viernes, 25 de julio de 2008

Por las paredes

A partir de la referencia a “El Poeta Manco” y lo que sucedía en aquellos años que estoy relatando alrededor de Acuarela, quiero rescatar este texto de Reynaldo Sietecase de su libro “El viajero que huye”.


El fenómeno del graffiti tuvo su momento de esplendor arrancando tímidamente en 1981 y duró hasta los primeros años del gobierno de Alfonsín. Tal como lo señala Reynaldo, muchos de los pibes que andaban con el aerosol a la noche por Rosario, ahora se los puede encontrar en importantes redacciones y en la TV.


Quiero rescatar que en el local de Montevideo 923, la sede del Rafael Barret, era también la sede del Taller Ecologista (cuarto gran proyecto!) y de otros núcleos anarquistas, con quienes ya habíamos comenzado a cohabitar desde 1986 en Callao 314 (Callao pi). Durante esos años muy locos no paré de asombrarme por los personajes que allí pasaban, los libros y revistas anarquistas que aterrizaban en ese local provenientes de todas partes del mundo. Pero antes que se me sigan amontonando cosas, el texto:

Por las paredes

Por Reynaldo Sietecase

Desaparecidos los tizones impiadosos del poeta-croto Cachilo, las únicas palabras que se encuentran trepadas a las paredes remiten a las internas partidarias.

El graffiti expresión contrainstitucional por excelencia, ha cedido su ímpetu al ritmo de la consigna “Ciudad limpia, Ciudad sana”, asfixiada entre afiches y pasacalles que anuncian cumpleaños y bodas de plata. Desde los muros ya nadie llama a terminar “con la terrorización de la muerte y la soledad” como lo hizo durante dos años una leyenda anónima pintada en San Martín al 500.

El graffiti, esta forma fuera de la literatura, se ha convertido para alegría de los frentistas y las autoridades en una especie en extinción como el ferrocarril, la amistad epistolar y los cines de barrio. Quiero creer que su ocaso no está relacionado a la falta de ingenio

Será responsabilidad del pragmatismo que ya nadie evoque a Urondo desde un muro, como en el 81: “estoy seguro de poder vivir en el corazón de una palabra... Sin jactancias, puedo decir que la vida es lo mejor que conozco” (Laprida y Rioja. EL Poeta Manco) o la promesa inquietante de Cucaño: “me meteré en tu sueño como una puñalada”.

Si bien muchos de esos anónimos infractores de ordenanzas y edictos navegan ahora en la vorágine de las redacciones, me pregunto: dónde quedaron las frases ingenuas, los prohibido prohibir que le quitaban el sueño al cortador García y al intendente del gobierno militar Alberto Natale: “somos los jueces de los jueces” (El Poeta Manco, 1982 Córdoba y Moreno), “Colabore con la policía, péguese solo” (en una pared de Las Flores).

El retorno de la democracia hirió de muerte a la irreverencia. Aún así Bichito de San Antonio (Un cable a tierra en medio de este suicidio), Los Eccos de Humberto, Los Caquetas y los L-Mentales ( “Mi honda mata mil. Robledo Punch”) entre otros no interrumpieron su actividad graffitera hasta mucho después del gobierno de Raúl Alfonsín: “Con la democracia se come, se educa y se FIFA” (La Barra de Pasco) o “Volveré y seré sifones” (Ivess).

Las palabras abrazaban al desprevenido en calles y plazas y arrancaban sonrisas: “una novia sin tetas más que novia es un amigo”, “Ay patria mía yo quiero milicos como el sargento García”, “La masturbación produce amnesia y no me acuerdo qué más”. Los R.I.P. que Horacio Olivera escribió con La Maga, a instancias de Cortázar, en los cajones de los floristas en las márgenes del Sena no nos enseñaron nada.

Sólo el viento libertario resiste en las paredes. “duerma tranquilo a su hijo lo cuida la policía” o “Cuidado. La policía está armada y anda suelta” (en el ingreso a Santa Fe por la autopista), ambos con la A dentro del inevitable círculo. Sólo los muros refutan lo real. Así el Negro Olmedo, en una última burla, afirma en una pared “Superman miente” o un lacónico “la calle está dura” y como Luca Prodan sigue vivito y pintado “Luca not dead” o “Luca dijo basta”.

Como encuadre de reflexión, recuerdo la invitación de Carlos Solero para visitar el Centro de Estudios Rafael Barret, de Montevideo 923, donde el lenguaje anarquista está expuesto en fotos en blanco y negro. Se trata de otras paredes y de otras ciudades. Propuestas que para animarme en la expedición imagino de la mano de algún abuelo cercano: “Fuera il stato”, “abolire la leva” y “autogestione é la solucione”.

Pienso en el valor de las causas perdidas, en el mayo francés un cuarto de siglo después, en los tantos mayos argentinos, en los Juan José Castelli desaparecidos durante la última dictadura como señaló Andrés Rivera y las consignas imposibles que poblaron los muros de esta ciudad que como le ocurrió al Orador de la Revolución perdieron la voz para siempre.

“Los militantes anarquistas se encontraban defendiendo un edificio del centro de Barcelona codo a codo con los comunistas, las fuerzas franquistas no les daban respiro. En un momento determinado, los anarcos se empiezan a retirar, Cuando el líder comunista los increpa porque están abandonando la posición que tanto costó defender. Los anarquistas responden que ellos terminaron la jornada laboral”. EL amigo me relata la escena que vio en un film documental sobre la Guerra Civil Española mientras se bebe mi whisky.

La relación entre graffitis y pensamiento utópico es innegable. Y la declinación de su práctica exigiría más de un análisis. Tal vez los graffiteros no tengan nada que decir, ni siquiera que “el placer es revolucionario” o, simplemente, están aclarando hasta que Francis Fukuyama y los frentistas desensillen.

Reynaldo Sietecase en EL viajero que huye. HS 1993. Rosario.

1 comentario:

  1. El graffiti fue un símbolo de rebeldía, por simbolizar las voces que no podían hacerse escuchar.
    Hoy, en democracia (por más absurda que sea), podemos hacer escuchar nuestra voz de miles de formas, que no perjudiquen a terceros.

    Claro, es un daño mínimo arruinarle el frente de la casa a alguien, cuando se está diciendo "si el hambre es ley, la rebelión es justicia"; pero así y todo jodemos a otro. Hay tiempos para todo, somos nosotros y nuestra circunstancia en la mayoría de los casos. El graffiti no es siempre la forma más óptima, aunque no siempre está mal; así como una rebelión pacífica no hubiese sido apropiada en ciertos momentos, ni la armada en tantísimos otros.

    Sólo una opinión.

    Abrazo!

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