sábado, 23 de enero de 2010

¿Intervenir o no intervenir?

425555La tragedia de Haití coloca en un primer plano algo más que una tremenda catástrofe natural y sus consecuencias. Una de ellas, es que tales consecuencias se ven amplificadas por las condiciones previas al sismo, la que también podemos calificar de “catastróficas”.

El desorden y la confusión luego del terremoto en Haití tienen que ver con la magnitud del mismo, pero también con la ausencia de estructuras de administración sólidas previas al terremoto. Una población que no ha tenido otra alternativa que manejarse como ha podido para sobrevivir desde hace décadas. Sobrevivir en medio de la miseria y la violencia de todo tipo.

Por diversas razones que pueden rastrearse en su historia, Haití es uno de los denominados “estados fallidos”. Si bien el concepto es discutible y no exento de polémica, hace referencia a un país donde el estado no logra ejercer sus funciones básicas en el territorio bajo su administración. Son esos casos en donde el estado nacional ya no posee el control ni ejerce las mínimas funciones que se esperan de él: educación, salud, justicia, etc. Es decir que existen grandes porciones de su territorio donde sus habitantes no saben a ciencia cierta quién gobierna.

Los “estados fallidos” representan una tragedia en sí mismos y, a esta altura de la historia, una amenaza global. Estos “estados fallidos” son una tragedia humanitaria porque sus habitantes padecen hambrunas, abandono, sufren la violencia de grupos armados de la más diversas características, guerras civiles o tribales. La población está sometida a todas las calamidades imaginables y aún más.

Por otro lado, constituyen una amenaza global o internacional por diversas razones. Una de ellas, como puede suceder en el caso de Haití, es que suelen generar, a raíz de diferentes circunstancias -como un desastre natural, una masiva ola de refugiados. Por lo general, estos refugiados terminan a mitad de camino, en países que no tiene capacidad alguna para recibirlos o bien, donde no son bienvenidos, con todas las explosivas complicaciones de una situación así.

425669 También constituyen una amenaza internacional porque el vacío de poder en grandes porciones de sus territorios son sitios accesibles para ser utilizados por redes de narcotráfico o grupos armados de todo tipo. El vacío de poder formal en grandes porciones de territorio no es sólo cualidad de los “estados fallidos”, sucede también en países donde el Estado Nacional sólo posee un control teórico en los mismos, pero que en los hechos son territorios administrados, por ejemplo, por bandas armadas al servicio del negocio del narcotráfico o negocios vinculados a la explotación de recursos naturales. Sucede, por ejemplo, en vastas regiones de la Amazonía o en Colombia.

Dado el potencial explosivo de conflictos, tragedias humanitarias y calamidades de todo tipo que suelen producirse en sus territorios, es frecuente el uso de la “intervención humanitaria” para evitar males mayores o paliar una situación crítica. Hemos visto esta situación en ocasiones recientes  como en las guerras civiles y matanzas étnicas en Bosnia-Hersegovina (250.000 muertos, 2,5 millones de refugiados), en Ruanda (mas de un millón de muertos) o en el Congo (5 millones de muertos, cientos de miles desplazados). Sólo para mencionar una pocas de las numerosas tragedias que no ocupan los titulares de los diarios.

Cuando algunas de estas frecuentes situaciones irrumpen con toda su intensidad surge la necesaria pregunta ¿intervenir o no intervenir?.

Intervenir suele estar basado en la necesidad de poner límite a la espiral de violencia y en procurar minimizar los daños que guerras intestinas o el caos que surge luego de desastres naturales, como el caso de Haití. No intervenir implica confiar en que las fuerzas políticos y administrativas tendrán capacidad para enfrentar la situación, incluso administrar la ayuda internacional. Esto último suele ser bastante improbable.

MI opinión es que la intervención internacional es necesaria y es un imperativo moral. No es posible mirar para otro lado ni escudarse en la “libre determinación” cuando significa que dejamos a la gente librada a la ley del más fuerte o violento. La pregunta es: ¿cómo?

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Como sucede en estos días con Haití, la “intervención” debe ir más allá del envío de asistencia médica, alimentaria y logística. He aquí la gran cuestión, todo eso debe ser administrado, coordinado y establecerse prioridades y criterios de actuación. Con un gobierno local desactivado y una situación social explosiva, ¿quién asume eso roles?

Por esta enorme rendija se filtran las peores sospechas, cuando no, intenciones. Miremos lo que está pasando estos días, más de 10.000 marines (Estados Unidos) son los que ponen ese orden y ejecutan las tareas de gobierno, en “colaboración” con los jirones de las autoridades locales. Así crecen las sospechas de una virtual “ocupación militar” norteamericana, más aún cuando ya se habla de una solución a “largo plazo”. No hay duda que será de largo plazo, la duda es si corresponde a la diplomacia de la Casa Blanca decirlo. ´

¿Cómo se evita ese riesgo? Sin duda que es imposible intentar evitarlo por la simple negativa a que EE.UU. intervenga ya que si eso no ocurre, toda la ayuda queda a merced del caos social y se verían frustradas los mejores esfuerzos, y aún sería imposible garantizar condiciones mínimas de trabajo a las organizaciones humanitarias que envían sus equipos y voluntarios. No hay dudas que quienes deben cumplir ese rol son las fuerzas de paz de la ONU, los cascos azules. El problema que son fuerzas que parecen siempre insuficientes y lentas.

image Se debe tornar innecesario la injerencia de EE.UU, o de cualquier otro, por la agilización y mayor equipamiento a disposición de la ONU. Por una lado, debe haber conciencia internacional que sin ese brazo “armado” con capacidad para actuar en medio de situaciones extremas y cuyo objetivo sea el resguardo de la paz, no hay modo de evitar la “intervención humanitaria” de estados con capacidad militar y logística mayores. Las víctimas terminan  pidiendo esa ayuda, venga del modo en que venga.

La fuerzas de paz de la ONU debe ganar un poder delegado que les permita actuar con rapidez, y en todo caso un Consejo de Seguridad más democrático, deberá corregir lo que haya que corregir luego. La disponibilidad de efectivos y equipamiento debe ser abundante. Para eso, habrá alguna vez concluir que la única razón para la existencia de un ejército es para dotar de personal a los cascos azules. La única razón para gastar plata entrenado a profesionales en la llamadas Fuerzas Armadas es para contribuir a misiones de paz de la ONU. Toda otra intencionalidad es plata invertida en capacitar militares en doctrinas nacionalistas, siempre agresivas y criminales.

O dejamos que algunos estados actúen de gendarmes globales o pensamos y actuamos para que la seguridad global se construya en base a la paz y no la dominación. ¿A cuál de los dos modelos responden nuestras fuerzas armadas?

Cali

Bosnia” (1997) Spinetta y los Socios del Desierto

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