Vuelvo a los discos. Esto viene a cuento a que tengo ahora el disco “Primavera para un valle de lágrimas”, segundo disco de Roque Narvaja. Entonces es una buena oportunidad para hacer este comentario.
He dicho anteriormente que tengo una especial predilección por esos artistas que quedaron en el camino, que ya no son los que marcan tendencias y desbarrancaron en el conocimiento popular. Talentosos, a veces vanguardistas, pero malogrados desde el punto de vista del reconocimiento masivo y que, por supuesto, no llenan estadios. Me gusta su estoicismo, me gusta la devoción que despiertan en su público fiel, y porque cada tanto alguien los rescata como joyas perdidas. Porque se levantan de cada mala etapa de su carrera.
Uno de mis predilectos es Roque Narvaja. Un artista que salió de las huestes del “beat” de los ´60, al margen, pero cercano, del naciente movimiento de rock nacional. Ese estigma de artista “complaciente”, así se los llamaba, que colocaba hits todos los veranos, era diferente, y me gusta haberlo detectado en aquel momento, por detalles y gestos distintos. Luego, Roque Narvaja, deja “La Joven Guardia” y comienza una carrera solista, con el padrinazgo de Lito Nebbia, que se inicia con “Octubre (mes de cambios)” (1972). Ese primer disco me pasó desapercibido en aquél momento, pero de su segundo disco volvió a sonar en las radios uno de sus temas, para mí fue fantástico el reencuentro con Narvaja solista, yo tenía 13 años. El tema era “Acuérdate de vivir, acuérdate de amar”
Luego vendría “Chimango” (1974) e inevitablemente, el exilio después. Recién en 1982 logra editar un nuevo disco en España y así retomar su carrera, dando un giro importante en esa nueva etapa.
Volviendo al primer Roque Narvaja, el de La Joven Guardia. Recuerdo que ellos sonaban distinto, estaban realmente al borde del “beat”. En aquellos años la radio y el cine eran los vínculos por los que podíamos conocer a los artistas. Luego aparecen algunos programas de TV en las que, con música de los discos, un grupo de jóvenes bailaban con pasos que después eran copiados en los cumpleaños y esas cosas. Jamás me interesó esa parte. A veces aparecían tocando grupos y eso era algo realmente importante para mi. Pero todo era en base a un infame playback. Recuerdo un día en que La Joven Guardia tocando en “Alta Tensión” (conducido por Fernando Bravo) tocan “la reina de la canción”, en la parte que dicen “sueña que las descubren para que baila en televisión” ellos cantan “sueña que la descubren para que baile en Alta Tensión”… estaban tocando en vivo! Un shock. Eran distintos al resto, definitivamente. Inmediatamente me hice una guitarra eléctrica de madera, la pinté de colores y era Roque Narvaja.
Por aquel entonces Luis Sandrini hace una serie de películas, bastante malas, pero que conjugaban los símbolos de la época: estudiantes, protestas, jóvenes que desafían a profesores, música, hippies, etc. La saga arranca con “El profesor hippie” (1969), “El profesor patagónico” (1970) y “El profesor tirabombas” (1972). En las dos primeras aparecen músicos en una rara mezcla, para la tercera, ya las aguas estaban más divididas. En “El profesor hippie” aparece La Joven Guardia. Luego volverían a ser protagonistas de “El extraño del pelo largo” (1970) con Lito Nebbia y otros, en una verdadera ensalada musical.
Un fragmento de la actuación de La Joven Guardia en la película “El profesor hippie”, haciendo el tema “El extraño…” que originalmente se había publicado en 1968:
Para completar, un fragmento compartido entre La Joven Guardia y Litto Nebbia en “El extraño de Pelo largo”.
Si bien todo esto suena viejo y, alguno dirá, patético, estas canciones son recuperadas por el pop contemporáneo. Así, mirando las nuevas olas, tenemos a Los Enanitos Verdes haciendo a mediados de los ‘80 “El extraño de pelo largo”, o Hilda Lizarazu (2004) haciendo una versión de “La reina de la canción” o Andrés Calamaro (2006) con “Rosemary” (Nebbia), entre otros.
Volviendo al disco “Primavera…”, en el año 2004 Página/12 lo reeditó junto con “Octubre…” ya que estaban descatalogados. La nota que acompañó ese lanzamiento es muy útil para comprender el contexto de esos discos. Otro tema de “Primavera…”, Zamba del “negro” Rosario:
Luego de grabar Chimango (1974) y cuando tenía en preparación un nuevo disco que se llamaría Amén (que queda inconcluso), en 1977 debe exiliarse en España por las amenazas que recibe del gobierno militar.
Para complementar esta breve reseña, es muy interesante esta nota publicada por Clarín en el año 2004. El itinerario de quien cae, vuelve a levantarse y al que el éxito nunca lo acompañó en los mejores contextos.
MUSICA: ENTREVISTA CON ROQUE NARVAJA
Memorias de un sobreviviente
En los 70 militó en el peronismo de izquierda y tuvo que exiliarse. Es alcohólico y pelea cada día por no tomar. De El extraño del pelo largo a El amante de cartón, historia de un músico en constante exilio.
Mariano del Mazo. 11 de abril 2004.En un apretado departamento de Almagro con teclado años 80, mate frío y paisaje de vías del Sarmiento, saluda con timidez gentil alguien que fue peronista de izquierda en los 70 ( "de la Tendencia", dirá), que es alcohólico y que se muestra cansando de su condición de hombre de ningún lugar.
La vida de Roque Narvaja se tensa entre sitios geográficos y musicales. A partir de su Córdoba natal hizo el itinerario Buenos Aires-Madrid-Junín-Segovia-Buenos Aires. A partir del beat "complaciente" de La Joven Guardia se hundió en el folclore latinoamericano y la canción testimonial con discos legendarios como Octubre, Primavera para un valle de lágrimas y Chimango y terminó haciendo impecables baladas pop que iluminaron las noches del destape español de principios de los 80. Esta historia está recorrida por hits que continúan atravesando las décadas con una lozanía imbatible: desde El extraño del pelo largo y La reina de la canción hasta Santa Lucía y Menta y limón.Está en Buenos Aires, dice, terminando de poner su cabeza en orden e intentando mostrar su nuevo disco, Palabra x palabra. Podría ser millonario. "Apenas vivo bien. No me quejo. Tuve demasiado rock and roll en mi vida y gasté mucho. Desde los 17 años hasta 1989 no paré".
A los 17 formó La Joven Guardia, un grupo con espíritu beatle que pasó de largo tanto de la onda Iracundos y como del balbuceante rock nacional de Los Gatos y Almendra. "Sí, éramos diferentes. Los Gatos, y Litto Nebbia especialmente, en esa época eran fanáticos de los Rolling Stones; lo mío era rarísimo, yo venía de escuchar a Los Chalchaleros, Los Fronterizos y Los Beatles. A los 15 años fui al Festival de Cosquín a dedo. Esas cosas pesan".¿Cómo fue que inmediatamente giraste del beat a la canción latinoamericana militante?
La época era muy fuerte. Principios de los 70. En una oportunidad, de gira con La Joven Guardia por Bolivia, descubrí la quena, el sikus, el charango. Después conocí a Uña Ramos, y empecé a militar en la Juventud Peronista de la Tendencia. Ya como solista me salían canciones sobre temas más concretos. Estaba en la onda Huerque Mapu.Muchos se refieren a esos años como tu época más interesante artísticamente.
Sí, pero no me iban a ver ni los perros. Discos como Octubre y Chimango no vendieron nada. Tenía otro llamado Amén que en su momento no llegó a salir: me lo censuraron. En 1977 entraron a mi casa por primera vez. Pensé que habían sido ladrones; después entraron dos veces más. Ahí me di cuenta de que iba en serio. El 4 de abril de 1977 agarré a mi esposa, a mi hijo Lautaro que tenía 11 meses y me tomé un avión a Madrid.¿Cómo fue el impacto?
Yo allá no era nadie. No era famoso, no existía. Todos mis contactos se reducían a tres números de teléfonos . Me encontré con todos los exiliados argentinos, los buenos y los malos. Todos venían a mi casa de Madrid, he visto desaparecer heladeras llenas. Saqué un disco y ocurrió el milagro: de ese disco Miguel Ríos tomó una balada mía, Santa Lucía, la hizo rock and roll y chau. Nos cambió la vida a él y a mí. En 1980 me eligieron Mejor Compositor de España y la Sociedad de Autores incluyó a Santa Lucía dentro de las mejores 100 canciones de España.Pleno destape
Total. Nunca vi tanta gente tomando cocaína como en esa época. Lo mío era el alcohol. Yo no era un tipo moderno y era un poco más grande que la media. A Alaska le llevaba 15 años. Salía con gente de mi edad, gente como Joaquín Sabina, un tipo divertidísimo. Tuve la inmensa fortuna de que me aceptara en su círculo de amigos. Andaba con gente pesada, pero vivía tan borracho que no me daba cuenta de nada. Profesionalmente me estaba yendo de puta madre: en el 81 salió El amante de cartón e hizo un desastre. Fui el disco mío que más vendió. No sé cuánto, pero seguro más de un millón de copias.Cuando la Argentina recuperó la democracia casi todos los artistas en el exilio volvieron. Vos decidiste quedarte. ¿Por qué?
Porque allá me estaba yendo muy bien. Al menos en el plano de laburo. Afectivamente no tanto. Después del éxito de canciones como Menta y limón y Yo quería ser mayor me divorcié. Andaba mal, mal.No tomás más
No. Soy alcohólico pero no tomo más. Ni una gota. Es un trabajo diario. Me siento bien sin tomar.¿Cuándo volviste?
Mi primer regreso fue en 1989. Vine a la Argentina a entregar armas. A parar la pelota. Había tocado fondo. Tenía 38 años y estaba listo: la gente me veía y se santiguaba. Me fui a vivir a Junín. Empecé despacito una vida nueva, volví a componer. Me salían canciones más espirituales, más reflexivas. Descubrí que quería seguir siendo músico. Pero al tiempo escaseaba el trabajo y en el 95 volví a España. Un desafío: España era un símbolo, significaba mi decadencia. Hice muchas cosas y me apasioné con un hobby: volar en planeadores. Volaba en las sierras de Segovia. Estuve hasta el 2000: decidí volver definitivamente a mi país.¿Y ahora?
Hice las paces con todo el mundo. La guita que debía la devolví. La gente no me conoce como artista, piensa que soy apenas un baladista edulcorado. Todo es bastante más complejo. Pero lo que importa, sí, son las canciones. Y acá están: escuchenlas. Zafé, estoy vivo. Lo único que pido es que me escuchen.
Bueno, tengo “Primavera para un valle de lágrimas” y con él completé ese primer trío de discos memorables de Narvaja post Joven Guardia. Repito, era una buena oportunidad para este comentario. Hoy Roque Narvaja vive en Rosario y sigue.
Hay una nota que publicó Radar (Página/12) a otro de los integrantes de aquel grupo (Masllorens) y es otra mirada interesante sobre esos años, sobre el grupo, la marginación que sufrían por venir del “beat” y el estrepitoso fracaso del intento de cambiar el estilo de La Joven Guardia a comienzos de los ´70.
Más allá de las razones artísticas que siempre me resultaron atractivas, Roque Narvaja es un símbolo. Sobre esto, nada ha leído más conmovedor que la nota escrita por Joan Manuel Serrat para el disco de Roque Narvaja “Esponjas con vinagre” (1999):
Me habló del disco nuevo que estaba por sacar. Le brillaba la cara como a un crío frente al escaparate de una pastelería mientras me hablaba sonriente, como buscando complicidad. Rebuscó en un maletín y lo puso en mis manos.
Los viejos roqueros nunca mueren, ni falta que hace pensé, aunque uno vió ya demasiados cadáveres como para mentar tranquilamente estas cosas sin que le tiemblen las patas. Por eso me alegré al verle echando chispas por los ojos y salpicando ilusión. Porque no me gustan los cadáveres y sé que también los viejos roqueros cascan. ¡Claro que cascan! Algunos privilegiados, la palman heroicamente y sin previo aviso, un domingo luminoso en los medios de la Plaza cual torero de cartel, pero las más de las veces, como el común de los mortales, los viejos roqueros expiran, cualquier lunes de mierda, envueltos en tenebrosas soledades. Eso sí, no es fácil darles muerte. No encajan resignadamente el tránsito a la sinmemoria.
Aún a sabiendas de que la fortuna los dejó al pairo, abandonados a su suerte, puede vérseles, con sus "demos" bajo el brazo, circular de despacho en despacho, de mesa en mesa, de A.R. en A.R., con la dignidad de un príncipe desterrado, ofertando ilusionado su legado en forma de maqueta.
Los viejos roqueros son duros de pelar aunque su corazón, sumamente frágil, haga que algunas veces se tambaleen y caigan. Pero es sólo una finta. Un simple traspiés. Ellos volverán a levantarse con la energía de aquellos que se sienten respaldados por un espíritu indomable.Más de 12 años llevaba Roque sin que apareciese en el mercado español un disco suyo. Desde que en 1987 de la mano de Josep Marría Bardagí, nos cantara "El resto de mi vida". Después, el mundo de la música y sus regiones le perdieron la pista.
¿Dónde estuviste metido Roque...? Aquí, el personal angustiado por colarse en las listas de éxitos, peleando por las ventas y las radiofórmulas y tú sin dar la cara. ¿Qué oscuro lazo de niebla, como diría Yupanqui, te cazó junto al barranco? ¿Dónde estabas cuando repartían los caramelos y los honores...? ¿A quién le cantabas con la boca cerrada...?
Pero ya ven. "Roda el mon i torna al born", como reza un refrán catalán y el Narvaja, se animó a dar la cara de nuevo y reaparece como el Guadiana de las tripas de la tierra, aburridas y oscuras como una vida sin música y sin escenarios, con un manojo de canciones en el que se mezclan viejas y nuevas historias, en donde convive lo real y lo imaginado. Una miscelánea con la que quiere abarcar desde el vuelo del águila hasta el leve gemido de la espiga.
Canciones a modo de terapia personal, que crecen con la escucha como crece el tacto con los ojos cerrados, y en las que enjuaga sus heridas con esponjas con vinagre reclamando confianza para sus sueños. Sabe que el oficio de cantor es una carrera de obstáculos, pero él sigue dispuesto a correrla. Cuentan sus biógrafos que a los 17 años, en 1970 y siendo presidente de la República Argentina el general, cómo no, Onganía, formó un grupo musical que se autoproclamó La Joven Guardia, con el que viajó al interior de la República, más allá del oasis del Río de la Plata, para descubrir un país. El suyo. Con ellos grabó su primer disco "El extraño del pelo largo" y poco más tarde, ya en solitario, aparece "Octubre", un trabajo pionero en la fusión instrumental, en el que conviven la quena con la guitarra eléctrica, el charango con el primitivo sintetizador.
Se viene para Madrid (1977) con los sueños y la familia a cuestas, empujado por unos tiempos en los que cantar opinando en la Argentina se convirtió en oficio de alto riesgo. Fueron tiempos de pubs guitarreros y dúos con Marian Farias Gómez. Y luego Benidorm (1978) y aquella canción que hablaba de las lluvias y que como tantas otras que por Benidorm pasaron, no encontró lugar en el baúl de los recuerdos colectivos. Tampoco ahí ganó. Habría que esperar un par de años aún a que "Santa Lucía" le besara en la frente y Miguel Ríos la convirtiera en algo más que un éxito para que su tarjeta de visita se detuviera en la mesa del ejecutivo de turno sin brincar sin escalas, hacia la papelera más cercana.
Y llegaron, tal vez, los mejores tiempos. Con Movieplay (1981) graba su disco más vendido hasta la fecha "Un amante de cartón" (de ahí "Menta y Limón" y "Yo quería ser mayor") y más tarde "Balance provisional", para volver al de aquí y, esta vez con EMI, publicaría su antepenúltimo trabajo que tituló "Al día siguiente".
Y ahora nos invita a Esponjas con vinagre". Aclararemos que yo no estoy aquí presentando a Roque con su nuevo disco. Estoy acompañándole en este paso al frente, con el afecto solidario que nos une desde hace años porque Roque forma parte de esa gente que de la lluvia se interesa por las gotas y en los cielos busca relámpagos. Porque es una de esas voces que corta el pan del silencio con cuchillos cotidianos y por ser un representante emblemático de una música sin fronteras.
Me alegro que esté de vuelta. Es valiente y no le será difícil reincorporarse a su puesto. A fin de cuentas, Roque, las cosas están más o menos como estaban cuando las dejaste.»
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