jueves, 17 de marzo de 2011

¿Nuclear? No gracias

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No existe una central nuclear que esté exenta de riesgos. Tales riesgos están asociados a situaciones que entrañan un impacto significativo para la salud de las personas. Quien diga lo contrario, no dice la verdad.

Un reactor nuclear opera en un delicado equilibrio entre sus diferentes partes y con márgenes muy estrechos. Sólo es posible sostener su funcionamiento dentro de esos márgenes por medio de una compleja ingeniería y haciendo uso de múltiples sistemas de control y seguridad. 

Esta ingeniería de los reactores es extremadamente cara y es el precio a pagar en el intento de reducir los peligros de la energía nuclear. Sólo es posible disminuir esos riesgos ampliando las barreras ingenieriles pero esto representa mayores costos a los ya de por sí elevados costos de la energía nuclear.image

Los altísimos costos económicos, los riesgos en la operación en todo el ciclo del combustible nuclear (minería, fabricación de combustibles, operación de reactores, etc.), el legado de residuos altamente radiactivos, los que deben ser protegidos de por vida ya sea por sus riegos radiológicos como por su potencial desvío hacia fines militares o terroristas, todos estos elementos convierten en una verdadera insensatez producir electricidad por medio de reactores nucleares.

La Argentina no está exenta de los riesgos que entraña la actividad nuclear. Tanto las plantas de Embalse y Atucha I, así como otras instalaciones, registran en su historia incidentes que han afectado a operarios y pudieron derivar en accidentes mayores. Argentina, como sucede en el resto del mundo, no tiene ningún plan de gestión de los residuos altamente radiactivos que por ahora permanecen alojados en las propias plantas de Atucha y Embalse. Las minas de uranio han dejado un pasivo ambiental en diferentes puntos del país que aún no sido resuelto, a pesar de esto, ahora se quiere reactivar la minería de uranio, incluso para la exportación.

Lamentablemente, en estos últimos años se está reviviendo el viejo plan nuclear de la dictadura militar, un plan megalómano, que fue diseñado con una fuerte componente militarista: El gobierno nacional promete inaugurar Atucha II (después de 30 años en construcción) un proyecto de la primera junta militar iniciado en 1981; se han reabierto los laboratorios de enriquecimiento de uranio en Pilcaniyeu, el proyecto secreto que piloteaba el Contralmirante Castro Madero, a la cabeza de la CNEA; se pretende construir el reactor CAREM, un reactor que deriva del proyecto de construcción de un submarino nuclear y que, modificado, se ha intentado vender desde la década de los 80 como “mini-central” para el cual no existe mercado alguno. Todos proyectos que sólo existen mediante los enormes subsidios del estado que han implicado y siguen consumiendo.

Cada peso gastado en energía nuclear es un peso gastado en incrementar el riego nuclear, es un peso menos destinado al desarrollo de fuentes energéticas limpias, renovables y económicamente más eficientes. La opción nuclear, debemos decirlo con claridad, es una opción ideológica que nada tiene que ver la cuestión energética. Definitivamente, la energía nuclear no tiene ningún sentido como fuente energética. No tiene ningún sentido correr los riesgos que implica ni pagar el costo económico que representa.

Juan Carlos Villalonga

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