jueves, 8 de octubre de 2009

Grande y necesaria

Por suerte existe gente más inteligente que uno, más sensible, más perceptiva. De ellos uno debe aprender, inspirarse y tratar de mejorar. Alguna vez escuché que uno debe ser un gran “plagiador”.

Estaba pensando luego de la última entrada, en escribir algo sobre la grandeza de Mercedes y lo importante para nuestra cultura. Que ella hizo un poco mejor a este rincón del planeta. A su manera, con sus cosas, con su arte y su persona, lo hizo.

De todos los artículos que se escribieron sobre ella, hoy leo esto de Fito Páez que describe muy bien lo que siento, pero mucho mejor y con toda la propiedad que él tiene para hacerlo, por eso lo comparto.

Cali

Sanmartiniana y desprejuiciada

Tres días después de la muerte de Mercedes Sosa, el popular compositor y cantante rosarino envió este texto con sus reflexiones y pensamientos sobre esta terrible pérdida de una artista única.

Fito Páez (08.10.2009)

El legado de Mercedes Sosa es de vital importancia en estas horas de la Argentina, una enseñanza moral plena de luz.

Con sutileza y precisión desarrolló una obra que marcará por siempre la historia de la música popular de este continente.

Su voluntad de libertad fue expuesta en cada recodo del largo camino que forjó a través de muchas décadas en diferentes álbumes y escenarios del mundo. Desde Matus hasta Violeta Parra, desde Ramírez hasta Atahualpa Yupanqui, desde Teresa Parodi hasta Djavan, desde Peteco Carbajal hasta Spinetta, desde Félix Luna hasta Charly García, toda ella fue, es, una clase de lo que debiera ser una nación. Una mujer integradora de esencias, una perfumista de la canción en la búsqueda, no del aroma perfecto, sino del aroma del lugar.

Sanmartiniana, desprejuiciada por naturaleza, logró lo que ningún dirigente pudo poner en funcionamiento en la historia de esta tierra. Escuchó a todos, se vinculó con todos, cantó con todos, nos emocionó a todos. Escuchar, vincular, cantar, emocionar. Verbos inusuales, alejados de la vida política. Ella, como nadie, nos da una idea del significado de nación que nos carga de responsabilidad y obliga a pensar en la infelicidad de un país que no puede realizarse en plenitud.

Sin embargo, su obra sí que lo logra. La fiereza en la elección de sus repertorios, los riesgos artísticos que asume, el rigor a la hora del canto y la claridad de su voz de terciopelo, la ausencia de miedos a las mercadotecnias, su seguridad temeraria al momento de la grabación, sus ojos cerrados cuando interpretaba y su boca de oro por delante de su bellísimo pelo negro bajo esa nariz de águila, esa es su estampa. Ama, señora y dueña del lugar. Reinona de la canción.

Será imposible pensar la Argentina sin sus fundamentales versiones de Leguizamón y Castilla, Guarany, la tríada modernista de La misa criolla, Mujeres argentinas y La cantata sudamericana, la vuelta a la democracia del 83 con Gieco, Tarragó Ros, Heredia y García, su permanente curiosidad por los autores nuevos (a quienes escuchaba incansablemente en su casetera primero, después en su walkman y después en su iPod), su admiración por el Chango Farías Gómez y Chacho Muller, su falta absoluta de rivalidad con las demás cantantes del barrio, a quienes amaba, sus ganas de abstraerse de todo y su curiosidad inagotable sobre lo que sucedía en el resto del mundo… en fin, sin su locura abarcadora y contenedora.

Ha muerto la señora Mercedes Sosa. La pachamama, le decían. Era una gran verdad, porque protegía y proveía. Madre tierra y deidad.

Su mirada, su presencia, nos condena al encuentro y este es un inmenso desafío en ésta, la hora más difícil de nuestra tremenda pérdida. Parecen palabras grandes y lo son, pero mas grande será construir un lugar tomándola de ejemplo. Ladrillo a ladrillo y todos los días con amor se construye una casa. Ese es su legado. Jamás aceptaré que el lugar de su velatorio se llame el de los Pasos Perdidos. En todo caso será el de los pasos ganados.

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