siguen dejando basura de manera constante en forma de mensajes en las entradas del blog. Me tienen harto.

A prepararse para Tony Levin

domingo, 7 de marzo de 2010

Bajar un cambio

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Como por un tobogán nos deslizamos semana tras semana en un estado de nerviosismo e inestabilidad como pocas veces desde el retorno a la democracia. Sin duda los acontecimientos de 1989 y 2001/2002 marquen picos de esas características.La presente les sigue de cerca.

La diferencia con aquellos episodios es que nada ha estallado ni se ha caído. Se trata de una atmósfera generada básicamente por el estilo K. Ese estilo de “todo o nada” con que se da cada paso. Donde lo que debería ser una discusión, o donde debería haberla, rápidamente se convierte en una especie de coyuntura final donde se juega el destino de la nación.

Toda crítica o impedimento que los K encuentran a su paso son calificados inmediatamente de “destituyentes”. En esas condiciones, es muy difícil vivir en algo que se asemeja a la normalidad.

crispar.1. tr. Causar contracción repentina y pasajera en el tejido muscular o en cualquier otro de naturaleza contráctil. U. t. c. prnl. 2. tr. coloq. Irritar, exasperar. U. t. c. prnl.

Crispación es la palabra más utilizada para definir el estado en que vivimos. Por supuesto hay una cantidad de gente que la rechaza fervientemente (con crispación!).  

El estilo de gobierno K nunca me convenció, pero nunca había llegado tan lejos. En estas últimas dos semanas hemos descendido a niveles realmente preocupantes en las divisiones que permanentemente trazan. Divisiones que van permeando hacia toda la sociedad porque absolutamente todo es parte de un campo de batalla y los K no dejan a nadie en un terreno neutral.

image He visto desfilar en las últimas semanas a figuras como Diana Conti que ejercen un exasperante estilo de defensa del gobierno que consiste en calificar de “antipatria” a los que tiene en frente. Hacía mucho que no aparecían esos calificativos. Pero aparecen antagonismos nuevos:  “País Virtual” o “País Real”, “Clarín” o “Ley de Medios”, etc.

No tengo dudas en lo que voy a decir: los K prefieren una crisis institucional que los eyecte del poder antes que finalizar su ciclo con una derrota electoral que implique un cambio de gobierno. Juegan a todo o nada.

Los “enemigos” que no paran de inventarse y de generarse al divino botón, no sólo falsean la verdad sino que además generan hartazgo y malestar. Las discusiones se han envenenado en la Argentina.  

Este artículo de Santiago Kovadloff me resultó sumamente verídico cuando lo leí en su momento. Pasadas unas semanas de su publicación  su valor se agiganta. Tener en cuenta que fue escrito antes del nuevo sainete en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional.

Lo comparto.

Cali

 

Las huellas del rencor

Santiago Kovadloff
LA NACION, Viernes 26 de febrero de 2010

Tras la asunción de Raúl Alfonsín como presidente de la Nación, en diciembre de 1983, buena parte de los intelectuales argentinos se entregó a una disputa enconada: determinar quiénes, entre ellos, habían contribuido realmente al derrumbe del proceso militar. Es decir, si aquellos que, por distintas razones, se habían ido del país durante los años de plomo, o aquellos que habían permanecido en él.

La feroz intransigencia con que esos hombres y mujeres, lúcidos en tantos aspectos, necesitaron agredirse unos a otros, dio forma a dos bandos irreconciliables, empeñados en demostrar que la única conducta adecuada había sido la propia. Esa confrontación implacable dañó profundamente la cultura del país, pero no sorprendió sino a los distraídos. Probó, una vez más, que en nuestra turbulenta historia nacional el maniqueísmo preservaba, intacto, su lugar protagónico.

Casi treinta años después, aquella dicotomía encarnizada vuelve a ganar la plaza. El propósito de instrumentar políticamente la tendencia a las contraposiciones tajantes y al enfrentamiento sin mengua doblega, de nuevo, nuestro discernimiento. Pero ya no se trata sólo de los intelectuales. Los Kirchner advirtieron mejor que nadie lo alta que podía llegar a ser la rentabilidad de esa disposición a la intolerancia, a la subestimación franca del derecho y el parecer ajenos. Y supieron capitalizarla. En ella fundaron su concepto del poder. A ella sometieron la práctica de la ley y la democracia, la caracterización del adversario y el destino de la República.

Hoy, las huellas del rencor se multiplican. Rebasan los muros del cenáculo intelectual y se proyectan sobre la vida cotidiana. El rencor está en la calle. Se alimenta, al igual que Asterión, de carne humana.

Alentado por el oficialismo mediante un discurso reduccionista, cuyos acentos sobresalientes son el desprecio y la jactancia, ese rencor se asienta en disyuntivas tajantes por las que aún se muestran atraídos muchos argentinos. No hay matices. No hay término medio. El Bien y el Mal lo absorben todo. No hay lugar para nadie que no esté adscripto a uno de estos polos. Se trata de optar entre la mentira y la verdad.

image Las huellas del rencor ya se advierten en las relaciones interpersonales. Se plasman más allá de la disidencia entre intereses económicos o sectoriales. Más allá de las tensiones razonables entre el Estado, los gremios y las corporaciones. El rencor ha irrumpido en la intimidad. Amistades de muchos años ven quebrantada su fortaleza por la imposibilidad de disentir sin violencia cuando se habla de política.

La crispación brutal con que el matrimonio gobernante suele tomar la palabra ejerce su efecto deletéreo sobre quienes, conversando, se deslizan de pronto hacia la actualidad y terminan enfrentados con la misma saña con que pudieron haberlo hecho, hace cinco siglos, católicos y protestantes o, hace siete décadas, quienes se mostraban a favor o en contra del Eje. No hay transigencia.

La irreductibilidad de las posiciones campea sin freno y obstruye el intercambio de ideas cada vez con más frecuencia y en las circunstancias más inesperadas: en la casa de un amigo, en un almuerzo entre compañeros de trabajo, en un encuentro nocturno de parejas cercanas.

Es indudable que, en la Argentina, ha renacido cierto interés por la política. Pero con más energía aún se ha diseminado el odio al disenso, la necesidad de ahogar en la uniformidad de criterio toda discrepancia.

image Siguiendo el patético ejemplo brindado por el Gobierno, un pronunciado sectarismo empieza a advertirse en la vida privada.

La desconfianza generada por las disidencias políticas desbarata la espontaneidad e impone cautelas y suspicacias que envenenan los vínculos. Poco a poco se ha ido extendiendo la convicción de que no hay convivencia posible con quienes sostengan una opinión distinta de la propia.

La tesis paranoide desplegada por un oficialismo que se considera emplazado por enemigos y detractores que no dejan de conspirar influye en el mundo de los afectos y fragmenta aún más a una sociedad ya escindida. Es sobre todo en la clase media donde los desacuerdos políticos operan con furia inaudita; es allí donde la radicalización en los juicios se deja ver con más evidencia y donde alcanza su poder de ruptura más hondo.

Sé de muchos que, en ambientes ideológicos con los que están identificados, ya no se atreven a pronunciar los nombres de aquellas personas a las que estiman, pero que no comparten con ellos un mismo diagnóstico sobre la realidad. Temen el repudio de los suyos. Temen despertar la ira e, incluso, la duda sobre su fidelidad al credo común. Una autocensura creciente desplaza a la libertad de juicio y va ampliando la lista de indeseables que ya no deben formar parte del círculo de allegados.

La incidencia de lo político puede más que lo afectivo y la necesidad de consensos sin fisura empieza a preponderar donde anteriormente reinaba el placer de conversar en un clima sin restricciones. Y así como la pareja presidencial no se cansa de repetir que o se está con el país (es decir, con ella) o se está contra el país (es decir, contra ella), así proceden también quienes, no tolerando la menor discrepancia con su comprensión de los hechos, prefieren poner fin a relaciones hasta ayer entrañables antes que rever sus rígidos principios.

Por supuesto, sería abusivo pretender que la responsabilidad fundacional de todo esto la tienen los Kirchner. Ellos no son sino los instigadores de una sensibilidad cuyas raíces se nutren en lo más sustantivo de nuestra identidad. Los Kirchner son oportunistas. Hábiles aprovechadores. Han sabido cebar a una bestia nunca del todo enjaulada y de probada veteranía en el arte de colonizar el corazón de los argentinos.

Mediante un discurso de acentos invariablemente destemplados y agresivos, el matrimonio presidencial ha logrado manipular esa arraigada propensión nacional a la confrontación y la intolerancia. Ha sabido hacerse portavoz de un reduccionismo burdo y violento que doscientos años de historia no parecen haber atenuado.

image Nos guste o no, los Kirchner, al pronunciarse, no muestran únicamente lo que son. Muestran también lo que, como Nación, todavía no hemos dejado de ser: subestimadores infatigables de todos aquellos que no coinciden con nosotros, depredadores constantes de oportunidades y recursos, republicanamente irresponsables, desdeñosos de la ley.

Expresión, en suma, de una incultura cívica que no conoce distinciones de clases, ni de propósitos o de partidos. Somos idólatras de nuestras propias creencias y enemigos incansables de las ajenas.

Mucho se ha dicho acerca de lo saturada que está la mayoría de la sociedad a raíz del hostigamiento a que la somete el proceder de la pareja gobernante. Para probar el espesor de ese hartazgo, suele hacerse referencia al pasado 28 de junio.

Entonces ”se nos recuerda” la gente votó contra ese modo prepotente y demagógico de practicar la política.

Pero no debe olvidarse que ello no excluye la disconformidad popular con la conducta de los líderes opositores. Es innegable que se les brindó un voto de confianza. Sin embargo, simultáneamente, se les hizo un reclamo de mayor madurez. Conviene, por eso, ser cautos.

No menos errática en su modo de ejercer la política, no menos fastuosa en el autoelogio, oportunista, presuntuosa y contradictoria, además de esquemática y conceptualmente anémica, se muestra la mayoría de los candidatos que hoy disputa a zarpazos el liderazgo de la oposición.

Por eso la atención de la gente no se concentra ante todo en ella sino, cada vez más, en la acción parlamentaria. No deja de ser un signo de salud cívica encomiable el hecho de que, en un escenario como el actual, el interés público se oriente hacia las tareas del Congreso.

Allí está, antes que en las promesas grandilocuentes de los candidatos prematuros, la clave del porvenir programático del país. De un país que necesita recuperar no sólo calidad institucional y justicia social auténtica. Necesita, igualmente, volver a depurar la vida privada. Desbaratar el miedo y el prejuicio. Confiar otra vez en el diálogo y alentar la tolerancia.

© La Nacion

Santiago Kovadloff es profesor de Filosofía y escritor. Sus últimos libros de ensayos son Una biografía de la lluvia y El enigma del sufrimiento.

viernes, 5 de marzo de 2010

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Resulta que no tengo muchos más adjetivos que aportar sobre este tema. Ya relaté mi experiencia personal a lo largo de los años con la basura informática. A veces uno escribe cosas casi como esperando que el efecto catártico de hacerlo neutralice el mal descripto. Pero esa esperanza es una bobada.

La estupidez y la violencia tienen fuentes de alimentación infinitas, pareciera no haber conjuro contra eso.

No sólo el bombardeo de spam automático a través de “comentarios” a este blog continuó, y creo se incremento en esta última semana. Hace un par de días un “hacker” inhabilitó la página que realizo con algunos colegas, “energiaslimpias.org”. La página fue hackeada y sólo era posible ver la joya que muestro arriba (captura de pantalla) hasta hace unas horas nada más.

Nada nuevo que no haya dicho en Basura (2.)Cero. Sólo que mi experiencia personal se sigue incrementando en este menester de tener que salir desesperadamente en busca de ayuda, revolver por todos lados tratando de encontrar la forma de no perder valiosa información y muchas horas de laburo de mucha gente.

¿Hackeó la página alguien a favor de la energía nuclear? ¿alguien que considera que el cambio climático es una macana? Nada indica eso. Es un idiota perfecto que muestra su existencia de este modo. El desprecio de esta gente por el prójimo, por el trabajo de los demás y el desprecio hacia su propia libertad e intelecto es alarmante.

Punto.

Miremos otra película. Aquí el gran Jackson Browne con sus amigos haciendo campaña antinuclear desde su ONG “nukefree.org” manteniendo la misma llama que la de los 70 cuando generó MUSE (Musicians United for Safe Energy).