sábado, 28 de diciembre de 2013

¿Puede la energía solar ayudarnos ante los cortes de energía?

Esta es una pregunta bastante recurrente que me han hecho en las últimas semanas dada la ola de calor que atravesamos y los cortes en el suministro eléctrico que se han hecho (una vez más)recurrentes y muy prolongados.

Dada las situaciones verdaderamente dramáticas que se viven al conjugarse las temperaturas extremas, el clima particularmente agobiante en las grandes urbes y la falta de electricidad, se deben adoptar medidas  de emergencia que permitan restituir lo antes posible algunos servicios esenciales, particularmente en los edificios (bombeo de agua, energía ascensores). La respuesta tradicional para restituir el servicio en aquellos sitios donde es esencial sostener el suministro eléctrico, es colocar grupos electrógenos. Entonces la pregunta inicial es si esta respuesta de emergencia, basada en combustibles fósiles, podría ser reemplazada por fuentes limpias, como la energía solar.

La respuesta es NO, pero también puede ser SÍ.

Empecemos por el SI.

Generación renovable del lado de la demanda

La aplicación de las energías renovables de forma distribuida, generando energía en el mismo sitio donde se utiliza -del lado de la demanda- es un campo inmenso que aún no se ha explorado en nuestro país. Es en aplicaciones hogareñas o en edificios corporativos donde la energía solar fotovoltaica, por ejemplo, tiene un potencial inmenso y puede desarrollarse rápidamente. La generación solar y eólica a baja escala, lo que suele denominarse microgeneración, tiene aquí un nicho muy interesante, entre otras cosas, porque compite con el precio final de la energía, el precio que paga el usuario final, lo que facilita su amortización y una más rápida implantación.

No existen inconvenientes técnicos ni se requieren modificaciones estructurales en las redes eléctricas para comenzar a integrar generación distribuida desde los usuarios. En la Argentina existen desde hace más de 10 años experiencias puntuales de instalaciones fotovoltaicas integradas a la red, pero al no estar permitidas dentro del marco regulatorio actual ni, muchos menos, contar con un régimen de promoción, no se ha pasado de la etapa demostrativa.[1]

Instalación fotovoltaica integrada a la red y paneles térmicos en Greenpeace (Bs.As.)

La energía fotovoltaica y la eólica de baja escala ya son económicamente competitivas en múltiples aplicaciones en sitios donde el suministro eléctrico (red pública) no llega. Así muchos hogares, escuelas, hospitales, puestos de servicios públicos, etc. cuentan con un suministro de electricidad gracias a estas fuentes. Pero éstas también tienen un rol valioso y económicamente conveniente generando para los usuarios de los servicios de distribución eléctrica. La energía fotovoltaica, por ejemplo, puede ser utilizada en las ciudades convirtiendo directamente su energía a corriente alterna para el consumo de los usuarios y volcando los excedentes producidos a la red pública. De ese modo el propietario tendría un medidor bidireccional que contará su consumo y descontará lo aportado por sus paneles a la red general. Esto ya ocurre en muchos países. La energía solar puede así ser masivamente introducida en las ciudades de modo tal que muchos techos y espacios urbanos actúen como auténticos generadores.

La generación distribuida permite aprovechar el potencial de las fuentes renovables a baja escala disminuyendo la demanda de generación desde los grandes centros de producción (centrales térmicas, hidroeléctricas, etc.) y, al mismo tiempo, hace más eficiente al sistema de distribución equilibrando demandas y disminuyendo las pérdidas de energía por transmisión a través de las redes a grandes distancias. La generación renovable del lado de la demanda está íntimamente ligada a una política de uso racional de la energía y es parte esencial a la hora de diseñar un futuro energético con gran integración de renovables.

Aunque existen diferencias regionales y estacionales muy significativas, en la mayor parte del territorio nacional se recibe una insolación muy importante y favorable para el uso de energía solar. La zona centro del país posee una insolación de unos 1.600 kWh/m2/año que es un excelente recurso, comparable con las regiones más insoladas de Europa y donde mayor potencia solar instalada se encuentra. Hacia el norte del país las condiciones son aún más atractivas para el uso de esta fuente de energía. Todo el territorio nacional posee buenas condiciones para aprovechamientos de micro-generación tanto eólica como solar.

La solar fotovoltaica se aproxima cada vez más a precios competitivos con la electricidad de la red. imageLos resultados de la segunda edición del estudio “PV Grid Parity Monitor” para el sector residencial, muestran que la paridad de red fotovoltaica (momento en que el costo de generar electricidad fotovoltaica es igual al costo de la electricidad de la red) ha avanzado para el segmento residencial en varias de las ciudades analizadas en su último informe, principalmente gracias a la disminución de los costos de instalación.[2]

El mencionado estudio pone de manifiesto que en el segmento residencial la tecnología fotovoltaica ya es competitiva frente a los precios minoristas de electricidad en muchas ciudades (por ejemplo en Sidney, Australia, en México D.F., en las ciudades de Roma o Palermo, en Italia, en Madrid, España, o en algunas regiones de Chile).

Para que el mercado de las renovables de uso residencial pueda desarrollarse, es necesario reducir las barreras administrativas y crear o mejorar los mecanismos regulatorios, por ejemplo las regulaciones de “net-metering”, para permitir así a los “auto-consumidores” volcar a la red su excedente de energía en condiciones atractivas. En el caso de nuestro país, los bajos precios de la electricidad residencial nos alejan de los precios de paridad, pero mediante incentivos apropiados, esa brecha puede acortarse.[3]

Un paso que puede ser muy significativo en este campo es la conformación en el 2011 de la Instalacion FV (pergola) edificio TANDAR (CNEA) en el marco del proyecto IRESUDiniciativa llamada IRESUD que procura generar una base de experiencia en relación con la interconexión a la red eléctrica de sistemas solares fotovoltaicos distribuidos, contemplando tanto cuestiones técnicas, económicas, legales y regulatorias. La iniciativa está conformada por dos organismos públicos, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la Universidad Nacional de San Martin (UNSAM), y 5 empresas privadas.[4]

Las renovables a baja escala tienen un rol muy importante no sólo produciendo electricidad en los propios domicilios de los consumidores. También la solar térmica (colectores solares) tiene un rol significativo generando calor para sistemas de calefacción/refrigeración y calentamiento de agua por medio de calefones solares. Esta opción es una herramienta muy poderosa para disminuir demanda energética, por ejemplo, desplazando consumo de gas. Estos sistemas son ya competitivos y permitirían ahorros económicos muy importantes, particularmente, para los usuarios que consumen gas envasado, más caro que el distribuido por red.

La expansión de la solar térmica tiene el doble beneficio de generar ahorros de un suministro crítico como el caso del gas y tener, al mismo tiempo, un impacto social importante al permitir ahorros económicos en la población con menos recursos que hoy utiliza garrafas para el calentamiento de agua. Sin embargo es muy baja su implantación a pesar del excelente recurso solar disponible. Se estima unos 50.000 m2 de sistemas solares térmicos en operación en la Argentina, mientras Brasil contaba ya con cerca de 4.500.000 m2 a finales de 2011. Esta asimetría se debe básicamente a la ausencia de una política de promoción de la tecnología solar térmica y al bajo costo relativo de la energía, debido a los importantes subsidios aplicados a la demanda.

La solar térmica permitiría disminuir la demanda eléctrica y de gas domiciliaria y debiera ser parte de una política de implantación de las energías renovables en el lado de la demanda, del lado de los consumidores. Se estima que por cada 1.500 m2 de solar térmico operando se produce un ahorro energético equivalente a 1,6 GWh por año. Estimando una proyección potencial de 6.000.000 m2 (0,15 m2/hab.) eso representaría un ahorro de 6.400 GWh al año, un 5,3% de la demanda total del Mercado Eléctrico. Un valor comparable a la energía generada por las plantas nucleares.[5]

Para el caso de la energía solar fotovoltaica la situación es muy importante en términos de su desarrollo reciente, ya que su promedio de crecimiento anual global durante los últimos 10 años es del 48%, habiendo alcanzado la marca de 100 GW en el último año.

El mercado de solar fotovoltaica se segmenta en dos grandes aplicaciones. Por un lado están las instalaciones de generación fotovoltaica que operan como grandes generadores en el mercado eléctrico mayorista (utility-scale PV) y por otro, las aplicaciones de generación distribuida integradas a la red (rooftop PV). Esta últimas generan energía desde el lado del usuario en instalaciones hogareñas, edificios o industrias. La principal componente en el desarrollo del marcado de solar fotovoltaica está dada por estas aplicaciones distribuidas. En el siguiente gráfico se puede ver cuál ha sido la dinámica de las distintas fuentes durante el año 2012 en Europa, allí se puede ver la dimensión del mercado de solar fotovoltaica distribuida (Rooftop PV) 

Capacidad neta de generación añadida en EU 27 durante 2012 (MW)

image

Esta generación distribuida permite que a la red de distribución eléctrica ingrese energía desde diversos puntos cercanos al consumo, de este modo se evitan pérdidas por transporte de energía y el sistema es más eficiente en su conjunto. Además esta generación distribuida permite que las redes no se vean sobrecargadas al tener que soportar grandes flujos de energía desde un extremo, del lado de la generación a gran escala, hasta los hogares, el otro extremo, la demanda. Es  decir que la energía solar distribuida en la red permite construir un sistema más robusto para hacer frente a los momentos críticos de  mayor demanda. 

La evolución lógica, para la que Argentina viene con enorme retraso, son las llamadas “redes inteligentes” que permiten administrar con máxima eficiencia las diversas fuentes, tanto a gran escala como distribuidas, ajustándose a las demandas de los usuarios.

El sistema eléctrico actual se construyó hace más de cien años. Suministra energía eléctrica a los consumidores comerciales y residenciales, y atiende una demanda que no deja de crecer. Además, se trata de una relación unidireccional: los consumidores son receptores pasivos y no pueden participar como posibles productores domésticos. La mayor parte de la capacidad de generación actual está basada en combustibles fósiles. Para satisfacer tanto la demanda creciente de energía eléctrica, como la necesidad de reducir las emisiones de CO2, es necesario un sistema eléctrico que pueda dar respuesta a estos desafíos de forma sostenible, fiable y viable económicamente.

 

Las redes inteligentes suministrarán más electricidad para atender la demanda creciente, mejorarán la fiabilidad y calidad de la generación, aumentarán la eficiencia energética y serán capaces de integrar en la red a las fuentes renovables, en sus diversas aplicaciones, tanto de alta potencia, como en generación de baja escala. Estas redes tienen la capacidad de responder a la demanda y equilibrar el consumo eléctrico con la generación, así como también tienen el potencial de integrar nuevas tecnologías de almacenamiento de electricidad, y permiten la utilización a gran escala de vehículos eléctricos.


Los sistemas eléctricos sufrirán una importante evolución, mejorando su fiabilidad y reduciendo las pérdidas, las inversiones necesarias, y los costos de mantenimiento. La red, al ser más inteligente, mejorará el control sobre los costos energéticos y será una fuente de energía más fiable para los consumidores, los que podrán producir su propia energía y venderla a las distribuidoras. Los beneficios ambientales de las redes más inteligentes incluirán la disminución de los picos de demanda, la integración de más fuentes renovables y la reducción de emisiones.

 

En síntesis, la integración de la generación solar distribuida en la red (del lado de la demanda) ayuda a  configurar un sistema más fiable,  y por ende, capaz de enfrentar (evitar) las situaciones críticas de alta demanda como las que estamos atravesando. Además permite avanzar  en la dirección correcta configurando una red  eléctrica preparada para los desafíos de este siglo.

 

Ahora veamos por qué NO puede solar dar respuesta a la crisis energética ya desatada.

Para hacerlo transcribo un reciente informe que publicamos en la Agencia de Protección Ambiental (APRA) de la Ciudad  de  Buenos Aires.


 

Ejercicio: cálculo de la factibilidad de utilizar energía fotovoltaica para reemplazar el uso de grupos electrógenos ante los cortes de energía en las redes de distribución

Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires

Gerencia Operativa de Cambio Climático y Energía

Diciembre 2013

La crisis del sistema eléctrico nacional se evidencia en cada uno de sus segmentos. En épocas de temperaturas extremas, como las actuales, queda expuesta la fragilidad del sistema de distribución eléctrica. Las redes de distribución no están preparadas para sostener los altos consumos que se producen cuando subsisten olas de calor como las registradas en los últimos días de diciembre.

Los cortes de energía eléctrica se tornan frecuentes y cada vez más extendidos. Hasta tanto no se efectúen las debidas inversiones para adecuar dichas redes frente a un consumo que ha ido incrementándose, se deben adoptar medidas de emergencia para enfrentar la coyuntura y disminuir los múltiples inconvenientes que se provocan.

La utilización de grupos electrógenos se hace inevitable a la hora de poder sostener los consumos esenciales en edificios, oficinas, servicios públicos y actividades comerciales que no pueden ser interrumpidas. También las medidas de ahorro energético de emergencia son una respuesta adecuada para enfrentar la coyuntura (ver Anexo).

En este ejercicio verificamos si tal sistema de back up podría ser realizado por fuentes renovables como la solar y se puede ver que, en prácticamente ningún edificio, se podría instalar la cantidad de módulos fotovoltaicos necesarios para cubrir las demandas de energía básica de un edificio, ni siquiera para los meses de mayor generación solar. También la dimensión del banco de baterías es inviable en la mayoría de los edificios.

Esto no quiere decir que la generación fotovoltaica no sea eficaz y muy positiva su implementación masiva en el ámbito urbano, pero tales sistemas deben estar integrados a la red de distribución de manera tal que funcionen como micro-generación que se inyecta en diferentes puntos de la red. Esa generación distribuida hace más eficiente y robusto al sistema de distribución en general.

Para comenzar a utilizar masivamente la generación solar distribuida es necesaria una nueva regulación nacional que permita a los usuarios ser generadores e intercambiar con las distribuidoras sus excedentes. Esta es la solución estructural para tener redes más confiables y eficientes.

En las siguientes páginas se realiza un ejercicio de dimensionamiento de la necesidad de paneles fotovoltaicos para actuar como reemplazo de los grupos electrógenos. Se calcula la superficie necesaria para cubrir con módulos fotovoltaicos suficientes para abastecer los consumos de ascensor, bomba de agua y luces de emergencia de dos edificios.

Ejercicio

1) Cálculo de demanda de energía

kWh/día

Edificio de

6 Pisos

14 Pisos

Ascensor

16.5

16.5

Bomba

6.7

12.2

Iluminación

5.6

11.2

Total

28.8

39.9

Se estima la demanda de energía para un ascensor, una bomba de agua y luces de emergencia para dos edificios: uno de 7 pisos y uno de 14 pisos.

En cada caso se considera:

El ascensor tiene una demanda de energía promedio de 16.5 kWh por día (una potencia de 3.3 kW, con un uso de 5 horas diarias en promedio).

La bomba del edificio de 7 pisos consume 6.7 kWh al día (una bomba de 3 Caballos, bombeando 3 horas al día) y la del edificio de 14 pisos consume 12.2 kWh al día (una bomba de 5.5 caballos, bombeando 3 horas al día).

La demanda para iluminación se considera de 100 W por piso, durante 8 horas al día: 5.6 kWh al día para el edificio de 7 pisos, 11.2 kWh al día para el edificio de 14 pisos.

En total, entonces, el edificio de 7 pisos consume 28.8 kWh/día[6] para servicios esenciales, y el edificio de 14 pisos requiere de 39.9 kWh/día.

2) Cálculo de Insolación y generación por W pico instalado

 

Insolación

Generación

 

kWh/m2/día

kWh/kWp/día

Invierno

2.2

3.3

Promedio

4.7

4.8

Verano

7.1

5.0

Se obtienen datos de radiación para la ciudad de Buenos Aires del sitio web de la NASA https://eosweb.larc.nasa.gov/sse/RETScreen/

Se analizan:

La radiación solar promedio, sobre un plano horizontal, es de 4.65 kWh/m2/d

La radiación solar en enero es de 7.05 kWh/m2/d

La radiación solar en junio es de 2.22 kWh/m2/d

Se considera también un 10% de pérdidas en el sistema, y una corrección por efecto de temperatura para el mes de enero de 15% (al aumentar la temperatura, la eficiencia de los módulos fotovoltaicos disminuye).Paneles solares utilizados en la oficina de Greenpeace Argentina

Dado que los módulos no se colocan horizontalmente, sino con una inclinación óptima, se corrige la insolación: en promedio, la insolación sobre el plano inclinado es un 15% mayor a la del plano horizontal; en el mes de junio, la insolación es un 66% mayor en el plano inclinado, mientras que en enero es un 7% menor.

En conclusión, tenemos que un kW de potencia solar genera 5 kWh de energía al día en un día caluroso de verano, 3.3 kWh al día en invierno y 4.8 kWh/día en promedio.

3) Cálculo de necesidad de potencia y cantidad de módulos

 

Cantidad de Módulos Necesarios (250 W)

6 Pisos

14 Pisos

Invierno

36

50

Promedio

26

34

Verano

24

32

Para abastecer un edificio de 14 pisos (39.9 kWh / día) con energía solar durante el invierno (3.3 kWh/kW/día), se necesitan 12 kW de potencia solar.

Si no se requiere cubrir la demanda de invierno, que es la más desfavorable para la generación solar, sino sólo la demanda promedio (la mitad de los meses del año), se necesitan 8.3 kW de potencia solar.

Si sólo se requiere cubrir las demandas de los días de verano (5 kWh/kW/día), se requieren 7.9 kW de potencia solar.

De igual manera, para un edificio de 7 pisos, se necesitan 8.7 kW de potencia fotovoltaica para el invierno, 6 kW para el mes promedio y 5.7 kW para el verano.

Para aplicaciones de estas potencias, lo más conveniente es conseguir módulos fotovoltaicos de alta eficiencia, que en general tienen alrededor de 250 W por módulo[7]

Entonces para el edificio de 14 pisos se necesitan, por lo menos, 49 módulos para abastecer la demanda en invierno (consideramos 50, para tener una cantidad par de módulos); 34 en promedio y 32 para el abastecimiento de verano.

Para el edificio de 7 pisos se requieren, respectivamente, 36, 26 y 24 módulos.

4) Cálculo de la superficie necesaria

(m2)

Superficie de Terraza Necesaria

6 Pisos

14 Pisos

Invierno

108

150

Promedio

78

102

Verano

72

96

Sup. Disponible

66

85

Cada uno de los módulos fotovoltaicos de 250 W necesarios tiene 1.00m de ancho por 1.70m de largo. Debido al ángulo en que se los coloca para maximizar su rendimiento, sobre la terraza del edificio ocupan una superficie de 1m de ancho por 1.4m de largo.

Sin embargo, es necesario espaciar estos módulos de manera que no se hagan sombra unos a otros, especialmente en los meses de invierno. En consecuencia, cada módulo fotovoltaico ocupa una superficie total (la superficie propia sobre la terraza y superficie necesaria para su separación del módulo siguiente) de 3m2.

Entonces, un edificio de 14 pisos requiere de 150 m2 de terraza para instalar los módulos fotovoltaicos necesarios para cubrir sus necesidades de energía durante los meses del invierno. Igualmente, requiere 102m2 si sólo quiere cubrir su demanda “promedio”, y de 96m2 si quiere cubrir las demandas de verano. Para el edificio de 7 pisos las necesidades de superficie son de 108 m2, 78 m2 y 72m2, respectivamente para invierno, mes promedio y verano.

En el edificio de 14 pisos analizado hay una superficie disponible de 5m por 17 m = 85 m2. En el edificio de 7 pisos, la superficie disponible es de aproximadamente 6 m por 11m = 66 m2 (los cuales, en rigor, no son utilizables en su totalidad porque no se encuentran ubicados de manera regular y tienen caños que podrían dificultar la instalación de los módulos).

5) Conclusión

En ninguno de estos edificios se puede instalar correctamente la cantidad de módulos fotovoltaicos necesarios para cubrir las demandas de energía, ni siquiera para los meses de mayor generación solar.

 

Ahora dimensionamos el banco de baterías necesario para tal sistema:

Debido a las altas potencias demandadas, hay que usar baterías de tipo "estacionarias tubulares de ciclo profundo" como las de Autobat, de 2V. (http://www.autobat.com.ar/)
Para tener un par de días de autonomía, con una demanda de 40 kWh/ día (edificio de 14 pisos) tenemos:

Días de autonomía= 2 (más un día que es el "normal" para cubrir hasta el día siguiente).

Eficiencia del Inversor y carga y descarga de las baterías= 77%

Profundidad de descarga máxima = 80% (si se descarga totalmente la batería, baja su vida útil).
Entonces la capacidad del banco de baterías en términos energéticos es:
C[Wh]=[(2+1) x 40KWh]/[0,77 x 0,8] ≈ 195KWh

Dadas las altas potencias que se requieren para arrancar los motores de ascensor y bomba, se debe dimensionar el banco de baterías con una tensión relativamente alta (para no tener conductores grandes, protecciones costosas y demás). Entonces el banco de baterías se hace de 96V, para lo que se requiere una serie de 48 baterías de 2V.

Entonces la capacidad del banco sería de: C[Ah]= 195KWh/96V ≈2000Ah

Si se usan las baterías tubulares de autobat de 2V y 1000Ah, se necesitan dos series de 48 baterías, en paralelo.

En un piso se pueden apilar dos baterías (separándolas en el medio), por lo que tenemos una superficie de 48 baterías. Si la separamos en dos filas, tenemos 24 baterías en cada lado, y miden 25cm. cada una, por lo que tenemos una habitación que POR LO MENOS mide 6m * 2m ~ 12 m2

Esta habitación tiene que estar separada de los medidores de gas y de energía eléctrica, y estar bien ventilada y a una temperatura estable (si es en un sótano, se tiene que poner una ventilación forzada; si es en la terraza, se tiene que aislar térmicamente para asegurar que no levante ni baje mucho la temperatura)

(Para el edificio de 6 pisos se pueden poner baterías de menor capacidad, pero la cantidad total es la misma para lograr los 96 V, y el tamaño no es mucho menor)

 


[1] Existe una instalación fotovoltaica funcionando integrada a la red de la distribuidora Edenor en las oficinas de Capital Federal de Greenpeace Argentina desde el año 2001. Este sistema de 1,66 kWp cuenta con un permiso especial del ENRE y la distribuidora. En el marco del Proyecto IRESUD se han puesto recientemente en funcionamiento tres instalaciones fotovoltaicas integradas a la red: Centro Atómico Constituyentes, edificio Tandar: Terraza (3 kWp) y Pérgola (4,6 kWp) y en la Asociación Argentina de Amigos de la Astronomía, Observatorio de Bs.As., Parque Centenario (3 kWp).

[2] “PV Grid Parity Monitor. Residential Sector, 2nd issue”, Mayo 2013, Eclareon S.L. El observatorio de la paridad de red (GPM, por sus siglas en inglés) analiza la competitividad de la tecnología fotovoltaica con respecto al precio de la electricidad de la red para consumidores residenciales y evalúa la regulación de auto-consumo de 19 ciudades, ampliando en esta segunda edición, su radio de análisis a 10 países: Alemania, Francia, Italia, España, Reino Unido, Australia, EE.UU. (California), Brasil, Chile y México.

[3] Existe un Proyecto de Ley en el Congreso Nacional (Expediente: 5589-D-2011) que establece que “El Poder Ejecutivo nacional, a través de la Secretaría de Energía de la Nación y a través de los diferentes entes regulatorios eléctricos, deberán generar los instrumentos legales y técnicos apropiados para que todos los usuarios de servicios de distribución eléctrica puedan ser generadores de energía eléctrica en base a fuentes renovables y puedan volcar esa energía a dicha redes. Estos instrumentos deben estar en plena vigencia en todas las jurisdicciones provinciales para el 31 de diciembre de 2020. En las jurisdicciones que corresponde al Ente Nacional Regulador Eléctrico (ENRE) estas normas deben estar en plena vigencia al 31 de diciembre de 2015.”

[4] El proyecto IRESUD es parcialmente subsidiado con Fondos Argentinos Sectoriales (FONARSEC) a través de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT). Además de sus participantes directos, cuenta con el apoyo del Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE), la Secretaría de Energía de la Nación y las Secretarías de Energía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de las provincias de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe.

[5] Las estimaciones del potencial y equivalencia energética tomados de “Fortalecimiento del Sector Solar Térmico. Oportunidad de Desarrollo Nacional”, presentación INTI–Gerencia de Proyectos Especiales, Expo Solar Argentina, Buenos Aires, 12/07/2013.

[6] Este número fue validado con facturas de energía eléctrica

[7] http://www.recgroup.com/Documents/Downloadcenter/Solar%20product%20downloads/Solar%20Product%20Datasheets/REC%20PE%20Series%20ENG.pdf

 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Las promesas incumplidas

La política resolvió sus tensiones; no hubo un nuevo golpe militar, pero la realidad comprobó que sólo con democracia no se come ni se educa.

Por Beatriz Sarlo, en Revista Ñ  (06/12/13)

10 DE DICIEMBRE DE 1983. Euforia en Plaza de Mayo por la asunción de Raúl Alfonsín como presidente.10 DE DICIEMBRE DE 1983. Euforia en Plaza de Mayo por la asunción de Raúl Alfonsín como presidente.

Los argentinos jóvenes sólo vivieron en democracia. Muchos son pobres y seguirán siéndolo. Esto es lo que no quisiera olvidar. Lo demás está casi todo en la Web.

El 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín, al asumir la presidencia ante la Asamblea Legislativa, dijo: “¿De qué serviría el protagonismo popular, de qué serviría el sufragio, si luego los gobernantes, elegidos a través del voto, se dejaran corromper por los poderosos?” Yo no recordaba esa pregunta. Al leerla hoy, veo que lo que sucedió en la década menemista estaba encerrado entre esos signos de interrogación. Néstor Kirchner creyó que tenía su respuesta, que incluía una corte de poderosos alentados por su propio gobierno. La pregunta de Alfonsín pone en escena el drama de la política. En el momento mismo en que se recuperaba la democracia, el presidente electo enunciaba el obstáculo que la democracia iba a encontrar inexorablemente.

De aquella mañana de diciembre de 1983 recuerdo la alegría y la luz. No atendí la advertencia. Nunca fui más feliz y creo que muchos podrían decir lo mismo. Días después, un decreto presidencial ordenó el juicio a las Juntas Militares. Lo escuché por radio, emocionada, incrédula. Contra todo pronóstico, pero cumpliendo una promesa electoral, Alfonsín abría un tiempo de justicia, en las peores condiciones, porque los represores conservaban su poder de fuego.

En abril de 1987, desde la televisión pública, Mónica Gutiérrez y Carlos Campolongo miraban la cámara, nos miraban y decían: “Apague el televisor y venga a la Plaza”. Horas después, desde el balcón de la casa de gobierno, Alfonsín dijo: “Para evitar derramamientos de sangre di instrucciones a los mandos del Ejército para que no se procediera a la represión. Y hoy podemos dar todos gracias a Dios. La casa está en orden y no hay sangre en la Argentina. Le pido al pueblo que ha ingresado a la Plaza de Mayo que vuelva a sus casas a besar a sus hijos y a celebrar las Pascuas en paz en la Argentina”. El primer capítulo de la hora de justicia se cerraba con la ley de Obediencia Debida. Pero antes habíamos visto el asombroso plano de televisión que mostraba a los comandantes en el momento de su condena y habíamos escuchado el alegato del fiscal Strassera.CLAROSCUROS. Días después de asumir la presidencia, Alfonsín ordenó por decreto el Juicio a las Juntas Militares.

Imagen blanco y negro de Víctor Bugge, fotógrafo presidencial: a mediados de 1989, Menem y Alfonsín caminan por el parque de la residencia de Olivos. “A mí Alfonsín me confesó que lo había convocado a Menem para proponerle el adelanto de la asunción. El le preguntó a Menem cuándo quería asumir y la respuesta fue: ya. No sabían que yo les iba a sacar la foto. Fue hecha con un lente especial y los seguí siempre de espaldas”. Luz tamizada sobre los cuerpos trajeados (un corte a la moda, el de Menem; el saco amplio y abierto de Alfonsín). Dos hombres de espalda caminan por un sendero que ni uno ni otro conocían del todo. Menem avanzaba hacia la traición de lo que había prometido a sus votantes; Alfonsín se retiraba derrotado. Los grises de la fotografía tienen ese carácter melancólico que conviene más al Presidente que tuvo que irse unos meses antes de cumplir su mandato. En esos cinco años y algunos meses transcurridos desde diciembre de 1983 había cambiado la luz.

El video-game de la convertibilidad

Otra imagen: una mañana en Santa Fe, donde sesionaba la Asamblea Constituyente que le otorgó a Menem la reelección y al país la Constitución de 1994. Desde el palco de visitantes, paso la vista sobre la sala: Chacho Alvarez, la cabeza de una alternativa republicana y social, tal como creímos muchos hasta que aceptó la fórmula con De la Rúa; Carlos Auyero, el hombre de larga experiencia y temperamento paciente; Elisa Carrió, en su restallante primera presentación en escena nacional; Palito Ortega, Reutemann, que Menem había llevado a la política inaugurando un camino que luego seguirá casi todo el mundo; y los clásicos: Cafiero, el príncipe peronista; Alfonsín, con sus carpetas. Por un momento creí que en esa sala, presidida por Eduardo Menem, transcurría la historia. Afuera, manifestaciones de colegios católicos rodeaban la sede para impedir lo que consideraban el peligro máximo: la despenalización del aborto.

Otra fotografía en el más restallante tecnicolor de los noventa: apoyado en el techo de una Ferrari roja, el cuerpo en diagonal, de mocasines, pantalón azul claro y camisa blanca, Menem es el emperador del capitalismo. Son los años en que hay fotos de Menem con todo el mundo: Charly García, Mick Jagger, Maradona (que repiten con Cristina Kirchner), Susana Giménez, Mirtha Legrand. Menem, maestro de la photo-opportunity, desenvuelto, cachafaz, simpático, en sintonía con los cambios culturales de la Argentina, no inventados acá, pero exagerados hasta la caricatura. Fotos de Menem futbolista, de Menem jugando al básquet, al tenis, de viaje con su hija. Un álbum de caprichos: los noventa son los coloridos años glam de un país que se iba convirtiendo en oscura aguafuerte. 1991. La preocupación por el precio del dólar se agravó con la hiperinflación y arrastró al

Durante esos años falsos, los argentinos de capas medias adoraron un ídolo atractivo y cruel, cuyo rito fue el video-game de la convertibilidad. Mientras el juego transcurría hasta el definitivo game-over de ese tótem suicida, la Argentina se dividía en dos países, que, hasta hoy, no han borrado sus límites aunque se discutan las cifras de pobreza. El país de Miami (real o imaginario: Miami estaba en los nuevos shoppings tanto como en la Florida) y el país de la Villa Miseria, no simplemente como tipo de urbanización precaria sino como concepto. La villa miseria es un complejo atlas con muchos mapas: el de la indigencia, el desempleo, la precariedad, el narcotráfico, la desigualdad y la inseguridad para siempre (o como si fuera para siempre, porque quien la sufre no hace diferencias temporales ni periodiza como si tuviera futuro).

Eso fue transcurriendo durante la cínica década menemista y los dos años de la Alianza, impotente, desarmada, cautelosa hasta la inercia, inmovilizada por sus promesas electorales (seguir con el uno a uno, un peso un dólar, el fantasy que se jugaba en las terminales bancarias). Nunca lo habíamos visto antes, ni tan generalizado ni tan homogéneo en todo el territorio. No teníamos idea de lo que era una pobreza consolidada y para siempre (para siempre, en la vida, es una década porque, después de ese transcurso penoso, quedan marcas que ni se borran ni se olvidan). Entrábamos al nuevo siglo con las promesas rotas: con la democracia no se comía ni se educaba. Precisamente porque, como lo dijo Alfonsín en su discurso inaugural, la democracia corre siempre el peligro de atarse al carro de los más ricos y de ser asaltada por los aventureros políticos y sindicales.

Quedó la experiencia de la hiperinflación. Tanto como la imposibilidad de gobernar que demostró la Alianza, las sucesivas olas de hiperinflación fueron mortales incluso en un país acostumbrado a ráfagas que, en otras partes, se consideran destructivas. Los que tenían tarjetas en plástico de todos los colores jugaban al endeudamiento a treinta días, baqueanos en el cálculo de que, cuando pagaran, recogerían el beneficio de la inflación. Los que no tenían tarjetas iban de aquí para allá siguiendo precios que aumentaban de una cuadra a la otra, de un kiosco a otro. Y estaban, claro, los que no tenían nada y marchaban o simplemente quedaban allí, tirados afuera por la corriente. En los barrios, las ollas populares se estabilizaron, los comedores en las villas se convirtieron en instituciones de un espacio sombrío del cual el gobierno y el Estado se habían retirado. EL FINAL DE DE LA RUA. El presidente renuncia y deja la Casa de Gobierno en helicóptero, 20/12/2001.

Los saqueos, las movilizaciones espontáneas y las organizadas en zonas liberadas, que empezaban en los supermercados y terminaban con los mercaditos de barrio, fueron otro avatar desconocido: carritos llenos de alimentos, de cerveza y de televisores. El saqueo es el momento en que la cólera impone la consigna del todo vale. Comerciantes que pasaban la noche sobre el techo de sus negocios; tiros al atardecer; policías o caudillos entreverados en acciones que tenían una base material que podía convertirse en política. Comenzó la era de la desconfianza: ¿quiénes son esos dos muchachos que caminan detrás de nosotros? ¿Quiénes los que entran, mal vestidos, al mercadito de la esquina? La desconfianza hace temblar todo lazo solidario. Hoy, los hambrientos dejan su lugar a los delincuentes. La Villa Miseria (en todas las ciudades del país) ha agregado otra capa a su mapa de despojo.

1997. Una marcha exige el esclarecimiento del asesinato del fotorreportero José Luis Cabezas.Hasta que todo explotó por los aires, como había explotado durante los últimos meses de Alfonsín, pero más y peor. En la tapa de los diarios, muertos en Plaza de Mayo, caídos en la represión ordenada por la Alianza. Sobre esas muertes, una imagen aérea: el helicóptero con el que De la Rúa, ciego e impotente, abandonó la casa de gobierno, después de renunciar. Y después, Kostecki y Santillán forman, bajo Duhalde, otra serie de muertos de la crisis. Hubo muchos cadáveres (Cabezas, asesinado por una foto prohibida de Yabrán; los cuerpos alineados en la vereda de Cromañón, que ni Néstor Kirchner ni Aníbal Ibarra quisieron ver en su presencia material; los del accidente de Once, que Cristina Kirchner no mencionó, la fila de los liquidados uno a uno: militantes sindicales, militantes sociales, Qom).

Ejércitos de cartoneros

En enero de 2002, Duhalde asumió la presidencia de un país irreconocible, casi sin moneda ni Estado. Frente a la Asamblea Legislativa dijo: “No tenemos hoy un peso para afrontar las obligaciones de salarios, jubilaciones y medio aguinaldo del Estado Nacional. La excepcional caída de la actividad económica se traduce en una fuerte caída de la recaudación. Genera esto, un círculo vicioso perverso que pone a nuestro país al borde de la desintegración, al borde del caos”. De este discurso podrá recordarse la promesa de que a cada uno se le respetarían las monedas originales de sus depósitos. Promesa rota, ciertamente porque era una fantasía. Pero el diagnóstico que hacía Duhalde daba las razones del incumplimiento. También hubo quienes se beneficiaron con la crisis, aquellos poderosos que Alfonsín mencionaba en su discurso. Esos todavía tienen que agradecer a una Argentina destruida que se hayan pesificado las deudas de sus empresas. cartonero

Todos los días, en los primeros años del nuevo siglo, desde mi oficina caminaba hacia la Avenida de Mayo. Por allí avanzaban las columnas de pobres, organizados en el piquete. Mujeres con un chico en brazos y una botella de gaseosa de quinta marca (los comentarios clasistas se referían obsesivamente a estas botellas y a eventuales sándwiches); chicos de cinco años agarrados a la madre o a la abuela, cansados de caminar, inquietos o llorosos; viejos, gente sin dientes, con ropa destrozada, deshilachada y desteñida, sin cobertura de salud, condenada a ser de tercera clase. Lo que había quedado y todavía queda: la villa que marchaba hasta el centro. Todos los días bajaba a verlos pasar.

De noche, caminaba entre formaciones compactas de cartoneros, que se iniciaban en ese oficio que ha perdurado. En la city formaban un ejército, los cuerpos inclinados sobre las bolsas que encerraban los papeles de bancos y empresas. Llegaban cruzando los puentes. En Pompeya eran un regimiento de desocupados viejos y nuevos. Después de los cartoneros, venían los que revolvían la basura para encontrar comida. Una madrugada, un viejo con anteojos para leer, examinaba cada uno de los restos que iba sacando de una bolsa cuyo contenido ya empezaba a podrirse. Otra noche, una mujer y sus hijos vestidos con delantales blancos dormían en la calle, quizá con la esperanza de que, al día siguiente, fueran a la escuela a comer algo. Todos nos acostumbramos a estas escenas. Chicos de la calle, solos, en los túneles de los subterráneos, familias con sus sillas y camas ocupando un playón de ferrocarril, como si hubieran instalado una casa.

Esa era la Argentina que había perdido sus señas de identidad de las que no quedaba sino el recuerdo entre los mayores de cuarenta años. Ninguna de estas señas (que nos habían diferenciado de América Latina) se aclimata en la pobreza profunda. El piquete, en aquellos años, fue su expresión organizativa: una mínima organización antes de que la sociedad terminara por deshacerse, o para impedir que la sociedad se deshiciera. La novedad era tan impactante como la de los saqueos. “Ustedes se han acostumbrado a esto”, me decían quienes llegaban a Buenos Aires, mientras caminábamos tarde en la noche por Corrientes, donde en la puerta de cada pizzería había gente esperando las sobras. En todas las ciudades, igual: los carritos con caballo de Rosario, la llegada de los pobres desde el norte a Córdoba, donde había mejores restos en la basura.

Kirchner, un nuevo comienzo

Elecciones de marzo de 2003. Es de noche y estoy en el sur de España. Desde un teléfono público, en la calle, donde había pasado las horas hasta que pensé que habría resultados, llamé a Buenos Aires. Yo habría votado a Kirchner o a Carrió. Estar varios meses fuera de la Argentina me evitó decidirme. Casi seguramente habría votado a Carrió, pero en la cabeza me daba vueltas una frase que dije pocos meses después a un amigo periodista: en la Argentina sólo puede gobernar el peronismo. La frase es un lugar común que quizás alguna vez sea desmentido. A los gritos, desde el teléfono público español, celebré con quienes me pasaban noticias. Celebrábamos que, después de una nueva crisis que pareció definitiva, esa incierta travesía iniciada en 2001, que tuvo cinco presidentes en pocos días, podía terminar alguna vez. La alegría de mis amigos no era por un candidato (ninguno de ellos había votado a Menem ni a Kirchner), sino porque, simplemente, las elecciones podían ser un nuevo comienzo.

Kirchner tomó esta idea demasiado en serio. Lo borró a Duhalde, después lo borró a Lavagna de la renegociación de la deuda, y finalmente se creyó el Unico. Con su muerte, se convirtió en El, pronombre divino que designa al fundador. Así se cierran estos treinta años, en los que Cristina Kirchner fue elegida presidente dos veces. Cada lector está hoy en condiciones de hacer su balance. El mío contiene lo siguiente.

El 24 de marzo de 2004 se recuperó la ESMA y se la entregó a las organizaciones de derechos humanos, que, acto seguido, se encaminaron en bandada a fortalecer el aparato kirchnerista. Se nombró una nueva Corte Suprema; en paralelo no hubo remilgos para presionar jueces, chantajearlos o hacerlos amigos del Ejecutivo. Se abrieron los juicios que habían sido interrumpidos por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. También se abusó de la historia reciente para legitimar al gobierno.

Contradicciones de la “década ganada”

Durante varios años se creció en condiciones externas excepcionales; a eso se llama la “década ganada” que también debería recibir el calificativo de perdida porque ya dos generaciones de habitantes de este país saben que la pobreza y la indigencia subsisten; y probablemente nunca hayan tenido ni una escuela completa ni un TRAGEDIA DE ONCE. Desnudó los costos fatales de la corrupción (22/2/2012). trabajo seguro. La corrupción fue una táctica para fabricar leales. Se mintió con todos los datos públicos, como si la “década ganada” necesitara de esa mentira para sostenerse. El personalismo no tuvo frenos; pero también surgió una nueva militancia política, entusiasta, activa, obsecuente y fanática, ambiciosa, sabedora de que ocupar el Estado es tan importante como ocupar el territorio, o más. Como en otro mundo, proliferaron los indiferentes o los movilizados por un activismo intermitente y antipolítico. Se fortaleció un eje latinoamericano (el primer paso, que pocos recuerdan, se dio en 1987 con la firma del Tratado de Paz con Chile); la Argentina no tuvo política exterior a la altura de sus necesidades en el resto del planeta. Se confirmaron con leyes nuevos derechos; se incumplieron derechos que están en la Constitución (paradoja: derechos baratos contra derechos caros para el presupuesto público).

Esta enumeración podría seguir. Se concentró el poder en la cabeza del Ejecutivo y se neutralizó el poder Legislativo. Tendencias centralistas, personalistas e intolerantes atacan al periodismo crítico mientras concentran varios grupos de medios adictos. Se confunden los intereses personales y de facción con el gobierno y el Estado. Es el populismo en acto y, como emblema, la imagen de Cristina Kirchner radiante en la cadena nacional, como una Viuda de la Patria, única capaz de dirigir el épico ejército de un proyecto del cual sólo ella conoce el plan maestro.

Pero más allá de un balance, la década se cierra sin que la Constitución fuera modificada. Durante buena parte de estos treinta años, la reforma de la Constitución fue fantasía y, en 1994, realidad. Alfonsín tuvo su proyecto, que la situación económica y sindical pulverizó. Menem logró el Pacto de Olivos que introdujo la reelección. Cristina Kirchner pudo haberlo intentado en el momento de su mayor gloria, después de las elecciones de 2011. No tuvo reflejos, coraje o decisión. La Argentina no encaró una nueva aventura. Quizás a eso pueda darse, finalmente, el nombre de normalidad.

Se resolvieron algunos aspectos de la cuestión política: en treinta años no hubo un golpe militar; dos veces un presidente de un partido le pasó la banda a un sucesor de otro diferente. Se disipó la ilusión democrática de 1983, cuando la democracia no era sólo un régimen de gobierno sino el fin de la dictadura. Sin ilusión, la democracia es esto: partidos depreciados y en crisis, militancias burocráticas, desigualdad. Las capas medias viven la era del desencanto y los pobres confían, quizá sin esperanza, en el Estado. Algo no funciona. Después de treinta años hay una promesa incumplida.