jueves, 25 de diciembre de 2014

2015: la derrota ya la tenemos, así que… a buscar el milagro (post #COP20)

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Intentar un balance post COP20 tiene para mí dos complejidades básicas. La primera es la dificultad para entender lo que verdaderamente allí ocurrió, que no sólo es lo que se acordó o no, sino también todo el proceso previo a Lima y lo que deja para los próximos meses. La otra dificultad, vinculada a la primera, es cómo evitar los lugares comunes. Porque es una tentación asumir el papel de crítico sagaz y de ser políticamente audaz al hablar de “fracaso rotundo” y arrojar  acusaciones a mansalva a poderosos y transnacionales por el “fracaso en las negociaciones climáticas”. Frecuentemente tales expresiones ocultan más una profunda ignorancia sobre política internacional (y local) y ofrecen una plataforma discursiva muy cómoda.

En relación a lo primero, cabe señalar que una COP significa dos mega-reuniones superpuestas. Por un lado, la Conferencia de la Partes (COP) de la Convención de Cambio Climático, la otra, es la reunión de los Miembros del Protocolo de Kyoto (MOP). Cada una de ellas tiene innumerables cuestiones administrativas, operativas, técnicas, legales y financieras que resolver cada  año. Tal es así que existen dos cuerpos subsidiarios denominados SBSTA y SBI que trabajan durante estas reuniones y en reuniones especiales entre las COPs.

A esto, se le suman diversos grupos de trabajo que van realizando tareas especiales que sirven con el objetivo de ir impulsando las futuras decisiones a adoptarse. A todo esto, sumemos los infinitos side events que presentan publicaciones, debates y puntos de vista de diferentes sectores, directa o indirectamente, vinculados con las negociaciones en curso. Sumemos, además, las conferencias de prensa de las delegaciones y demás entidades que siguen las negociaciones. Sumemos también la enorme constelación de actividades alrededor de la COP realizadas por gobiernos, ONG y organizaciones de todo tipo de forma paralela a las reuniones oficiales.

Un esquema sintetizado de las negociaciones que tuvieron lugar en los 15 días de Lima sería el siguiente:

http://unfccc.int/files/inc/graphics/image/png/unfccc_bodies_large.png

Este entramado de negociaciones hace tan dificultoso seguir o cubrir lo que sucede en una COP. En una conversación que tenía en Lima con una periodista, le decía que “acá hay alrededor de 12.000 personas, pero que sigan algún track de negociación de un modo directo, serán alrededor de 1.000, y que tengan una panorama global y en tiempo real de lo que sucede, no pasan de 150 o 200 personas alrededor de la Secretaría Ejecutiva”.

Un reciente artículo periodístico señalaba lo siguiente:

“El que más sabe de lo que transcurre por aquí conoce el 2% del total”, me dice un norteamericano, avezado en COP. “Un grupo de 20 o 30, alrededor de Christiana, son los únicos que saben todo”, sopla otro argentino que vino a cubrir el evento gracias a una de las becas que hay para hacerlo. Christiana es Figueres, la costarricense que dirige la secretaría de cambio climático dentro de la ONU hace cuatro años. (“Cómo cubrir la cumbre del cambio climático sin perderse en el intento”, Martín De Ambrosio, Suplemente Sábado, La Nación, 20/12/14 )

En relación al segundo aspecto, todos sabemos (o deberíamos intuir) las dificultades de las negociaciones, y sabemos lo difícil que es, por lo dicho anteriormente, resumir en dos palabras, en un único concepto, el resultado de la COP20.

Debemos tener en cuenta que cada decisión, por pequeña que parezca, implica enormes costos económicos para algunos y para otros no, que significa riesgos inmensurables para algunos y de  una magnitud mucho menor para otros, que significará la necesidad de realizar inversiones y cambios profundos en sus vidas cotidianas que afectarán a algunos más que otros. No siempre estas divisiones coinciden exactamente con las responsabilidades históricas y presentes en relación a las emisiones que están afectando el clima. Esta madeja de complejidades e intereses siempre está presente en cada párrafo que se discute.

También debemos tener en cuenta que superpuesto a la situación anteriormente señalada, están los históricos enfrentamientos geopolíticos, económicos e ideológicos, que se expresan en cada decisión que algunos países adoptan en su relaciones internacionales cotidianas. ¿Por qué habrían de dejarlos de lado en esta negociación?

También, el avance del problema, su agravamiento y el cada vez más escaso tiempo para actuar, hace que las urgencias y los frentes que deben atenderse al mismo tiempo sean cada vez más numerosos. Así se superponen con dramatismo las necesidades de actuación (y financiación) en los objetivos de reducción de emisiones, en la adaptación a un clima que cambia inexorablemente y, además, en las debidas compensaciones económicas que algunos pretenden garantizarse ante un cambio productivo y económico sin precedentes.

Imaginemos la disparidad de prioridades entre países insulares del Pacífico, amenazados en su supervivencia como tales ante el aumento del nivel del mar (Tuvalu, entre otros), la preocupación solapada o expresa de los países grandes exportadores de petróleo ante una economía que debe dejar de utilizar petróleo en sólo algunas décadas (Arabia Saudita y cia), pensemos en aquellos grandes emisores históricos que hoy han estabilizado o se encuentran en un proceso de reducción de las mismas (algunos miembros de la UE) y pensemos que, al mismo tiempo, países sumidos históricamente en la pobreza y que hoy se han convertido en los grandes emisores de este siglo (China, India, son algunos ejemplos). Los países mencionados son a mero título de ejemplos de cada grupo señalado.

A esta complejidad debemos sumar otra variable que hace a la equidad con que debe resolverse el problema. No es correcto concentrarse únicamente en las emisiones totales que cada país representa. También hay que tener en cuenta cuánta gente vive allí y calcular las emisiones per cápita, lo que nos dará una idea de cuál es la desigualdad entre cada uno de nosotros en el uso de la atmósfera. Cuando se observa el ranking de emisores por país y las emisiones per cápita, las listas difieren notablemente. Este, no es un tema menor.

Total de Emisiones de GEI x  País (2011)

Incluye Cambios en el Uso del Suelo y Bosques (1)

País

MtCO2eq

China

10.260

USA

6.135

India

2.358

Rusia

2.217

Indonesia

2.053

Brasil

1.419

Japón

1.170

Canadá

847

Alemania

806

México

723

   
Mundo

45.914

(primeras diez posiciones)

 

Emisiones de GEI per cápita (2011)

Incluye Cambios en el Uso del Suelo y Bosques (2)

  1. País

    tnCO2eq

    Kuwait

    62,62

    Brunei

    54,15

    Belize

    45,00

    Qatar

    43,72

    Guinea Ecuatorial

    35,85

    Omán

    34,23

    Trinidad & Tobago

    33.09

    Australia

    26,65

    Canadá

    24,67

    Emiratos Arabes Unidos

    23,64

       
    Promedio Mundial

    6,59

  (primeras diez posiciones)

 

Como puede observarse, el ranking varía notablemente y eso representa un problema a la hora de abordar cuáles son los compromisos que se deben asignar a cada uno. El criterio equitativo se llama “contracción y convergencia”. Esto significa que debemos reducir las emisiones globales a los niveles adecuados para estar por debajo de los 2°C (contracción) y que las emisiones per cápita vayan convergiendo a un valor similar para todos los habitantes del planeta.

La reducción global debe ser muy grande, cercana al cero para luego del 2050 y en cuanto a las emisiones per cápita, casi no hay nación que no tendrá que reducirlas.

Con todo esto, no quiero justificar la parálisis de las negociaciones, sólo trato de mostrar una pequeñísima parte de aquello que las hace francamente complejas. Complejidad que se torna dramática cuando se las encara con viejos paradigmas nacionalistas o de políticas basadas en bloques políticos y/o económicos.

Para señalar ejemplos cercanos, tenemos el discurso de Argentina, un discurso errático desde los 90 para acá. Poco contribuyente, y hoy basado en un escepticismo científico que emana desde laIMG_1129[7] propia Presidencia de la Nación y que lo hace transitar las negociaciones tan solo procurando, de un modo mendicante, algunos dólares “climáticos”, defender las exportaciones agropecuarias aunque impliquen deforestación y no mucho más.

“Nos preocupan también las consecuencias comerciales vinculadas a esta agenda como las que se derivan de las medidas unilaterales en respuesta al cambio climático que llevan adelante algunos países desarrollados, las cuales podrían convertirse en barreras a nuestras exportaciones.”  (fragmento discurso Vicepresidente Argentina, Amado Boudou, COP20)(3)

Las negociaciones son para la delegación argentina un ejercicio acerca de “cómo nos posicionamos ante los intereses hegemónicos financieros y económicos que dominan el planeta”. En ese posicionamiento la principal lucha es que “los países desarrollados… se comprometieron a asistir financiera y tecnológicamente a los países en desarrollo”. Es esa la prédica argentina. No es que sea errada, es parcial y carece casi por completo de objetivos climáticos. Casi que la arena climática es para Argentina meramente otro campo de batalla discursivo.(4)

Casi que el único tema a señalar de manera obsesiva es la no ratificación de Estados Unidos del Protocolo de Kioto, agenda un tanto anacrónica, lo que se discute hoy pasa por otros tópicos. Es como si quisiéramos hacer revisionismo histórico, una especie de Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, pero a escala planetaria. Nadie nos escucha, obvio.

El que nadie nos escuche, por supuesto es culpa de los medios. ¿Les suena conocido?

“Internacionalmente, la mayoría de los medios de comunicación que responden a estos intereses hegemónicos han venido planteando en cada COP sobre cambio climático que los que traban un acuerdo concreto y vinculante son los países en desarrollo”, así lo explica una alta funcionaria de la SAyDS (Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable”).

En definitiva, la actitud conservadora y mezquina de Argentina proviene de una interpretación del tema ambiental como Caballo de Troya del imperialismo. Esto ocurrió desde siempre. El movimiento ambientalista así fue interpretado por los sectores más conservadores y retrógados de la sociedad. No es casual que este gobierno entienda que “las Naciones Unidas, conducidas por los países desarrollados, utilizan todo ese poderío para impedir una democratización del sistema de gobernanza global, y su estrategia es la utilización de lo “ambiental” para frenar el desarrollo de los pueblos”.

Tomo el caso argentino porque es el que más nos debiera interesar conocer y analizar, pero son muchos más lo que sostienen cosas parecidas y peores. Y desde otras miradas bien diferentes, también están las miradas ultramontanas y conservadoras también.

Es así que un proceso naturalmente complejo, con altísimas implicancias económicas, políticas y sociales se encuentra atravesado intereses ideológicos y dogmatismos que generan inflexibilidades difíciles de sortear.

Estas son las razones por las que, a mi juicio, antes de hablar del “fracaso en la Cumbre” es preciso saber que vamos a esas reuniones, desde el inicio, con un “fracaso” casi asegurado, y vamos en procura de que algo milagroso o un rayo visionario aparezca. Es como iniciar un partido con 4 goles abajo, la derrota ya la tenemos. Así que hay que mandar el equipo arriba y a buscar el milagro.

Cali

PS: luego sigo

Lima Cop 20 comienza hoy: evento climático reunirá a más de 10 mil delegados  | Actualidad

(1) Fuente: CAIT 2.0 – WRI’s Climate Data Explorer http://www.wri.org/our-work/project/cait-climate-data-explorer

(2) idem

(3) http://unfccc.int/files/meetings/lima_dec_2014/statements/application/pdf/cop20_hls_argentina_spanish.pdf

(4) Las declaraciones pertenecen a Silvia Alicia Révora, Subsecretaria de Planificación y Política Ambiental. Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación. “¿Qué pasó en Lima?”, Página/12, 20/12/14.

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