domingo, 24 de junio de 2012

Rio+20 y algo de lo que se viene

 

Si bien era previsible el magro resultado obtenido en la Cumbre de la ONU sobre Desarrollo Sostenible, no existe justificación alguna para el desinterés sobre ella ni para actuar cínicamente desentendiéndose de lo que allí (no) pasó. Es alarmante la inacción de los gobiernos y la ausencia de voluntad política para fortalecer el diálogo y la acción global, cuando ambas son más necesarias y urgentes que nunca.

Esta cumbre demostró, como nunca antes, una parálisis colectiva en la que cada bloque económico y político antepone sus intereses por sobre la necesidad de acordar acciones conjuntas a escala global.

No se trata de la ya clásica y sistemática oposición de los Estados Unidos a que se debatan y, mucho menos, se acuerden pautas sobre el desarrollo y el ambiente a escala global. Ese país solía desarrollar ese bloqueo con dedicación ante cada negociación internacional haciendo uso de innumerables negociadores, esfuerzo económico y de los infaltables aliados de turno. Ahora todo eso ha sido casi innecesario. El trabajo de bloquear y diluir las negociaciones cuenta, y cada vez más, con una cantidad de países que han adoptado esa misma actitud y tienen capacidad para hacerlo. China es un buen ejemplo de eso. Pero son muchos más. 

Rio+20 fue el paroxismo del todo contra todos, del nadie cede nada y la búsqueda desesperada de que ningún negocio, ni presente ni futuro, vaya a quedar devaluado ni, mucho menos, descartado. 

Las negociaciones en torno al desarrollo sostenible, o sea, cómo cambiamos el rumbo autodestructivo en el que estamos, están estancadas y heridas de gravedad. Lo que viene ahora es mucho más complejo, porque los tiempos se acortan, los problemas se agravan y los espacios para acordar acción alguna, como la ONU, se encuentran devaluados como pocas veces.

El pesimismo, el desencanto y el cinismo serán los condimentos perfectos para quienes prefieren que tales negociaciones no recuperen impulso alguno. El caso más dramático es cómo se retomarán las negociaciones sobre cambio climático. Un indicador sobre eso lo tendremos a fin de año cuando se realice la COP18 en Doha, Qatar.

Las consecuencias de Rio+20 son innumerables. Algunas de los desafíos que se pueden ver en el horizonte, y más cerca aún, son:

1) Sin ONU mediante, aparecen las políticas “customizadas” del sector privado, gubernamental y no gubernamental. Sin acuerdos globales de acción concertada, la urgencia de los desafíos ambientales hará que cada sector procure mostrar algún grado de acción. Algunos lo harán como un modo de quebrar la inacción, pero la mayor parte será un maquillaje patético.

Un ejemplo de esto es lo que vimos estos días en Río de Janeiro con la iniciativa de la organización C40, un colectivo que reúne a las mega-ciudades. Se trata de una iniciativa de gobiernos locales que adoptaron medidas de mitigación de gases de efecto invernadero para el año 2030. Por ejemplo, Buenos Aires adopta la meta de reducir un 30% sus emisiones respecto del año 2008. Es una iniciativa gubernamental buena, pero parcial y que de ningún modo reemplaza la ausencia de acuerdos globales que le den sentido. ¿Tales metas se toman en base a qué? ¿Quién las controla? ¿Son suficientes? ¿Qué pasa si no se cumplen?.

Lo mismo pasa con la proliferación de “campañas” de empresas y ONG que procuran acuerdos de implementación de medidas de reciclado, recuperación y protección de áreas naturales, mejoras de eficiencia energética, etc. Todo esto se multiplicará en los próximos años.

En definitiva, ingresamos a un mundo donde las “metas voluntarias” y las iniciativas sectoriales crecerán ante la ausencia de políticas generales y la inacción global. Cada sector haciendo lo que mejor le convenga o haciendo que hace. 

Algo por lo que tanto lucharon Bush (padre e hijo) ahora está logrado. La protección de la naturaleza y la definición de las prioridades del desarrollo sustentable librada a la iniciativa de cada sector. Iniciativas parciales, superficiales y, en su mayoría, sobrecargadas de marketing.

2) Responsabilidades comunes, diferenciadas y en base a nada: Como directa consecuencia de lo anterior, se comienza a utilizar de un modo distorsionado el principio de “responsabilidad común pero diferenciada” . Utilizando la apelación al derecho “soberano” de cada país a fijar sus propias metas y diseños de políticas de desarrollo, se utiliza el principio rector de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”  destruyendo su propio sentido.

Con esa falsa apelación al derecho soberano a definir sus propias políticas de desarrollo, sin intromisión de nada ni nadie, lo que se termina haciendo es destruir el principio que se dice defender. Lo dinamitan porque las responsabilidades comunes, pero diferenciadas, deben adecuarse a la ciencia y a una acción concertada. Si no existe tal acción de conjunto y en base a objetivos globales no hay “responsabilidad común” y no hay responsabilidades que “diferenciar” para distribuir la tarea.

Invocar ese principio sin contexto global es la negación del mismo.

Entramos un una etapa “oscurantista” donde la ciencia no definirá las acciones sino el margen que permitan los negocios. Como viene siendo hasta ahora y peor aún.

3) Emergen los mercados de carbono privados. Uno de las consecuencias del estancamiento de las negociaciones sobre cambio climático y la finalización del, nunca del todo vigente, Protocolo de Kioto, será la emergencia de iniciativas sectoriales de las más diversas para brindar una aparente imagen de acción climática. En base a lo mencionado en el punto anterior, entre las iniciativas emergentes se verá una proliferación de mercados “sectoriales” de carbono.

Hasta ahora los mecanismos de flexibilidad dentro del Protocolo de Kioto fueron utilizados a un nivel que no crearon un mercado de carbono significativo. Esta es la razón por la que nunca se convirtió en un mecanismo demasiado atractivo. Las razones son muchas: los países que no ingresaron al sistema (como Estados Unidos); la enorme cantidad de “hot air” de los países de la ex-URSS, que generó papeles o permisos de emisión baratos en gran cantidad; los costos de transacción, es decir, los costos de control y fiscalización del sistema; etc.

Sin compromisos ni metas globales y en un contexto de iniciativas “voluntarias” emergerán iniciativas de mercados de carbono sectoriales (entre algunos países y sector privado). La creación de mercados de carbono que, sin regulación por parte de un cuerpo técnico y global, como el establecido en el marco del PK, serán un mecanismo que aportará poco a la mitigación del cambio climático. Probablemente, muchos serán un negocio efímero, por la propia debilidad financiera de la emisión de papeles sin respaldo sólido. Pero serán una muy buena estrategia de marketing para empresas emisoras de GEI y para países receptores de unos cuantos dólares. Todos podrán decir que están trabajando por el clima.

4) La perversión de la conservación. Donde el marketing de los mercados de carbono fuera del PK se tornará más nocivo y un verdadero fraude es en aquellos proyectos destinados a prevenir la deforestación y la degradación de bosques. Allí es donde estos mercados, como parte de las iniciativas sectoriales mencionadas más arriba, serán muy peligrosos.

Algunos países intentaron introducir este tipo de proyectos dentro del PK desde el inicio de su implementación y no lo lograron. Esa iniciativa fue rechazada por ONG, el sector científico y muchos países que no querían introducir una actividad con un gran potencial de generar debilidades dentro del sistema de contabilidad de emisiones, generar algunos incentivos perversos para falsear datos y evitar situaciones muy controversiales que se generan con este tipo de proyectos.

Algunas situaciones controversiales por las que este tipo de proyectos nunca pudieron ponerse en marcha dentro del Protocolo de Kioto son:

Fuga: al limitar la deforestación en un área determinada los factores que impulsan esa deforestación se “fugan” hacia otras áreas fuera del proyecto, es decir, se sigue deforestando y emitiendo, por ende, los bonos emitidos son falsos.

Línea de base: se debe suponer una tasa de deforestación futura que será evitada por el proyecto de conservación. Es un hecho contra-fáctico que incentiva exagerar datos para mejorar la economía del proyecto y, además, incentiva a usar la deforestación de una manera mafiosa, abandonando toda política nacional de protección.

Más emisión fósil: Se pretende compensar conservando carbono alojado en la materia vegetal con emisiones de carbono fósil, algo muy diferente entre sí. El primero, ya participa del ciclo atmosférico del carbono, el otro se incorpora desde el subsuelo. Es decir, hay un incremento de carbono en el ciclo natural.

Responsabilidades: La administración y el control de la deforestación del área bajo el proyecto resulta en innumerables conflictos de intereses entre los compradores de bonos, el país anfitrión y las propias comunidades locales en el área del mismo.

Estas son sólo algunas de las múltiples controversias que hicieron imposible que avanzara esta iniciativa dentro de las negociaciones internacionales. En el año 2000, en Argentina, se frenaron por oposición de ONG y comunidades locales dos proyecto piloto que pretendían realizarse: Prima Klima (Chubut) y Río Foyel (Río Negro).

Obviamente, si no existe un Kioto II o un acuerdo global similar, el sector privado avanzará nuevamente con este tipo de iniciativas, ya que son muy baratas, otorgan buena cantidad de bonos y a los gobiernos les permite mostrarse involucrados en la conservación de la naturaleza y protección del clima.

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Estas son sólo algunas de las consecuencias que veo que emergerán con fuerza post Rio+20 a consecuencia de no haber respondido adecuadamente al desafío actual. Creo que estamos ingresando a una zona de riesgo donde cada uno tomará el camino que mejor le plazca, el cuadro que bien describe en su libro, “Réquiem para una especie”, Clive Hamilton.

Creo que debemos lograr poner a las negociaciones en un curso productivo lo antes posible. Es altamente riesgoso apostar al fracaso de estas negociaciones como muchos lo han hecho de cara a Rio+20.

Por diversas razones se ha generalizado la idea, y el gobierno argentino la expresa, que abrir debates en el marco multilateral para discutir de economía, subsidios, rentas financieras, control de productos y otros tantos tópicos, es abrir una caja de pandora de la cual saldrán los demonios. Por el contario, en ese marco, los demonios deben adecuarse a las reglas del juego, están sometidos al escrutinio público. Es con el fracaso de Rio+20 y el debilitamiento de negociaciones en curso, como es el caso del clima, que se están liberando los demonios. Algunos de éstos tomarán algunas de las formas que he descripto en los puntos anteriores.

Repito, el escepticismo, la prescindencia y el cinismo, son funcionales al peor escenario. Hay quienes actúan así con inocencia. Otros, particularmente gobiernos, sí lo saben y promueven el terror a estas discusiones, como lo hizo Argentina, porque hacen negocios con los demonios.

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