lunes, 19 de enero de 2009

Elogio de la diferencia II

Tal como lo adelanté cuando publiqué el artículo de Martín Caparrós, "Elogio de la Diferencia", voy a realizar algunos comentarios sobre el mismo.

En primer lugar voy a decir algo que para muchos puede sonar feo. Eso que Caparrós llama “derecha contemporánea” es ni más ni menos que la ideología dominante en la actualidad (y sin pronóstico de cambios durante la semana entrante) luego de un extenso proceso histórico que implicó el crecimiento, confrontación, caída y supervivencia de ideales sociales de diversa índole desde la revolución industrial para acá. Hablo de la revolución industrial para tomar una referencia similar a la que Caparrós adopta cuando menciona a Marx.

Ese proceso implicó un desgaste, erosión y tensión permanente entre esas ideas que ha hecho que lleguemos al mundo tal cual hoy lo vemos. Esos términos grafican, particularmente, el desgaste y erosión que fueron sufriendo las ideas de “izquierda” desde afuera, por sus enemigos, como por sus propias limitaciones.

Digo todo esto, porque no podemos decir que la idea de “que hay un solo camino” es una idea que la vendió una derecha contemporánea transitoria, que no sabemos muy bien por dónde andará mañana o de dónde vino. No. Lo dice la idea sólida y jodidamente establecida a escala global y ante la cual no existe, vamos a llamarle, una “izquierda contemporánea" que le discuta siquiera.

Como dice la canción, “el futuro ya llegó hace rato, todo un palo ya lo ves”. Pasa que si no lo vemos en esa dimensión, me parece complicado, porque le vamos a dar un significado liviano al actual estado mental de la humanidad. Si así lo hacemos, es posible que creamos en la revolución a la vuelta de la esquina. No creo que Caparrós crea en eso. Por eso digo, no podemos hablar de la “derecha contemporánea” como una ola del momento, es algo más que eso. Lo siento, suena feo.

Creo que la izquierda realmente existente ha desaparecido como opción ideológica que represente algo que pueda tornarse operativo en la política concreta, ya sea a escala macro o escala micro. Por otro lado, la raíz ideológica de las ideas, tanto de derecha como izquierda, nacidas y criadas al calor de las máquinas de vapor del industrialismo le erraron en cuanto a sus premisas de sustentabilidad de sus desarrollos. Los límites ecológicos no fueron contemplados por las ideas economicistas e industrialistas, así que tampoco son demasiado útiles para enfrentar lo que nos queda a nosotros sobre la tierra y para los que vienen detrás. Estas son algunas de las razones que me hacen pensar que categorías como derecha-izquierda no alcanzan para pensar y operar en el mundo de hoy.

Los valores morales, por lo general, son un valuarte de la izquierda, pero no de la izquierda “realmente existente”. He aquí uno de los intríngulis que llevaría varios megas desarrollar. Claro que uno puede poner todos los valores morales de solidaridad, igualdad y libertad bajo la etiqueta de izquierda y entonces, uno es de izquierda y ya está, pero con eso no hacemos nada. Si de lo que se trata es de cambiar al mundo, para hacerlo hay que poner esos valores morales en marcha por medio de ideas operativas que tengan chances de funcionar, y a mi entender, tal cosa no está en ninguna biblia de la izquierda.

Dicho esto, entiendo, y no me sorprendo, que alguien cuando lo apuren con estos temas diga que quisiera vivir en una sociedad pedorra pero un poco más amigable, para algunos, como puede ser Canadá o Australia. Cualquiera puede elegir la que más le guste. Pero los ejemplos serán de ese estilo. Porque aunque nos cueste decirlo, en esos países, algunas poquitas ideas de izquierda alcanzan hoy su máxima expresión. Algunas de las que menciona el pibe en su comentario a Caparrós. Entonces no nos debemos escandalizar, esta es la situación y esto no lo instaló Fukuyama ni Cavallo.

Lo que sigue en el artículo de Caparrós es una enunciación básica de ideales comunales (propiedad común de las cosas) pero con un Estado que garantice los derechos básicos de las personas. Claro que suena bien. Siempre suena bien. Igual que justicia justa y demás principios de no discriminación ni ninguna imposición religiosa, militar o económica sobre la vida de los ciudadanos y que las personas sean más importantes que las patrias. Suscribo.

La pregunta es, ¿ese conjunto de deseos constituyen la “izquierda”?, si es así, fenómeno, mucha gente se siente identificada con esos deseos. Pero entonces, me atrevo a decir que, siendo así, sólo la “derecha contemporánea” nos puede llevar a algún lado: tanto al infierno como al paraíso de Kropotkin.

La siguiente pregunta para mí es la clave, y creo que políticamente más interesante, ¿es la izquierda el mejor soporte o mejor instrumento para lograr tales ideales? ¿Los instrumentos políticos que la izquierda nos ha legado, son los instrumentos apropiados para alcanzar esos objetivos?. Creo que no. Creo que el instrumental necesario es otro.

Un párrafo especial merece el tema de la participación y el estilo de democracia que se pregona, porque esto hace a ese “instrumental” al que me refiero. Sobre este aspecto, quiero recomendar el artículo "La asamblea, su ambición y sus límites" publicado el domingo pasado en Página/12 por José Natanson. Me parece una interesante nota, algo así como una reflexión sobre el asambleismo luego de la borrachera de asambleas y de discursos de Naomi Klein que hicieron creer a muchos que en el 2002 estaban cambiando el sistema financiero mundial. La nota es muy interesante.

Volviendo sobre el final del artículo de Caparrós, el ejemplo del globo no lo entendí. Lo de la honestidad sí. Pero he aquí, al final del artículo, donde me parece que queda claro que Caparrós habla de “izquierda” como “concepción del mundo” y nada más. En tal caso, esa concepción del mundo me parece muy difusa y dice muy poco o nada acerca de cómo se alcanza.

Siendo la izquierda simplemente una "concepción del mundo", no hay “izquierda contemporánea” en tanto sí existe una “derecha contemporánea”. ¿Cómo entonces no habría de prevalecer un "único camino"?


Cali

PD: un temita



1 comentario:

  1. El problema actual de la izquierda pasa por el hecho de que en los momentos en que ha intentado actualizarce a la realidad de los tiempos que corren ha fracasado estrepitosamente. A mediodos de los noventa, en Europa hubo un debate importante hacia dentro de los partidos de izquierda. El resultado fue un híbrido que algunos denominaron la tercera vía. Una izquierda moderada que pudo ganar elecciones importantes pero que no supo recrear su propia identidad como tal. Los fracasos de la nueva izquierda en Francia, Alemania e Italia, por no mencionar al nuevo laborismo inglés, explican en parte que no existe actualmente una corriente política capaz de convertirse en una opción a partir de la crisis financiera mundial.

    Parrafo aparte merece la Argentina, donde jamás ha habido siquiera un agiornamiento doctrinario, donde la única consigna durante las últimas elecciones fue "que la crisis la paguen los capitalistas" y donde todavía hay gente que cree que el peronismo es de izquierda. El panorama es desolador.

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