sábado, 27 de febrero de 2010

La Argentina malvinera

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Tras que éramos pocos apareció Malvinas. Siempre aparece, siempre vuelve. Es una letanía que ya poco tiene de reclamo real y sólo sirve para la vagancia intelectual de “nacionalistas” que prefieren recitar los versos que saben de memoria antes que ponerse a pensar un poco cómo es este mundo que nos rodea. La historia es compleja, la realidad es compleja, por eso el nacionalismo es una gran solución para quienes no toleran esa complejidad. Siempre el nacionalismo simplifica. Siempre. Como cuando grita “Las Malvinas son argentinas”. 

Malvinas para mi es un tópico ineludible y me obsesionan sus connotaciones y lo que ha costado. Aquí un artículo de Martín Caparrós, a quien admiro y también, muchas veces critico, pero siempre inteligente y feroz. Ya comencé a leer rabietas nacionalistas a raíz de este artículo.

Cali

La Argentina es malvina

Por Martín Caparrós, diario Crítica, 25.02.2010

Las Malvinas son argentinas es una gran frase. Es uno de los eslóganes de la patria y, al mismo tiempo, la síntesis de una idea de esa patria; las Malvinas son argentinas, dice: afirma una calidad teórica, sostenida por supuestos merecimientos históricos, que la realidad se empeña en desmentir. Y no dice las Malvinas serán argentinas, podrán ser argentinas, deberían ser argentinas; dice que lo son, porque está escrito en las tablas de la justicia históricogeográficopolíticoinmanente. Donde deben estar escritas también todas esas certezas acerca de lo maravilloso que es nuestro país –y sin embargo estamos como estamos. Las Malvinas son argentinas, dice, pero se ve obligado a decirlo porque –en la realidad pura y dura– no lo son. Una idea de la patria: como quien dice somos, siempre, lo que deberíamos ser, un supuesto futuro; somos lo que seremos –o lo que, al fin, no somos.

–Bueno, señor, hay que ponerse metas en la vida.

–Sin duda, mi estimado. ¿Y no podremos encontrar metas mejores? ¿Algo del image estilo la comida de los argentinos es argentina, la salud de los argentinos es argentina, la educación de los argentinos es argentina o, por sintetizar, los argentinos son argentina?

En estos días volvieron las Malvinas, y lo primero que me incomodó fue la causa aparente: el gobierno argentino protestó porque una empresa británica empezaría a explorar la posibilidad de petróleo en esa zona. Era un clásico caso de ahora se vienen a acordar: ese mismo gobierno lleva siete años manejando un país donde casi todo el petróleo es explorado y explotado por empresas extranjeras.

No sólo porque Carlos Menem –cuando Kirchner lo definía como “el mejor presidente que tuvo la Argentina”– privatizó YPF con la ayuda del señor gobernador y su señora legisladora, y los recompensó con los famosos 500 millones que siguen desaparecidos. Eso es historia antigua, de una época en que todos los que ahora dicen perro decían gato –y esperan que creamos que siempre ladraron. Pero no es necesario ir tan lejos: en 2008, en plena reforma kirchnerista, la Legislatura de Santa Cruz, perfectamente kirchnerista, extendió la concesión de la explotación de su petróleo a una empresa americana, la Pan American Energy, hasta el año 2047 a cambio de regalías muy menores. Y, mientras, el gas y el oro y la plata y el cobre y los demás recursos del subsuelo siguen en manos de empresas extranjeras que pagan impuestos ridículos y no necesitan un ejército de ocupación para proteger sus saqueos en San Juan, Catamarca, La Rioja, Chubut. Lo hacen cómodamente, bajo este mismo gobierno que, de pronto, se probó el traje nacionalista y le tiró de sisa: les quedaba pifiado que defendieran tan tenaz el petróleo distante cuando nunca defendieron el del patio de su casa.

Entonces a más de un mal pensado se le ocurrió que lo que querían era “malvinizar” la coyuntura. Malvinizar es uno de esos verbos argentinos específicos que pueden desaparecer durante años y después, de pronto, resurgir del arcón con renovados bríos: malvinizar sería “utilizar la reivindicación y la memoria de las islas Malvinas para desviar la atención de otros problemas más urgentes” –y su inventor, sin duda, el ínclito Galtieri. Quizás este gobierno haya querido hacerlo: no lo sé, y nunca me gustaron los juicios de intenciones. Quizá realmente en términos de derecho internacional era necesario protestar ante las prospecciones para mantener la causa viva en las cortes del mundo. En cualquier caso, las Malvinas volvieron a convertirse en arma arrojadiza de los debates politiqueros del momento.

image Pasa cada tanto –y nunca pasa nada. La soflama malvinera es una de esas recurrencias argentina, y lo que me gustaría averiguar es si se gasta. No termino de saber si la argentinidad de las Malvinas sigue siendo una reivindicación muy popular: si importa a muchos argentinos, o no les importa demasiado pero creen que no deben decirlo, o no les importa y lo dirían si se lo preguntaran. Es difícil saberlo: para empezar, están los muertos. Parece como si no se pudiera hablar, debatir este asunto porque hubo una cantidad de argentinos desafortunados que murieron allí, peleando bajo las órdenes del general Menéndez. Es el chantaje clásico: los muertos matan la posibilidad de discutir ideas, y convierten cualquier debate en un duelo de lealtades y traiciones. Y, aun si alguien cruzara esa barrera, se toparía con todo el aparato de la patria: decir no me importan las Malvinas –o, por lo menos, me importan mucho menos que otros cuarenta y cinco puntos en la lista– es exponerse a la cólera nacionaldivina.

Es probable, también, que a muchos les importe todavía: que tantas décadas de martilleo escolar sigan siendo eficaces, que una de las premisas ideológicas de la nación no se disuelva sólo porque el tiempo pase o la pobreza nos ataque o un general borracho haya creído que podía –y haya podido– usarla en su provecho. Yo también soy de esos que, chiquito, se compró todo el paquete cultural Próceres y Triunfos Argentinos; soy de los que recitaban convencidos que la bandera azul y blanca dios sea loado no había sido atada jamás al carro triunfal de ningún vencedor de la Tierra, y escribía poemas a Belgrano y San Martín y habría querido ser Sarmiento y fui, después, de esos que gritaban el final del Himno. Y, aún así, ya entonces la insistencia en la argentinidad de las Malvinas me resultaba sospechosa.

–¿Sospechosa? ¿Qué quiere decir con sospechosa?

–Sospechosa. Creo que quiero decir sospechosa. A veces me sucede.

Nunca entendí que nos importara tanto la posesión de 12.000 kilómetros cuadrados vacíos en el medio del mar cuando teníamos un millón de kilómetros iguales vacíos en el medio de la tierra, a los que nunca les hicimos ningún caso. Entonces me explicaron –muchas veces, me explicaron– que era un símbolo: que no podíamos permitir que una potencia colonial ocupara un territorio que nos correspondía por geografía y por historia. Por geografía parecía, por historia era raro: primero la pobló un francés, después la compró el rey de España, después el gobierno protoargentino la usó como tierra de destierro y terminó por dársela a un comerciante alemán, Vernet, a cambio de una deuda. Entonces vinieron los ingleses y la ocuparon –no muy distinto de cómo Rosas y Roca ocuparon la Pampa y la Patagonia, sólo que no tuvieron que matar a nadie. En ese punto te contestan con la legitimación del atropello más antiguo: el territorio ya había sido tomado por los españoles, así que nos corresponde, como todo lo que tomaron gracias a la bula del papa Alejandro Borgia. Y, de últimas, el recurso de la razón geográfica: sí, es cierto, pero las Malvinas están acá nomás, al lado nuestro. O sea: que la ocupación de territorios vale siempre y cuando sean vecinos, o algo así.

Pero menos entendía que nos insistieran en que esas islas lejanas eran nuestra deuda con la historia, en lugar de pensar que esa deuda era, por ejemplo, el tercer cordón del conurbano o las quebradas de la Puna o los bosques del Chaco –y sus millones de habitantes: las vidas de los argentinos son argentinas. Hasta que fui notando que el nacionalismo es un recurso que suele servir para que los habitantes de un país supongan que los culpables de sus desgracias son los habitantes de otro país y no los dueños del propio: que los causantes de nuestros males, digamos, son los piratas ingleses, no los ricos y gobernantes argentinos –que, por eso, suelen usarlo en sus momentos de menos cariño popular, para calmar las aguas o, por lo menos, desviar las olas.

En estos días volvieron las Malvinas. Supongamos que siempre fueron, más que nada, un símbolo: la forma de decir no vamos a dejar que nos ocupen otros, que nadie nos mande –lo cual sonaba particularmente curioso, levemente vacuo en esos largos períodos en que nuestros gobiernos cumplían las órdenes de Londres o de Washington sin dejar de agitar el eslogan. Pero, de todos modos, era un símbolo casi puro, sin ninguna utilidad concreta; ahora, de pronto, su carácter simbólico se completó –¿se complicó?– con uno fuertemente material: resulta que sirven para algo, que pueden ofrecer dinero so forma de petróleo. Es, quizás, un momento nuevo en la historia malvinera. Que llega cuando, a fuerza de repetir slogans como ése de que las Malvinas son argentinas, terminamos por conseguir algo muy parecido o lo contrario: que la Argentina sea malvina; que se haya vuelto un territorio ajeno, lejano de sí mismo, una mera construcción simbólica que nos sirve para muy poquito. Ser argentino significaba algo cuando significaba que, por serlo, uno tenía derecho a todas esas cosas –una vida, salud, educación, comida–; si no es eso, no significa casi nada: una vez más, un símbolo vacío.

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martes, 23 de febrero de 2010

Un trozo de este siglo y del otro

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Hace poco hice un par de visitas a Jazz & Pop, un boliche (bah!, un sótano) que para mi tiene una connotación especial porque en los 70s  y 80s era un reducto donde tocaron muchos de los monstruos que en esa época visitaron a la Argentina. Yo leía las crónicas de esas zapadas post-conciertos a través de las revistas en Rosario. Luego Jazz & Pop cerró. Ahora, en esta nueva etapa, me dispuse a disfrutar de una cartelera que cubre todo el verano. Así, cualquier noche uno puede disfrutar de buena música, como estar en un ensayo, en ese ambiente “cálido y húmedo” como sólo un buen sótano puede ofrecer.

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Uno de los gustos que me di en este verano de Jazz & Pop es haber podido escuchar a Javier Martínez, a quien nunca antes había visto en vivo. En formato de trío, a lo Manal, me despaché con una noche de Javier Martínez y sus blues, en un sótano húmedo en una noche porteña más húmeda aún, como debía ser. Hasta con el agregado que hubo que bajar el volumen porque lo vecinos se quejaban!

Javier Martínez es un “hueso duro” dentro del panorama musical nacional, una leyenda, un músico y poeta cuya figura se agranda con el tiempo.

Hace un tiempo puse la data de “Avellaneda Blues”. Si tuviese algún sentido un ranking así, Avallaneda Blues estaría entre las diez mejores de la historia de la música argentina. En aquella entrada no puse el tema porque no contaba con la maquinita “goear”. Ahora va:

Aquí un programa dedicado a este increíble Javier Martínez

Para terminar, el trailer de “Argentina Beat”, y ahí está Javier Martínez.

sábado, 20 de febrero de 2010

SUBE, pero casi ni se nota

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Vengo siguiendo este tema que representaría una mejora importante en el transporte público de pasajeros en el área metropolitana, donde cientos de miles de usuarios diariamente son transportados por algún medio. Hacerle la vida más sencilla a la gente debería ser prioridad de cualquier gobierno. Esta idea llega demorada, a la saga de la iniciativa de las empresas del sector, pero más vale tarde que nunca. 

La iniciativa, razonable y necesaria, sufrió de esa patología típica de la dirigencia política argentina: hacer anuncios de cosas imposibles de cumplir, sumando frustración y descreimiento. Dando plazos más ciertos y con un conocimiento más acabado del sector, se ganaría en confianza y se mostraría al Estado Nacional al comando de algunas cosas.

El sistema del boleto electrónico único, SUBE, según la denominación hecha por el gobierno, funciona hasta ahora sólo en aquellos sitios en donde ya existía la “subtecard” y la más amplia llamada “monedero”. Ahora ambas funcionan de manera asociada. Esto muestra que el sistema es factible, aunque la fantasía de los plazos anunciados por la propia presidenta han quedado al descubierto, como no podía ser de otra manera. También el gobierno debió modificar su actitud de manejar el sistema, no sólo por os resquemores que eso generó, sino que no tiene sensatez meter al estado a gestionar lo que ya funciona y puede tener sus propios mecanismos de autocontrol. En fin, el sistema terminará por imponerse, si no se hacen más macanas.

Hace poco fui a cambiar mi “subtecard” por la tarjeta “monedero” porque suponía que tenía ésta una cobertura mayor. Me informaron entonces que mi subtecard ahora también sirve para las líneas de ferrocarril, peajes y las líneas de colectivo que ya tienen colocado el sistema de la tarjeta monedero. Este es un ejemplo que el propio sector desea desarrollar un sistema único de pasajes y que las distintas empresas lo pueden hacer de manera eficiente.

Si la iniciativa del gobierno avanza, se supone que deberá ampliarse este servicio a la totalidad de los transportes públicos en el área metropolitana y hacerse más rápidamente. Eso si deja de lado los fuegos de artificio y se dedican a hacer las cosas. Perdón por el énfasis, pero sucede que es sólo un botón de lo mucho que debe hacerse en algo tan esencial para la calidad de vida como es el transporte. En estas cosas es donde se pone en juego el declamado “progresismo”.

Pongo un fragmento de una nota de fin del 2009 en lo que se repasa un balance de las promesas gubernamentales del año pasado.

Seguiré. 

 

promesa oficial incumplida

Termina el año sin el SUBE

La Presidenta anunció en febrero el boleto electrónico y para esta fecha debería estar funcionando a pleno. Intereses varios lo frenaron. 

Julieta Tarrés, diario Crítica, 28.12.2009

A prueba. De las 370 líneas de colectivos de la zona metropolitana, el pago con tarjeta se aplica sólo en seis.

El Sistema Único de Boleto Electrónico (SUBE) sigue congelado. Seis meses después de que el destituido secretario de Transporte Ricardo Jaime lo pusiera en marcha, el 22 de junio, el servicio sólo funciona en seis de las 370 líneas de colectivos, en el ferrocarril Urquiza y en las cinco estaciones del subte y premetro. Cristina Fernández de Kirchner había prometido en febrero pasado que el sistema iba a estar listo antes de que terminara el año.

En el Gobierno culparon de la demora a las cámaras de autotransportistas de pasajeros y a los concesionarios ferroviarios. “Los empresarios del sector querían el control directo de la recaudación diaria de los pasajes y entorpecieron la implementación”, explicó a este diario un allegado a Schiavi. Durante ese tiempo se distribuyeron tarjetas magnéticas, aunque no se instalaron máquinas nuevas en ómnibus y trenes. En Nación Servicios prometieron avances entre enero y febrero. Un puñado de pymes argentinas participarán de la nueva licitación del Estado antes de marzo para fabricar 7.500 de los 17.500 equipos que necesita el SUBE para funcionar a pleno en el área metropolitana.

Tras los insistentes reclamos de los propietarios de empresas de colectivos y trenes, el 17 de diciembre pasado finalmente el Gobierno aceptó el acuerdo propuesto por los privados: la recaudación y los recursos del SUBE se “coadministrarán”. Para que la instalación y la puesta en marcha del sistema avance, la gestión será compartida y la canalizará el Banco Nación, desde la división Nación Servicios.

Las dos partes suscribieron un convenio la semana pasada en el que se aclara que los dueños de los colectivos “coadministrarán, monitorearán y tendrán el control online” de los 900 millones de pesos mensuales promedio que movilizará el SUBE cuando funcione a pleno.

Según Claudio Kramer, director de Cámara de Industrias Electrónicas (Cadieel) la pelea por la recaudación generó más demoras de las esperadas. “Ahora, en estos meses, probablemente haya avances. El sistema está bien encaminado, pero quedan fases por resolver. La licitación que Transporte tiene que abrir para que participen empresas pyme es un ejemplo”, contó a Crítica de la Argentina el director de la entidad que agrupa a firmas nacionales fabricantes de lectores y monederos para el transporte público.

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Los empresarios de las pequeñas y medianas empresas del país, que quedaron afuera de la primera etapa licitatoria, esperan ansiosas las bases del próximo concurso oficial para participar del SUBE. Y para eso trabajarán contrarreloj todo el verano.

“Nos informaron que en cualquier momento van a abrir la licitación para que las pymes argentinas participemos”, adelantó Javier Tomadoni, gerente general de CoinControl. En los próximos seis meses, Schiavi se comprometió a que las empresas pongan en funcionamiento las 10 mil máquinas que quedaron por instalar de la primera etapa y las 7.500 que les proveerán las firmas nacionales. “Antes de julio de 2010, el sistema completo estará funcionando”, prometió el mes pasado el secretario de Transporte.

A la segunda licitación, de la que participarán sólo pymes (al menos así lo aseguró Ángel de Dios, director de Nación Servicios), se presentarán sólo cinco firmas: Expendedoras, CoinControl, Laser Argentina, Cooperativa Industria CRV y DCM Solutions. Según fuentes oficiales, se les exigirá un patrimonio neto de base que demuestre que van a poder afrontar el costo y el tiempo de entrega del servicio al que se comprometerán.

domingo, 14 de febrero de 2010

Basura (2.) Cero

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Dado que están entrando con frecuencia comentarios a algunas entradas del blog provenientes de algún sistema automático para colocar basura inentendible vía comentarios, he dado de baja la inclusión de la lista “Tester de Violencia” en la información automática de nuevos comentarios. Los enviaré debidamente moderados ya que no quiero que la gente reciba basura por mi culpa.

Jamás entendí que existan personas que desde el inicio de la popularización de la informática se dediquen a desarrollar “virus” y esa cantidad de estupideces capaces de entorpecer las virtudes de esta tecnología. Jamás comprendí a esa gente, me parecen sencillamente estúpidos de primera clase. Se ha dicho que son los mismos que desarrollan los anti-virus, la explicación creo que es más compleja.

Así he visto (y sufrido) pérdidas de valioso tiempo y trabajos inmensos que se perdían o debían ser rescatados (muchas veces parcialmente) para regocijo de estos animales.

Luego, con la popularización del email, no sólo encontraron una herramienta poderosa para amplificar esa idiotez globalmente, también apareció una nueva generación de estúpidos al cuadrado que enviaban mensajes con supuestos virus que resultaban inofensivos, pero igualmente obligaban a tomar recaudos permanentemente y así distraer valioso de nuestro tiempo en ellos.

Posteriormente apareció una nueva plaga, el “spam”. Originalmente, tarea manual que consistía en hacerse de una colección de emails, de cualquier origen y procedencia, para distribuir propaganda que nadie había solicitado ni necesitaba. En aquellos tiempos tenía preparada una respuesta para esa gente que decía mas o menos que esa estrategia era detestable. Por supuesto, creo que si algo logré es haberlos incentivado, porque mi email se vio cada vez más plagado de dichos avisos.

En algún momento aparecen dos nuevas basuras electrónicas. La automatización que permitió que el spam llegase a niveles siderales, lo que nos obligó a una tares de enterramiento en rellenos sanitarios e incineración de emails, programas anti-spam y tecnologías similares. Todo pérdida.image

Al mismo tiempo aparecieron los nuevos iluminados que comenzaron a desarrollar la “ciber-historia del tío”, con cuentas que debían ser depositadas de un país africano a algún banco, premios que milagrosamente habíamos obtenido, etc.

También se sumaron las buenas causas para salvar mujeres de ser apaliadas y causas conmovedoras. Todo acumulaba basura en nuestra pantalla y algún que otro que quedaba con 50 dólares menos o cosas así.

La situación se complicó con los “entrepreneurs” que comenzaron a desarrollar todo eso con la firme convicción que sus mensajes eran realmente interesantes y debíamos leerlos. Todo esto se multiplicaba a medida que el email era más y más popular.

La popularización de la web, todo eso comenzó a estar oculto en páginas de internet. Las calamidades comienzan a estar también potenciadas porque aparecieron las “cookies” que dejaban su mensaje oculto en nuestros equipos y eso era la puerta de entrada para más y más emails basura. El ingenio humano, debo admitirlo, es maravilloso. Aunque la mayor parte del tiempo está dedicado a objetivos perversos.

Esta estrategia comenzó a ser utilizada por los genios del “marketing” cuyos solidarios mails o increíbles ofertas también nos seguían los rastros de qué corcholis hacíamos con nuestra vida con esos benditos mails, si los abríamos, re-envíos y demás atrocidades que en otro orden de la vida caen en la figura de violación de privacidad o similares. Todo sea por el dios de los negocios y la bobada.

image Cada vez más el sistema se fue sofisticando a la par que ya era gente conocida que comenzaba a enviar mail de todo tipo, las cadenas que nos advertían de personas que nadie encontraba pero sí encontraban bases estadounidenses en Tierra del Fuego, gatitos en frascos o negocios ilegales que nadie había descubierto y nuestra amigos sí.

De repente me vi rodeado. Venían de todos lados. y yo con una única arma en mi mano derecha, el gatillo: “Delete”. Pero no bastaba.

Estoy pasando por alto el pésimo uso que muchos mails manifestaban por gente que no evalúa mínimas conductas en el trato. El mail, facilitado su instantaneidad, exacerbó los ánimos y respuestas odiosas, nerviosas e impropias que comenzaron a ser frecuentes. No pocos problemas se produjeron por no pensar dos veces lo que se escribía. En algún tiempo apareció el concepto de “netiquet” una serie de reglas éticas para el uso del email. Algo así como el esperanto. Una buena idea a la que nadie le dio ni cinco de pelota.

También comenzaron a proliferar aquellos que se subscribían a listas y después corrompían dichas listas suponiendo que sus hobbies debían ser de interés para todos, así en la lista de “tecnología del Hidrógeno” aparecía alguien que suponía de interés la asamblea anual del centro filatélico de Lomas de Zamora.

Luego vino las herramientas como el messenger, skype y demás cuestiones para “chatear”. Los virus venían de la forma de supuestas fotos de “mi prima” o cosas así.

Luego llegamos a las “comunidades” donde además de todo lo anterior se supone que estamos ansiosos para ser parte de grupos de interés acerca de las gambas de Beyonce o ser del grupo de fans de las servilletas de papel.

Hoy el spam viene de nuestra amigos y “amigos”. Ahora me entran spam en forma de “comentarios” en el blog.

Por respeto al prójimo he tratado de aplicar la regla de las 3nR (no Recircular, no Reenviar, no Replicar). Por el contrario, aplicar las 3R (Respetar, Reducir y Romper las pelotas lo menos posible)

Cali

El decálogo de la Netiqueta

imageAunque a lo largo de la historia se han escrito muchos manuales de netiquetas suele considerarse el libro “NETiquette” de Virginia Shea la versión definitiva de estas reglas; el libro fue publicado en 1994 y contiene 10 reglas básicas de comportamiento en la red. Las reglas son las siguientes:

  • Regla 1: Nunca olvide que la persona que lee el mensaje es en efecto humana con sentimientos que pueden ser lastimados.
  • Regla 2: Adhiérase a los mismos estándares de comportamiento en línea que usted sigue en la vida real.
  • Regla 3: Reconozca en qué parte del ciberespacio se encuentra.
  • Regla 4: Respete el tiempo y ancho de banda de las otras personas.
  • Regla 5: Muestre el lado bueno de su persona mientras se mantenga en línea.
  • Regla 6: Comparta su conocimiento con la comunidad.
  • Regla 7: Ayude a mantener las discusiones en un ambiente sano y educativo.
  • Regla 8: Respete la privacidad de terceras personas.
  • Regla 9: No abuse de su poder.
  • Regla 10: Perdone los errores ajenos.

“Silence is golden”, Garbage, de “Beatifulgarbage” (2001)

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viernes, 12 de febrero de 2010

Del Greenwich Village a Cosquín

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Brasil es una increíble fuente de voces femeninas. He puesto algo aquí de muchas de ellas. Hace poco me hice de “Hoje”, el último disco en estudio de Gal Costa, del año 2005. Luego vinieron dos discos en vivo, uno de ellos en Blue Note, los dos son del 2006. Luego no hubo más nada de Gal Costa. Hace unas semanas estuvo en el festival de Cosquín, extrañamente no pasó por Buenos Aires.

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Gal Costa es otra maravilla de esta parte del mundo. Aquí haciendo un tema del disco “Hoje”, sospecho que de los shows del 2006.

Acá una rareza, junto a Roberto Carlos, haciendo uno de esos temas indestructibles de Roberto y Erasmo Carlos, “Sua estupidez”. Gal Costa hacía este tema a comienzos de los 70.

Gal Costa Sings Bossa Nova at the Blue Note
Ben Ratliff - New York Times - 18/05/2006

The Brazilian singer Gal Costa came to the Blue Note this week with a small band and did what great, experienced pop singers often promise to do but rarely pull off: she rescaled her performance to jazz-club dimensions. Her opening set on Tuesday was like one long, well-balanced exhalation, warm and quiet and cathartic. She had a sound in mind and got to the point.
For the most part she chose the comfort of a bossa nova repertory that slightly predated her own career - which began in the mid-1960's - but that she has gracefully inherited, mostly songs associated with the twin powerhouses of Antonio Carlos Jobim and João Gilberto. They are famously subtle, but their secrets remain pretty open: they have gorgeous moving harmonies, and they are lavish with a rhythm that pulsates beneath the surface.
Ms. Costa met their demands. Her voice has minimal vibrato and a little bit of Billie Holiday's midregister honk; it has thickened slightly over the years, and she favors the full, true, airy note, held just long enough for its significance to settle in.
Taking the idea of jazz-club music seriously - she usually plays bigger concerts on the rare image occasions that she comes here - Ms. Costa and her four-piece band revealed bossa nova in its old, first-wave style. Marcus Teixeira played Gilberto-like guitar chords and asymmetrical rhythms. Zé Canuto wound counterpoint passages on alto saxophone and flute around Ms. Costa's vocal lines. The drummer Jurim Moreira played Brazilian rhythms with hands and brushes on a minimal kit, occasionally giving the bass drum a hard, resonant kick to insinuate the low beat of the surdo drum in samba.
The band's sound also benefited from an acoustic bass, or something close, anyway, played by Adriano Giffoni: it was a fretless semi-acoustic upright. All this was a relief. Ms. Costa had the courage to use simple ingredients.
Of the Jobim repertory, she knocked off several of the big ones: "Fotografia," "Desafinado," "Chega de Saudade," "Vou Te Contar," "Corcovado" and "Garota de Ipanema." She sang "I Fall in Love Too Easily," demonstrating that she had put in some hard listening to Chet Baker's version; she also sang "As Time Goes By" and three songs from the 1930's and 1940's by Ary Barroso, including the devastating "Prá Machucar Meu Coração."
Ms. Costa gave just enough of herself. She began the set warily, and her first few songs were tentative. Then she consolidated her strengths and everything clicked. Her stagecraft, which here wasn't much more than a natural, sexy-maternal manner of moving, smiling and serially locking eyes with front-row patrons, was fully on. She owned the music, easily and contentedly.


Gal Costa continues through Sunday at the Blue Note, 131 West Third Street, Greenwich Village,(212) 475-8592

sábado, 6 de febrero de 2010

venganza de clase, clase executive

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Finalizando con mis comentarios sobre el extraordinario” artículo de Pablo Alabarces (PA) titulado “Carballo, Cromañón y la venganza de clase” veamos sus último dos párrafos:

“En este caso, en cambio, la muerte se coló, como acto de militancia, en el homenaje a los chicos de Ecos. Quiero ser cuidadoso: no hay muertes de primera ni de segunda; esa tragedia muestra aspectos aberrantes de nuestra sociedad; toda militancia por la seguridad en las calles y rutas merece mi apoyo enfático (he firmado todos sus petitorios). Pero me temo que se produce aquí un desplazamiento similar a los reclamos por la “inseguridad”: hay que salir a “blumberguizar” la calle cuando matan a una maestra, pero hay que quedarse en casita cuando la cana mata un negrito o un rockerito. Y ahí venía mi comparación con Cromañón: se trató de una masacre rockera –la que Rolling Stone, con acierto, tituló “La mayor tragedia de nuestra generación”–, independientemente del juicio estético que Callejeros nos merezca. Para ser clarísimo: era una banda de cuarta, y sus miembros, como el juicio demostró, un puñado de cobardes que esconden su culpabilidad en la soberbia. Pero los públicos de Cromañón murieron por creer que el rock es una ceremonia que combina belleza y resistencia político-cultural: lo mismo que los asistentes al recital de Spinetta, si no me equivoco mucho. ¿Eligieron la banda equivocada? ¿Por eso merecieron la muerte? ¿No merecían, entonces, una mínima mención?”

Aquí PA hace un reconocimiento que no hay muertes “de primera o segunda”, aunque implícitamente, y como ya lo señalé, supone que hay muertes que nos deberían pertenecer más que otras. Personalmente no siento así las cosas. No siento a la tragedia de Cromañón más cercana que otras tantas muertes cotidianas.

Suponer que, en tanto público de Luis Alberto Spinetta (LAS), practicamos un “desplazamiento” en el tema inseguridad y, por ende, “nos quedamos en casita cuando la cana mata un negrito o un rockerito”, es una temeraria acusación que no es demostrable y, por supuesto, no se brinda ningún indicio sobre la misma. Por otro lado, no ha habido “rockero” (una palabra ya anacrónica y vacía) que no haya expresado su opinión acerca de lo que Cromañón puso de manifiesto: sobre las responsabilidades que les caben a los artistas y productores y la propia responsabilidades del público. Si productores y artistas realmente aprendieron la lección, se verá. El público que estaba ese día en Vélez, creo que tiene la lección aprendida, y supongo que de mucho antes. ¿Qué más se puede hacer como público?. Por supuesto que descarto hacer demagogia con las víctimas, como lo hace PA.

PA agrega que “los públicos de Cromañón murieron por creer que el rock es una ceremonia que combina belleza y resistencia político-cultural: lo mismo que los asistentes al recital de Spinetta, si no me equivoco mucho”. Creer que murieron por esa razón es colocar en un lugar equivocado esa tragedia. Es desconocer que hoy el “rock” comprende muchas cosas, de las más variopintas, entre ellas, algo de belleza y algo de resistencia político-cultural. Me atrevo a decir que de esos dos elementos, las dosis son bastante pequeñas. Esto ocurre por muchas causas: porque los tiempos fueron mutando y las significados fueron modificándose, porque la producción del espectáculo es otra, porque los actores son más y muy diversos. No sé decir en qué combinación de variables actúa cada uno de esos elementos, no me atrevería, pero no puedo desconocer que hoy el público que asiste a un concierto de “rock” no siempre va para ser parte de una “ceremonia” que combina belleza con resistencia. Eso es ingenuo y un poco anacrónico, lamentablemente.

Las preguntas de PA son un desatino. ¿De dónde surgen esas dudas?, ¿qué lo hace sospechar que alguien piensa en el merecimiento de esas muertes? ¿porque no fueron mencionados? Disparatado ese razonamiento, Si fuse así deberíamos convertir cada concierto en una especie de ceremonia de entrega de los Marín Fierro donde cada uno que sube debe realizar una larga cadena de recordatorios, agradecimientos y bajadas de línea para así evitar ser acusados de ser poco menos que inhumanos.

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Finalmente, dice:

Los muertos de Cromañón fueron víctimas de la combinación de capitalismo salvaje –ganar dinero sin reparar en cómo– y retiro del Estado –que no sirve ni para hacer una inspección–. Carballo fue apaleado por ir a un recital de “fieritas”, lo que lo convirtió en alguien digno de que se le aplicara la pena de muerte reclamada por Susana Giménez y Spinetta y ejecutada cotidianamente por todas las policías argentinas. Frente a toda la serie, el comportamiento de las estrellas de rock –Spinetta, Callejeros, Pity y también Los Redondos cuando fue lo de Bulacio– es invariable: mirar para otro lado, seguir hablando de la belleza y el universo y la Galaxia de Andrómeda. Lo que todos estos crímenes insisten en hablarnos es de una sociedad cada día más injusta, si eso fuera posible, donde la clase social sigue siendo la variable que ordena las jerarquías, y donde la violencia se ejecuta sistemáticamente sobre los mismos actores. Pero todo este cuadro se vuelve atroz cuando además cuenta con la complicidad activa de los que se proclaman como más conscientes, inteligentes, cultos. Que lo haga Macri, vaya y pase: pero que el rock practique la venganza de clase me parece simplemente intolerable.

Lugar común. Se puede elegir la tragedia que se quiera y yo lo explico por la combinación del “capitalismo salvaje y el retiro del estado”. Mis chances de equivocarme son muy bajas.

Luego la ensalada: Spinetta, Susana, ya había aparecido Blumberg, Callejeros, Pity, los Redondos, Macri. Bien, las expresiones a las que se refiere PA de Spinetta me parece que son bastante diferentes a las de “Susana” y en lo único en que coinciden es que ambos expresan la reacción espontánea que surge frente a ciertos hechos, y Spinetta explicita eso sin dejar de diferenciar lo racional de lo emocional y reactivo.

También la cita que se hace de la Rolling Stone, “la mayor tragedia de nuestra generación”, es un tanto confusa. Si aceptamos hablar de “generaciones”, convengamos que en los públicos de “rock” conviven ya varias generaciones. La generación de Cromañón es bien diferente a mi generación. Es de suponer que quien escribe eso sea alguien de la generación de los chicos de Cromañón y no es aplicable a las diferentes experiencias vividas por chicos que hoy tienen 14 años y señores que ya superan los 60.

Ahora algo respecto si yo, público de LAS, soy público de rock. NO, no lo soy.

Recuerdo que mi huida del rock se dio a mediados de los ‘80. De ese momento tengo dos imágenes. Una, en el Festival de La Falda (Córdoba), un público que era un horda de gente alcoholizada que buscaba cualquier pretexto para cagarse a trompadas entre ellos. No era contra la policía ni el capitalismo. Era dañarse, dañar un festival que era de ellos y putear músicos y a quienes los aplaudían. La segunda, en Rosario, en mi primer experiencia con Los Redonditos de Ricota. Lo que yo vi en ese concierto me asustó. Recuerdo que me fui al fondo, contra la pared del gimnasio donde era el concierto. No podía creer ese pogo violento y las actitudes más cavernícolas que nunca había visto en un concierto de rock. ¿bandas equivocadas? Me inclino a pensar que tragedias como Cromañón y muchas muertes “fieritas”, como los llama PA, se fueron engendrando poco a poco. Las razones son muy complejas, pero no hay que hacerse el distraído.

La simplona pluma de PA poco favor le hace a sus lectores. Nada aporta en materia de intentar ayudar a comprender o pensar, en su verdadera dimensión, ciertas cosas que son, naturalmente, muy complejas. Pero no es un columnista que escriba para eso, creo que lo hace para jugarla de polémico y diferente, no importa que en ese intento egocéntrico se lleve puesto a gente que no comprende, ni siquiera respeta ni intenta entender.

Cali

(estas líneas fueron escritas en un vuelo de regreso a Argentina, llego, y me entero de la muerte de un pibe de 14 años en un partido de fútbol. Esa muerte me es tan cercana y dolorosa como la de los chicos de Cromañón, y me importa nada si era “rockero” o no)

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lunes, 1 de febrero de 2010

Un grande

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Esta madrugada me ha sorprendido la muerte de Tomás Eloy Martínez, uno de los más grandes periodistas y escritores que teníamos hasta hace unas horas. Digo teníamos porque es parte del valioso capital que tenemos como sociedad. He hecho algunas referencias a su trabajo a lo largo del blog. Quiero mencionar que mi última lectura de Tomás Eloy Martínez fue “La pasión según Trelew”, en su edición de 2009.
Recomiendo enfáticamente su lectura, porque su poderoso texto original, su investigación periodística en tiempo real de los hechos ocurridos en 1972, siguen repercutiendo hoy cuando siguen los juicios a los militares involucrados en los hechos. En esos juicios, la investigación de Eloy Martínez es una de las fuentes de información. Esta edición contiene nuevos textos y un epílogo de otra gran periodista, Susana Viau.

Keith Jarrett, “Lifeline”, 1987