miércoles, 3 de noviembre de 2010

Pilcaniyeu revisited

PILCANIYEU3 “Por eso creo que el rescate, la recuperación que hacemos hoy de esta planta de uranio enriquecido, el proyecto Pilcaniyeu, es para todos los argentinos, y en especial para esta Presidenta, un motivo de gran orgullo”, Cristina Fernández de Kirchner, 25/10/10

En varios rubros vivimos un revival de los 70! Con Pilcaniyeu se revive uno de los proyectos más adorados por la Junta Militar de 1976.

La reactivación de la planta de Pilcaniyeu es parte del relanzamiento de un programa nuclear cuyo propósito poco tiene que ver con la producción de energía. Lo único que se procura es perpetuar al sector nuclear, como un objetivo en sí mismo, bajo la poco precisa calificación de “sector estratégico”. Lo único estratégico aquí es la supervivencia de ellos mismos. Pilcaniyeu no es estratégico en términos energéticos, ni en ninguna otra área esencial para la sociedad.

La mayor eficacia del sector nuclear, aquí como en cualquier otro país en que se haya desarrollado ese sector, es su capacidad para perpetuarse de manera autónoma. Una “nucleocracia” que encandila a políticos crédulos y les alimenta sueños de potencia militar. image

Al respecto, aprovecho para poner aquí la primera parte de un extenso informe sobre INVAP que comienza justamente con el proyecto Pilcaniyeu. Esto ocurre en los primeros meses de la dictadura que había asumido el poder en marzo de 1976.

El informe está centrado en el desarrollo del INVAP y fue publicado en marzo de 2002, cuando estaba candente el escándalo por algunas de las clausulas del contrato firmado por INVAP con el  gobierno australiano por la venta de un reactor de investigación.

Cali

 

INTRODUCCIÓN

La energía nucleoeléctrica plantea innumerables riesgos ambientales en cada uno de sus aspectos: minería, procesamiento de uranio, combustibles, reactores, residuos, etc. Las dificultades para mitigar esos riesgos y la magnitud del daño que pueden ocasionar ha hecho que su uso sea cada más resistido en todo el mundo.

Es un método costoso y peligroso para producir electricidad. Sin embargo, su desarrollo ha sido impulsado por los gobiernos en diferentes partes del mundo. Argentina es uno de los países más «nuclearizados» de la región. Entre las razones que subyacen a esa decisión ha estado el factor «estratégico» o militarista: un país con tecnología nuclear es un país que posee o está en condiciones de tener capacidad bélica nuclear.

El presente informe describe el desarrollo de la empresa INVAP SE, una de las empresas clave en el desarrollo nuclear argentino. No pretende ser una descripción abarcadora de todo el desarrollo nuclear nacional, aunque la historia de INVAP describe buena parte del mismo.

En el desarrollo de esta empresa se conjugan los planes militares nacionales, los intereses bélicos de otros países, una concepción tecnócrata del desarrollo y la búsqueda de la supervivencia de una compañía que fue diseñada para un contexto político y social que hoy ya no existe.

Pero este no es un informe sobre el pasado. Actualmente, la empresa INVAP ha colocado a la Argentina en una compleja situación. INVAP se ha comprometido a ingresar a nuestro país residuos nucleares desde
Australia, operación que está prohibida por el artículo 41 de la Constitución Nacional. Este compromiso se ha plasmado en un contrato comercial firmado por INVAP en julio de 2000.

Pero a pesar de la ilegalidad de la operación, existen intenciones de respaldarla desde el propio Estado Nacional. El Gobierno de Fernando De la Rua firmó un Acuerdo Nuclear bilateral con Australia con ese objetivo, el cual está ahora en proceso de ratificación en el Congreso Nacional. Esta es una nueva demostración de una compleja y poderosa trama de vínculos e intereses entre distintos sectores políticos en relación con la cuestión nuclear.

Este nuevo escándalo internacional que se genera en torno de los negocios nucleares de INVAP exige una profunda reflexión acerca del papel que ha jugado esta empresa a lo largo de los últimos 25 años. También debería motivar un cambio sustancial en las prioridades de inversión en ciencia y tecnología, dejando de lado tecnologías peligrosas y resistidas por la sociedad, como es el caso de la energía nuclear, y dar prioridad a
tecnologías limpias, seguras y de plena aceptación social.

INVAP, UN PRODUCTO DE LA DICTADURA MILITAR

Poco después de producirse en la Argentina el golpe militar de 1976 que llevó al Gobierno Nacional a la Junta Militar presidida por el General Jorge R. Videla, se puede verificar una notable ampliación de las actividades y desarrollos en el área nuclear, muchas de las cuales tuvieron un desarrollo secreto y paralelo a las actividades oficiales y públicas.[1]

Se abre entonces un período caracterizado por un notable incremento en la militarización de la actividad nuclear. Es así que bajo el objetivo de alcanzar «el dominio del ciclo del combustible nuclear» primero se definen los objetivos en esta materia y luego se establece el llamado Plan Nuclear Argentino (Decretos 3183/77 y 302/79 respectivamente). El Plan Nuclear preveía llegar a finales de los '90 con seis plantas atómicas y un número extraordinario de proyectos e instalaciones en todo el país, que abarcarían desde la minería del uranio, la fabricación de combustibles, la obtención de plutonio y hasta un «basurero» nuclear. Es en ese marco en el que comienza la historia de la empresa INVAP.

El 3 de septiembre de 1976 se conformó el directorio de INVestigaciones APlicadas Sociedad del Estado (INVAP S.E.) como empresa propiedad de la Provincia de Río Negro, mediante el Decreto provincial 661/76. Nació ligada a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) mediante un convenio por el que puede hacerse cargo de proyectos de Investigación y Desarrollo de la misma. Ese convenio fue firmado por el presidente de la CNEA, el capitán de Navío Carlos Castro Madero, el gobernador de la provincia de
Río Negro, contralmirante Aldo Luis Bachmann, y el presidente de INVAP, capitán de Fragata José Gregorio. Todos ellos miembros de la Armada Argentina.

El convenio fue firmado el 6 de septiembre de 1976. En el mismo se lee la amplia cesión de atribuciones hacia el nuevo ente. Allí dice que, entre otros, es objetivo de INVAP «participar directamente en el desarrollo de procesos y obtención de productos de alto nivel tecnológico de interés específico para el cumplimiento del Plan Nuclear al que la CNEA se halla abocada; optimizar el uso del personal e infraestructura, requeridos para el objetivo anterior...».

El Dr. Conrado Varotto, en ese entonces Jefe del programa de «Investigaciones Aplicadas» de la CNEA que funcionaba en el Centro Atómico Bariloche (CAB), fue uno de los entusiastas impulsores locales de la creación de este organismo[2]. La existencia del CAB se vincula a que fue en Bariloche donde tuvo su origen el desarrollo nuclear argentino con el fraude de los experimentos del científico austríaco Ronald Richter, en busca del dominio de la fusión atómica.[3]

La presencia de militares conduciendo ambos organismos nucleares, CNEA e INVAP, no debe sorprender. La participación de la Armada Argentina en la actividad nuclear es significativa. Luego de sus dos primeros años de existencia (1950-1952) en que fue conducida por un Coronel de Ejército, cuatro altos jefes de la Marina se sucedieron en la presidencia de la CNEA hasta enero de 1984, independientemente de que durante ese periodo el gobierno fuera civil o dictatorial.[4] Esta influencia se potenció durante el gobierno militar
que gobernó la Argentina entre 1976-1983.[5]

INVAP nació como un brazo operativo de la CNEA para proyectos que se desarrollarían de manera no pública, en forma secreta o «clandestina». Luego de la caída de la dictadura en 1983 la CNEA pasó a ser administrada por civiles y la relación con INVAP comenzó a presentar algunas grietas. Si bien esta nueva situación condujo a que INVAP se vea obligado a buscar nuevos proyectos para sobrevivir, su relación con la CNEA seguiría siendo su principal apoyo.

DESARROLLO INICIAL DURANTE LA DICTADURA

El «secreto» de Pilcaniyeuimage

En 1976, mientras la dictadura militar en pleno apogeo desataba la más feroz represión que registraría la historia argentina, los directivos de la CNEA buscaban cómo profundizar la actividad nuclear en forma secreta. Con inmensos presupuestos procuraban el dominio
total en materia de lo más sensible de la tecnología nuclear, con la clara intención de adquirir capacidad industrial y militar en ese terreno.

En dicho contexto se constituyó INVAP y se le asignaron sus primeras «funciones». Alquiló viejos y pequeños hoteles de la ciudad turística de Bariloche, a 1500 Km al Sur de Buenos Aires. Poco tiempo después comenzó a producir sus primeros desarrollos tecnológicos y a diseñar nuevas instalaciones ¿Qué tipo de instalaciones? Nada menos que una planta de enriquecimiento de uranio por difusión gaseosa[6].

El desarrollo de la tecnología del enriquecimiento de uranio se inició en 1978, en Pilcaniyeu, un pequeñísimo paraje desértico de la provincia de Río Negro, a unos 60 kilómetros de Bariloche, donde se comenzaron a
levantar instalaciones a mediados de 1979 en un predio de 8.900 hectáreas. Un verdadero ejército de más de 1.000 personas, cientos de ellos trasladados diariamente por tren, trabajaron en el proyecto Pilcaniyeu, en lo que buscaría convertirse en la versión argentina de «Los Alamos».[7]

Albañiles, soldadores, calderistas, electricistas, mecánicos, técnicos electrónicos, especialistas en los más diversos oficios y decenas de profesionales en física, matemáticas, química e ingeniería, en el más absoluto secreto, comenzaron a dar forma a uno de los más ambiciosos proyectos de militares y científicos argentinos. Otro de esos proyectos sería la planta de reprocesamiento de combustibles quemados para obtener plutonio en la Provincia de Buenos Aires.[8]

En Pilcaniyeu se fueron desarrollando paso a paso los galpones de almacén de materias primas y componentes, la planta de producción electrolítica de flúor, las de tetra y hexafluoruro de uranio, la de cerámica para producir membranas filtrantes y la de producción de los tubos largos de esas membranas, la planta de ensamblado de tubos en las unidades de intercambio isotópico, los comedores, vestuarios y alojamiento, la usina, la planta de aceite (sustancia especial que lubrica y sella los compresores del proceso) y obviamente la planta de enriquecimiento, incluyendo la primera etapa piloto de escala 1:1, llamada «Mock up», la segunda de
producción, la A1, la planta de cascadas de difusión gaseosa.

image También se deben contabilizar las plantas piloto de esponja de Circonio y de Berilio y los talleres que en otras ciudades producían en secreto compresores, filtros, válvulas, etc. Así, en pleno desierto inhóspito y despoblado
se desarrolló un verdadero pueblo, con una usina de generación de energía que podría alimentar eléctricamente a toda la ciudad de Bariloche. 

La construcción de la tercera etapa, la A2, estaba prevista para la década de los '90, pero ya con INVAP fuera del complejo y con CNEA a cargo del proyecto.

Obviamente, este desarrollo que pasaba desapercibido para la sociedad argentina, fruto de la desinformación reinante, era una de las actividades sospechadas y observadas desde el ámbito nuclear internacional. Más aún, estos desarrollos alimentaron la fuerte competencia que existía con los militares y el sector nuclear brasileño, quienes desarrollaban, casi en paralelo, programas similares. Esta «carrera» consumió enormes recursos económicos y científicos y, hasta hoy, el sector nuclear no ha hecho una debida autocrítica al respecto.[9]

Sorpresivamente, en noviembre de 1983, la palabra Pilcaniyeu saltó a las primeras planas de los diarios del país. A escasas semanas del fin de la dictadura y del comienzo del gobierno democrático del Dr. Raúl
Alfonsín, el que sería el último presidente militar de la CNEA, el vicealmirante Castro Madero anunció de manera triunfalista que la Argentina había logrado enriquecer Uranio en la planta (secreta) de Pilcaniyeu.[10]

Los medios nacionales le dieron amplia cobertura al logro anunciado por la CNEA, pero sin que exista un análisis crítico de esa situación[11]. Es notable cómo los principales partidos políticos y los medios de comunicación le dieron apoyo a estos desarrollos, aún los más conflictivos, oscuros y militaristas del programa nuclear.

Sin embargo, ante la opinión pública, la situación era bien diferente. El fin de la Dictadura Militar se produjo precipitadamente a partir de la derrota militar en la Guerra de Malvinas en junio de 1982. Se exacerbó entonces en la sociedad un profundo rechazo por ese gobierno y por las actividades militares en general. El anuncio de Castro Madero, pocos días antes de que finalizara el gobierno militar, se asimila a una maniobra
propagandística y de intento de blanqueo
de una actividad que le había costado mucho dinero a la sociedad y que sufría ya serias denuncias de violaciones a los derechos humanos y de «desapariciones» en el sector que había comandado el almirante.

También el sorprendente anuncio de Castro Madero servía para ocultar el accidente ocurrido dos meses antes en el reactor de investigación RA-2 del Centro Atómico Constituyentes (Buenos Aires) que había costado la vida de un técnico.[12]

El propósito declarado entonces de la planta de Pilcaniyeu era producir uranio enriquecido al 20% para ser utilizado en reactores de investigación y combustible levemente enriquecido para reactores de potencia. De todos modos, la obtención de uranio enriquecido para ser usado en armas nucleares (al 90%) era factible en una planta de ese tipo, estimándose una posible producción de suficiente material para construir un explosivo nuclear por año. Años más tarde Castro Madero reconoció que la Argentina habría podido construir una
bomba atómica si lo hubiera querido.[13]

Durante la última semana de noviembre, a pocos días del anuncio de Castro Madero, Argentina recibió la urgente visita del titular de la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA), Hans Blix. El objetivo era interiorizarse sobre la situación del programa nuclear argentino, el cual había sido seguido con recelo por el resto del mundo durante los años de la dictadura.

Coincidentemente con la visita de Hans Blix y de la multiplicación de expresiones de orgullo y algarabía por parte de diversos sectores ultra-nacionalistas, el vicealmirante Castro Madero debió salir al cruce de diversas
acusaciones que provenían de organismos de derechos humanos sobre desapariciones de personas y persecuciones en el sector nuclear argentino.[14] El titular del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales),
Emilio Fermín Mignone, lo responsabilizó de acciones represivas y de desapariciones de por lo menos 12 científicos de ese organismo.

Luego de haber mantenido reuniones con autoridades del sector nuclear, con las autoridades
nacionales recientemente electas y poco antes de partir de la Argentina, el titular de la AIEA remarcó que «en estos momentos, las plantas de reprocesamiento y enriquecimiento de uranio no están sometidas
a regímenes de salvaguardia».15 Blix procuró convencer a los futuros funcionarios del Gobierno de Alfonsín, de blanquear el programa nuclear y colocar las instalaciones bajo los regímenes de inspecciones internacionales. Al mismo tiempo Castro Madero confrontaba tales apreciaciones diciendo que la Argentina «no debe firmar el tratado de no proliferación».16

Luego de varios años de finalizado el gobierno militar y luego de una renovación de autoridades tanto en INVAP y la CNEA, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) descubriría que el anuncio había sido
una mentira: nunca la Argentina logró enriquecer uranio, a pesar de lo dicho y de lo gastado.

El anuncio de 1983 era parte de un juego militar-civil de desinformación y presiones. El engaño siguió durante varios años más, hasta 1991 se invirtieron aproximadamente 200 millones de dólares además de los 100 millones oficialmente reconocidos. Se supone que durante el gobierno militar ya se habían gastado no menos de 300 millones de dólares.

En 1987 se buscó realizar las inversiones necesarias para concluir la planta con el objetivo de fabricar unos 40 elementos combustibles enriquecidos al 20% para Argelia y otros 70 elementos para Irán. Más adelante
se describirán esas operaciones. La historia del enriquecimiento de uranio es una muestra clara del procedimiento utilizado por la CNEA e INVAP durante la dictadura. Este programa secreto paralelo le representó enormes costos económicos a la Argentina y una sombra de sospechas que cubrió al
país por mucho tiempo en el plano internacional, debido a la firme presunción de la existencia de programas nucleares militares paralelos.

Vale como muestra del secretismo utilizado por el INVAP las declaraciones que años más tarde realizó el Ing. Jorge Cosentino, prestigioso científico de la CNEA: «Pensé que conocía la totalidad de los planes nucleares
argentinos por mis 31 años en la CNEA. Sin embargo, en noviembre de 1983, supe, a través de la radio de un taxi, en Bariloche, que la Argentina había llegado al enriquecimiento de uranio, en un programa desarrollado
en cinco años. Yo había sustituido interinamente algunas veces al vicealmirante Castro Madero (en la presidencia de la CNEA), más nunca supe nada. Un taxista, con su radio, es quien me contó el secreto».[17]

(…el informe continúa con la historia hasta el año 2002)

Notas 

1. El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas derrocaron al gobierno constitucional que encabezaba Isabel Martínez de Perón y asumieron el control de los poderes públicos. El Gobierno Nacional queda a cargo de una Junta Militar compuesta por el teniente General Jorge Rafael Videla, el Almirante Emilio Massera y el Brigadier General Orlando R. Agosti. La Presidencia de la Nación fue asumida por el General Videla.

2. «Origen de la INVAP», Contralmirante Aldo Luis Bachmann, carta de lectores de La Nación, 24/6/2000.

3. Tales experimentos realizados desde finales de los años ’40, condujeron a Perón a anunciar en 1951 que se poseía total dominio nuclear y dar a entender que se tenía una bomba nuclear. Una historia detallada de ese falso desarrollo se puede ver en «El secreto atómico de Huemul. Crónica del origen de la energía atómica en la Argentina», Mario Mariscotti, Sudamericana-Planeta. ISBN 950-37-0109-0. También se puede ver
«Argentina's Dr Strangelove, or how Perón fell in love with the sun», por Ivan Briscoe, Buenos Aires Herald, December 6, 1998.

4. El 31 de mayo de 1950 el Presidente Perón crea la CNEA mediante el Decreto Nro.10.963 del Poder Ejecutivo Nacional. La CNEA pasa a depender directamente de la Presidencia de la Nación. Sus sucesivos presidentes fueron: General J. D. Perón (1950-1955) (durante este período la jefatura de la institución fue ejercida por el Coronel González hasta abril de 1952 y luego por el Contralmirante Pedro Iraolagoitía); Contralmirante Ing. Oscar A. Quihillalt (1955-1958); Contralmirante Ing. Helio López (1958-1959); Contralmirante Ing. Oscar A. Quihillalt (1960-1973); Contralmirante Pedro Iralogoitía (1973-1976),
Vicealmirante Carlos Castro Madero (1976-1983).

5. «Siempre manejada (la CNEA) discrecionalmente por la Marina, es a partir de marzo del '76 que se produce un verdadero capataceo militar, liderado por integrantes de la Logia del Cristo de Velázquez, enquistada en la Armada», Federico E. Alvarez Rojas, revista Crisis, 1986.

6. Se denomina uranio enriquecido a aquel en el que la proporción del isótopo uranio-235 ha sido artificialmente incrementado, o «enriquecida», por encima del 0,72% que se encuentra naturalmente en el mineral de uranio. Existen varios métodos para hacerlo, una de ellos es la «difusión gaseosa». El uranio enriquecido es una potencial materia prima para fabricar armas nucleares.

7. «Los Alamos», en New México, es el nombre del sitio y de los laboratorios que fueron parte del Proyecto Manhattan de los Estados Unidos cuyo objetivo fue desarrollar en secreto la tecnología de armas nucleares durante la década del ’40. Los laboratorios se ubican en un sitio desértico y apartado de la mirada de los medios y del público. Trabajaron en él unas 40.000 personas en el más absoluto secreto.

8. A mediados de los '80 se conoció públicamente que la CNEA había alcanzado a construir hasta un 80% del Laboratorio de Procesos Radioquímicos o LPR (más conocido como Planta de Reprocesamiento de Combustible Nuclear Quemado), en su Centro Atómico Ezeiza, a escasos 20 km del centro de la ciudad de Buenos Aires. Este desarrollo se debilitó con el fin de la dictadura militar y fue discontinuado, no sólo debido a
la fuerte oposición de vecinos y organizaciones ambientalistas, sino también a serios problemas de diseño, según afirman los técnicos que trabajaron allí.

9. Algunas estimaciones indican que el Plan Nuclear durante 1976-1983 insumió, como mínimo, unos 5.000 millones de dólares, el 13% de la deuda externa argentina en ese entonces.

10. Claramente, se trató de una estrategia de presiones. Las elecciones habían sido en Octubre (1983) y el Dr. Alfonsín asumiría la Presidencia de la Nación el 10 de Diciembre, pocos días antes, la CNEA hace su anuncio que conmovió a la prensa nacional e internacional.

11. «Uranio enriquecido. Destacan el avance atómico argentino. ‹Es una revolución política, económica y tecnológica›, dijeron importantes científicos. La repercusión internacional», así tituló la primera plana de La Nación del 20 de Noviembre de 1983.

12. «Por radiaciones murió un técnico». Diario Clarín, 27/9/83.

13. «Bomb potential for South America», David Albright, Bulletin of the Atomic Scientists, May 1989.

14. «Castro Madero rechazó graves acusaciones. Negó desapariciones en la CNEA», diario Rosario, 26 de noviembre de 1983. «Acusan a Castro Madero por las desapariciones de científicos. Efectuó la denuncia un ex empleado de la CNEA», diario Rosario, 19 de diciembre de 1983.

15. El sistema de «salvaguardias» es supervisado por la AIEA para evitar la desviación de material y tecnología nuclear a programas de armamento nuclear.

16. El «Tratado de No Proliferación» (TNP) es el único instrumento internacional que procura limitar la proliferación de armas nucleares. Más allá de los defectos y limitaciones de ese tratado, el gobierno Argentino sostenía, al igual que otros países en desarrollo, que ejercería su derecho a adquirir tecnología nuclear dual, es decir civil y militar. Argentina ratificó el TNP en 1995. Argentina tampoco adhería en ese entonces al «Tratado de Tlatelolco», que crea una zona libre de armas nucleares en la región de América Latina. Argentina
adhirió a Tlatelolco recién en 1994.

17. Reportaje publicado por Folha de Sao Paulo el 27/8/86.

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